jueves 28 de marzo del 2024

El futbolista que volvió de la muerte

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Al norte de Venezuela y en pleno mar Caribe está Martinica, un departamento de ultramar francés que forma parte del cordón de islas que comienza en Trinidad y Tobago (a kilómetros de las costas venezolanas) y termina en Puerto Rico. Muchos martiniquenses emigran hacia Francia para mejorar su condición de vida, eso hicieron los padres de Eric Sylvain Bilal Abidal y se instalaron en Saint-Genis-Laval, un barrio industrial y de clase trabajadora ubicado a ocho kilómetros del centro de Lyon. Allí nació Abidal, el primer futbolista de élite que volvió a jugar profesionalmente luego de un trasplante hepático.

El 2011 marcó un antes y un después en la vida profesional del francés. A mediados de marzo, el FC Barcelona emitió un conciso comunicado: “Al jugador Eric Abidal se le ha detectado un tumor en el hígado y será tratado quirúrgicamente el próximo viernes en Barna Clínic Grup Hospital de Barcelona por el doctor Josep Fuster Obregón. Por expreso deseo del jugador, el Club pide el máximo respeto al derecho a su privacidad”.

Como estaba previsto, el 17 de marzo, Abidal fue intervenido por vía laparoscópica y se le extirpó el tumor. Increíblemente en menos dos meses volvió a entrenarse con el grupo. Convocado por Guardiola para enfrentar al Real Madrid en la vuelta de la semifinal de la Champions League (3/5/2011), ingresó en lugar de Puyol, en el minuto 90, recibiendo una estruendosa ovación: una sustitución más simbólica que deportiva. Pero si hay algo a destacar en lo referente a lo simbólico de la enfermedad y el deporte, es una foto que no podrá ser eludida por ningún libro de historia del fútbol europeo: el 28 de mayo de 2011, exactamente setenta y un días después de la operación, Eric Abidal levanta como capitán la “Orejona” en el estadio de Wembley (Londres) tras vencer en la final al Manchester United.

Todos pensaban que lo peor había pasado, incluso el propio Abidal que en una entrevista para la revista GQ mostraba la cicatriz y afirmaba: “He jugado el partido de mi vida y he vencido a la enfermedad, pero ni siquiera el tumor es un juego en solitario, es de equipo. Sin la ayuda de la familia, de la gente común y de otros pacientes y amigos, no se gana”. La realidad era completamente diferente.

Un año después de la cirugía, en marzo de 2012, el FC Barcelona vuelve a informar a través de un escueto comunicado que “el jugador Eric Abidal deberá ser sometido a un trasplante hepático”. Lo que para un individuo con un trabajo normal de oficina podría ser un inconveniente, para un deportista profesional es casi una “condena a muerte”. En la historia del fútbol, no ha habido antecedentes de jugadores que volvieran a competir tras un trasplante hepático. El único que retomó la actividad fue Iván Klasnic: un futbolista hijo de croatas que nació en Hamburgo (Alemania) y jugó en la Ligue francesa, en la Premier y en la Bundesliga, luego de recibir un riñón de su padre.

El 10 de abril de 2012, en la misma Barna Clínic donde ya había sido intervenido, Abidal recibió un lóbulo hepático de su primo Gerard. No hubo rechazo y quince días después recibió el alta médica para volver a su casa. Cuando consultaron al Dr. Juan Carlos García-Valdecasas, el cirujano que le realizó el trasplante, sobre el futuro del lateral respondió: “Todo depende de él. Yo no me negaría a ello, la respuesta nos la dará el tiempo. Pero si Eric responde satisfactoriamente no hay nada que pueda condicionarle a volver al fútbol”.

A partir de allí comenzó el largo camino de regreso: medicado de por vida con inmunosupresores, Eric retomó paulatinamente los entrenamientos. Fueron meses de esfuerzo, de mini pretemporadas en las montañas, de trabajos en el gimnasio y en el campo de juego, de jornadas en solitario y otras junto a sus compañeros. Mientras intentaba recuperarse, ningún médico le aseguró que volvería a pisar el césped. Fueron meses donde Abidal se convirtió en un ícono de superación: “Si puedo volver, volveré; si no, tengo a mi familia”.

Un año después, casi como si fuera un capricho del destino con el renacer y el comienzo de la primavera boreal, el francés volvió a jugar: el 6 de abril ingresó al Camp Nou reemplazando a Piqué en el partido por la Liga frente al Mallorca. “He sufrido mucho -admitió en una entrevista televisiva al canal galo TF1- hablamos de un trasplante, pero de hecho, sufrí cuatro o cinco operaciones en un tiempo muy breve. Perdí 19 kilos. Nunca pensé en la muerte porque sé que es Dios el que decide pero recuerdo que un domingo no podía soportar el dolor y le pregunté a los médicos si podían inducirme el coma”.

Estas situaciones exponen brutalmente como el fútbol y su dinámica forman una burbuja alrededor de los protagonistas: dinero, fama, poder y nuevas compañías son condimentos extras que llegan por ser bueno pateando una pelota. Las novedades acaparan la atención hasta que algo pasa que te obliga a abrir los ojos. “Ahora, miro la vida de otra forma. A veces piensas que hay cosas útiles para vivir y otras que no lo son, por eso he vendido todos mis coches e invertí ese dinero en ayudar a niños”, confesó Abidal recientemente. Es una verdad y existe aunque no lo queramos ver: el fútbol fue, es y siempre será, lo más importante de lo menos importante. Nunca más, y nunca menos.