viernes 29 de marzo del 2024

Teléfono 'Rojo', teléfono blanco

Un análisis de lo que dejó el pobre empate sin goles entre Argentina y Rumania. Las falencias y dudas de la Selección de Sabella.

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Confusión. Es lo que debe habitar la cabeza de Alejandro Sabella por estas horas. No por el cero a cero, calificador en este caso, de la Selección que dirige, ante Rumania; y sí porque el equipo sigue sin aparecer. Una sola derrota en todo 2013 confundió no apenas el entrenador, también a la gente y a la crítica, porque además esa derrota la sufrió con un equipo alternativo, ya clasificado, contra Uruguay en el Centenario.

La mejoría de Messi en el ciclo Sabella también confundió. Las buenas artes de Di María y Agüero hacen su contribución a ese panorama. Pero, lo cierto, es que Argentina lleva años sin jugar ‘a algo’. No por acaso Diego Maradona, inimputable, aterrizó en la dirección técnica. Luego, la gestión de ‘Checho’ Batista preparó el terreno para que cualquier sucesor pareciese mejor. Fue lo que sucedió con Sabella. Y la ausencia de Brasil en las Eliminatorias facilitó mucho la clasificación, pero –insistamos– equipo, lo que se dice equipo, nunca hubo. Especialmente porque no hay equipo si no hay defensa. Y ahora se suman problemas en el medio de la cancha…

Sin Messi Argentina no hubiese ganado las Eliminatorias. Sin Messi y Di María también hubiese clasificado, pero peleándola como todos. Sin Messi, Di María y Agüero con suerte hubiese tenido que jugar el repechaje intercontinental ¡contra Jordania! como lo jugó Uruguay… Y si a esas tres supuestas ausencias le sumamos, en la resta, a Higuain o Mascherano la Argentina hubiese sido cola, se quedaba afuera. Es obvio que todos los equipos dependen de sus cracks, pero Argentina mucho más, porque los buenos son demasiado buenos y los malos son demasiado malos. Como América y la pólvora esto ya fue descubierto, el problema es que acaba de ratificarse en miércoles post- carnaval y ya no quedan disfraces. Ayer nomás, Brasil iluminó con los colores de su bandera a todos los monumentos públicos para festejar que ‘sólo faltan 100 días para el Mundial’. Nada. O se cambia ahora o nunca más.

Rumania ya tuvo mejor fútbol. Conserva características de los tiempos de Popescu y Hagi pero no juega como en aquellas épocas. No estará en el Mundial, lo eliminó -en el repechaje europeo- la siempre débil Grecia (que a la misma hora, este miércoles, perdió con la esforzada Corea del Sur…). Desde 1998 Rumania no juega una Copa. En síntesis, un rival para justificar la candidatura que los hinchas argentinos –y la prensa exitista– imprudentemente le asignan a la Selección; Rumania es el típico adversario para conseguir un resultado entusiasta, para disipar dudas. Nada de eso hubo, en devolución, del amistoso en la gitana Bucarest. Por el contrario se ratificaron todas las dudas y se agregaron otras.

Al primer tiempo lo salvó el más polémico de todos los titulares, el arquero suplente de todos los clubes por donde pasa, Sergio Romero. Y un juez de línea que invalidó un legítimo gol local. ¿Cuántas veces Romero puede salvar a la Selección? Una más, dos; pero seamos honestos, las chances de que la entierre son mayores que estas esporádicas reivindicaciones. Y los jueces, así como ayudan, también perjudican. Ni Romero ni el asistente pueden ser tranquilizadores… Los cracks (casi) no aparecieron y ‘los discutibles’ mostraron por qué lo son.

El equipo otra vez fue un reflejo de Messi, sin luces. Sólo Agüero se pareció al de todos los domingos, pero Agüero no es un intocable de Sabella y se fue al vestuario en el segundo tiempo. Y un poco Di María, aunque estuvo más preocupado buscando posición que administrando juego.

En la segunda mitad hubo cinco minutos de ‘la Argentina que puede ser’ si tiene la pelota. Pero el reloj de la posesión y la fantasía se detuvo enseguida. La ‘mismise’ fue el padrón de juego reinante. Alguna que otra acción individual en el final, que siempre existirá en tanto estén en cancha los tres o cuatro magos que ya se sabe pueden hacer magia, pero nada colectivo, lejos de conformar un equipo. Sin Agüero en cancha creció Di María. Y nada más. Mascherano, bien, y otra vez Romero tapando pelotas que en otros partidos entran.

Es obvio que Argentina pasará la Primera Fase, porque ni queriéndolo puede quedar eliminada en un Grupo tan sencillo y con todas las facilidades que el sorteo le generó, de traslados, clima, Sedes, etc. Mientras Argentina sembraba dudas en Rumania, su principal rival Bosnia & Herzegovina caía ante Egipto, que tampoco estará en el Mundial, confirmando que ‘no tiene nada’. Pero los Mundiales no se ganan en la Primera Fase, recordemos que los finalistas del ’78, Copa que los Argentinos conocen de memoria, ni Argentina ni Holanda ganaron sus Grupos (Argentina fue segunda de Italia y Holanda de Perú); peor aún, ninguno de los otros semifinalistas venció su Grupo: Brasil fue escolta de Austria y Alemania Occidental lo fue de Polonia… Los Mundiales se ganan a partir de los Octavos de Final cuando empiezan a enfrentarse entre sí los mejores.

Allí se verá que, entre otros, Marcos Rojo es un error de Sabella. El ‘teléfono rojo’ era un teléfono simbólico que en tiempos de Guerra Fría unía Moscú y Washington, los mandamás de las enemigas Unión Soviética y los Estados Unidos podían hablarse en caso de urgencias que pusiesen en riesgo ya no sólo a ellos mismos sino al mundo entero y cuando los argumentos diplomáticos estuviesen agotados. Representaba –no había un teléfono rojo físico–, algo así como ‘la última alternativa’. Si ese teléfono pudiese instalarse en el fútbol comunicando a Sabella con el departamento de ‘emergencias finales’ de la AFA, el técnico debería usarlo ya mismo. Marcos Rojo es uno de sus dos o tres problemas principales, los que ‘aniquilarán el sueño argentino’. El lateral volvió a demostrarlo en Bucarest. Por su lado Rumania fue una fiesta.

En una entrevista a UOL, el portal de mayor audiencia de Brasil, hace menos de un mes, Sabella que es muy querido en este país -por su paso, tres décadas atrás, como jugador en el club Gremio de Porto Alegre-, reconoció que la diferencia entre ataque y defensa, en su selección, es grande, notoria, innegable. Lo sabe y lo dice, pero no hace nada para cambiar esa realidad. Entusiasmó la convocatoria de Lisandro López y Gino Peruzzi para este amistoso, pero los dejó en el banco, aún cuando ninguno de ellos sustituiría a Rojo. No los va a llevar, está haciendo ruido para luego decir “experimenté con todos”.

Falta reacción, un tic típico de los entrenadores argentinos que ‘se casan’ con ciertos nombres, con un esquema, con un equipo determinado al que se le dan cien oportunidades mientras a otros se le niegan todas. ¿Por qué esperar a levantar el ‘teléfono rojo’ hasta el día que suene el ‘teléfono blanco’? ¿Blanco? Sí, el teléfono blanco definió durante mucho tiempo a las comedias cinematográficas americanas ‘de falsa amabilidad’: todo lo que se decía a través de ellos era dicho con elegancia pero escondiendo, casi siempre, un final triste...

(*) Director Perfil Brasil y creador de Sólo-fútbol