martes 16 de abril del 2024

Rápidos y fraudulentos

Los casos del doping en el atletismo. De Ben Johnson a Gay y Powell. Hasta ahora, Usain Bolt permanece impoluto. Escribe el Doctor Herbella.

442

Los 100 metros llanos es la prueba reina del atletismo y, como tal, ha sido uno de los eventos donde los casos de doping lograron más resonancia. Los velocistas y el uso de sustancias prohibidas han sido nuevamente noticia en esta semana, un  problema que no discrimina razas ni países. La lucha del hombre por ser cada vez más rápido ha mancillado los valores del olimpismo. El lema deportivo hace tiempo que debería agregar una nueva acepción, el deportista no sólo debe luchar para ser “citius, altius y fortius” (más rápido, más alto y más fuerte), sino también “limpius”.

Para hacer un poco de historia, habría que remontarse a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, donde el canadiense Ben Johnson  dio positivo por stanozolol (esteroide anabolizante) un par de días después de imponer un nuevo récord mundial con 9'79'', entrando en la historia como el primer gran escándalo de dopaje. Johnson primero fue suspendido por dos años, y luego de por vida, tras dar positivo nuevamente en una competencia en 1993.

Si se hiciera una evaluación retrospectiva, desde 1988 a la actualidad, casi todos los velocistas de elite que consiguieron marcas  similares o menores a las de Johnson dieron positivo en algún control antidoping.

Con un tiempo de 9'80'', el jamaiquino Steve Mulling posee el décimo mejor registro de la historia, lo marcó en la Diamond League de 2011 pero, meses después, en los torneos nacionales de Jamaica dio positivo por furosemida (un diurético que sirve para enmascarar el uso de otras drogas) y el tribunal de antidopaje de su país lo suspendió de por vida.

Timothy Montgomery, que previo a competir en las pistas de atletismo se dedicó al básquet y al fútbol americano, en el Gran Premio IAAF de París en 2002, consiguió un tiempo record de 9'78''. Posteriormente, la marca fue anulada al detectársele el consumo de esteroides sintéticos y hormona del crecimiento (GH). La suspensión lo empujó hacia un derrotero descendente que culminó en una sentencia de cinco años de prisión por lavado de dinero y venta de estupefacientes (heroína). Hoy, rehabilitado, entrena jóvenes en el SF College and Fred Cone Park.

El tiempo de su compatriota Justin Gatlin en Doha, en 2006, fue una centésima menor (9'77") pero también se anuló por doping positivo con testosterona.

Con un tiempo menor en su mejor registro para los 100 metros, aparecen los dos involucrados de esta semana: el jamaiquino Asafa Powell, con 9'72" (en septiembre de 2008 en Lausana), y el norteamericano Tyson Gay, que con 9'69" (en el Golden Gran Prix en Shangai 2009) tiene el privilegio de ostentar el segundo tiempo más rápido de la historia.  Ambos reconocieron su culpabilidad el mismo día, con apenas dos horas de diferencia, y ambos se perderán, en agosto, la cita mundial de Atletismo en Moscú.

El último de los condenados de esta lista de hombres record es Yohan Blake, quien en 2009 dio positivo por consumo de un estimulante (Metilxantina) y tras purgar la suspensión (durante la fecha del Diamond League del año pasado en Lausanne) igualó el mejor registro de Tyson Gay.

Hasta el momento, el único velocista récord que permanece impoluto es el jamaiquino Usain Bolt: un fenómeno que mide 1.95 metros y pesa 94 kilos, que gana medallas y pulveriza records, que despierta pasiones a base de grandes victorias y también de alta dosis de carisma, que con sólo 41 pasos es capaz de recorrer 100 metros en apenas 9'59" y que, aunque no lo quiera, sufre el acecho el fantasma “Armstrong” (que ronda alrededor de los atletas que durante largo tiempo se muestran muy por encima de sus rivales).

El tiempo dirá si Bolt es un genuino “hijo del viento”. A través del pasaporte biológico se ha logrado un tipo de control antidopaje que no tiene fecha de vencimiento. Esperemos, por el bien del deporte, que lo que ahora aparenta ser un rendimiento de ensueño no se transforme, con el avance de la ciencia, en una ficción farmacológica.