jueves 25 de abril del 2024

El viaje perfecto del rey del marketing

David Beckham sigue sacando provecho de su imagen y en el ocaso de su carrera, el Paris Saint Germain intentará vender 150 mil camisetas del inglés.

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Jack Nicholson salió del baño del Staples Center, el estadio de Los Angeles Lakers, y le dijo mientras le sostenía la puerta: “Todo tuyo, David”. David Beckham –sorprendido, según le contó en diciembre de 2011 al diario australiano Herald Sun– respondió: “Gracias, Jack”.

Así era la vida hollywoodense entre 2007 y 2012 del primer futbolista devenido celebridad, cuando jugó para Los Angeles Galaxy. Pero Beckham, que va a cumplir 38 años el 2 de mayo, acaba de reinventarse: hoy, ante el Reims por la Ligue 1 de Francia, va a jugar su segundo partido para el –gracias a los petrodólares del gobierno de Qatar– multimillonario y glamoroso Paris Saint-Germain, club que planea vender 150 mil camisetas con su nombre estampado en los tres meses y medio que restan para que se termine la temporada en Europa (y recaudar, en consecuencia, 15 millones de euros).

Es ésta, en definitiva, la historia del futbolista que, según publica la revista Forbes, más dinero gana en el mundo (46 millones de dólares al año: nueve de salario, 37 por publicidad), por encima de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.

Juego para la corona. Beckham es ya, mal que le pese, menos un futbolista clase A que una celebridad y hasta una suerte de diplomático, que llegó a visitar en mayo de 2010, mientras se recuperaba de una lesión en el talón de Aquiles, a las tropas británicas en Afganistán. Allí jugó un campeonato de penales, improvisó una conferencia de prensa para los soldados y aprendió a disparar. “Es un honor para mí estar acá con las personas más valientes que conocí en mi vida”, dijo.

Rara vez, y ya desde hace siete u ocho años, Beckham es noticia por lo que hace en la cancha: lo era por ser vecino de Al Pacino y amigo de Tom Cruise y Will Smith, por asistir a la boda real de William y Kate Middleton, por hacer lobby por los Juegos Olímpicos de Londres, por no ser convocado a último momento a la selección de Gran Bretaña que iba a participar de la competencia, y hasta por sus peinados (él mismo se corta el pelo y cambia de look cada dos segundos porque, cuando niño, su mamá no se lo permitía).

Así y todo –mejor escrito: tal vez por eso–, Beckham sea todavía una máquina de vender camisetas: lleva ya (según le confió Adidas, la empresa que lo viste, al diario Daily Mail) diez millones vendidas desde que debutó en el Manchester United hace veinte años.

No por nada el director deportivo del Paris Saint-Germain, Leonardo, insistió con su contratación: ya lo había intentado el último año y el club hasta había llegado a estampar ochenta mil camisetas con su nombre, pero al final Beckham, por pedido de su esposa, Victoria Adams, seguiría en Los Angeles Galaxy.

De otra galaxia. Beckham salió campeón en diciembre de la MLS por segundo año consecutivo. Sin embargo, repuntó en Los Angeles Galaxy recién cuando se comprometió con el equipo, según escribió el periodista Grant Wahl, de la revista estadounidense Sports Illustrated, en su libro El experimento Beckham.

Allí Wahl relató la primera cena de Beckham con sus compañeros de los Angeles Galaxy: “No bien se sentaron a la mesa, el mozo les preguntó quién quería una copa de vino. Todos levantaron la mano. ‘OK –dijo el mozo–, pero necesito ver sus identificaciones’. Beckham le avisó: ‘No la traje’. El mozo le sacó teatralmente la copa y le explicó: ‘Sin identificación no hay vino’. Entonces Beckham les preguntó a sus compañeros: ‘¿Me está tomando el pelo?’. Sus compañeros se reían de que el mozo no reconociera a uno de los futbolistas más famosos del mundo. El guardaespaldas de Beckham apartó al mozo y le explicó quién era. ‘¡No me importa! ¡Sin identificación no hay vino!’, repitió el mozo, que cedería y le devolvería la copa a Beckham recién por orden del dueño del restaurante”.

Cuando llegó la cuenta –prosigue Wahl–, los futbolistas, a los que entrevistó para el libro, no sabían qué hacer. Allí estaba el multimillonario Beckham, que venía del Real Madrid y había firmado un contrato de seis millones y medio de dólares con Los Angeles Galaxy, sentado a la mesa con futbolistas como Kyle Martino, que percibía 55.297 brutos. Beckham ni vio la cuenta y pagó sólo su parte. “Es un tacaño”, le dijo a Wahl la otra estrella del equipo, Landon Donovan, que se preguntó: “No sé qué hace un tipo así acá”. Pero Beckham, lógico, era Beckham, y sólo en 2007 se vendieron 300 mil camisetas de él en Estados Unidos.

Porque Beckham es una marca. Además de un empresario. Ya lo contó Tony Sage, presidente del Perth Glory, de la Liga A de Australia –en la que juega otra celebridad, Alessandro del Piero–: “Le propuse venir durante un concierto de las Spice Girls en Londres y me dijo que le encantaría, pero que, de ir a Australia, estaría lejos de sus negocios”.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.