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El Mundial de Brasil será recordado como el certamen futbolístico en el que las protestas sociales y el descontento popular más se hizo sentir al punto de -por momentos- eclipsar las noticias sobre las convocatorias de las selecciones, las estrellas y todo el color que rodea a la competencia.
Las autoridades que ocuparon el palco en el estadio Arena Corinthians lo sabían: "El horno no está para bollos", podría calificar una abuela la situación que se vivió en la inauguración de la Copa del Mundo. Así fue que Dilma optó por evitar cualquier discurso de apertura, pero nadie reparó en el anuncio de la voz del estadio de la máxima autoridad de la FIFA, Joseph Blatter. La mención fue tapada por un aluvión de silbidos e insultos.
