sábado 20 de abril del 2024

La disyuntiva de Independiente

El Rojo todavía no comprendió lo que significa jugar en la segunda categoría. ¿Qué necesita para recuperarse? La columna de Alejandro Fabbri.

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La disyuntiva, la sospecha, el miedo al papelón, están instalados en Independiente. Pasaron tres fechas del nuevo torneo de Primera B Nacional y el equipo ha sumado escuálidos dos puntos, sin mostrar en ningún momento condiciones para prometer el liderazgo anhelado. Es que no pudo haber sido peor el inicio, ante tres equipos menores, como Brown de Adrogué, Boca Unidos de Corrientes y el Aldosivi marplatense.

Lo que está claro es que Independiente aún no ha comprendido cabalmente lo que significa jugar en la segunda categoría del fútbol nacional y cargar con la pesada mochila de ser el rival a vencer, el poderoso en desgracia, el famoso Rey de Copas que hoy tiene que remarla desde abajo. Encima, un torneo de 42 fechas como el mismo que afrontó San Lorenzo en 1982 y ganó desde el inicio porque armó un buen plantel, porque no había rivales fuertes y porque su hinchada llenó todas las canchas.

Se necesita un período de adaptación a la división, está claro. No le pasó nada grave a San Lorenzo en aquel lejano 1982, no lo vivió River Plate en su traumático descenso hace dos temporadas, pero sí lo vivieron Huracán, Rosario Central y Gimnasia de La Plata. Claro, también sufrió Racing Club, que en sus dos temporadas en la vieja Primera B tuvo que hamacarse y mucho para recuperar su lugar en la máxima divisional.

La sensación hoy por hoy es que Independiente no ha tomado en cuenta lo que significa plantarse como el grande, el equipo fuerte de la divisional. Con una multitud que lo acompaña y a veces pierde demasiado rápido la paciencia, con una cancha que debería ser convertida en una fortaleza, el Rojo no logra encontrarse con su historia. ¿Tiene equipo para intentarlo? ¿Se armó un plantel para ser el más fuerte de la categoría?

Pocos cambios defensivos, laterales con poco rodaje, centrales veteranos, delanteros de características parecidas (Penco, Menéndez, Parra), varios chicos del club sin demasiado vuelo y la obligación del Rolfi Montenegro para liderar, ser el referente, el mejor jugador y el alma del equipo. Todo no se puede. Encima, los rivales han tomado nota de las debilidades rojas y actúan en consecuencia.

La impaciencia del público, el coro de insultos a la dirigencia encabezada por Javier Cantero, las peleas intestinas entre los violentos del club, la crisis económica que lleva años y no ha permitido la terminación del estadio de Avellaneda, son una suma de condimentos que hacen un cóctel explosivo que debería ser consumido en pequeñas dosis para no intoxicar a nadie.

Deberán tomar nota todos los involucrados. Para recuperar a Independiente se necesitan triunfos, sumar puntos y dejar una imagen convincente y que provoque cierto escozor en los rivales la presencia inquietante de un club con una camiseta que lo identifica desde siempre. Esto es así. Pero también se requiere la unidad del grupo, la vigencia de los liderazgos que se necesitan, la paciencia en esperar los logros, el apetito por ganar y llegar a la punta y entender que para ser campeón no alcanza con esa camiseta gloriosa, sino con sumar condiciones favorables. Y definir si Brindisi es el conductor señalado o hay que cambiar, pidiéndole disculpas porque el hombre tomó el cargo en el momento más difícil, cuando nadie se quería hacer cargo y se la bancó. Hoy hace lo que puede, con el material que tiene. Quizá otro entrenador lo pueda hacer mejor, pero nadie tiene la varita mágica.

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