viernes 19 de abril del 2024

Argentina jugando y Brasil al mando no saben qué hacer en esta Copa

El flojo primer tiempo de la Selección ante Bosnia pone en alerta lo que puede ser este Mundial para el equipo de Sabella. Comparación con el resto de los sudamericanos.

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¿A quién agradecerle? ¿Al cuasi defenestrado arquero Romero por haber evitado la derrota con sus dos tapadas formidables? ¿Al minuto genial de Messi por anotar ese gol ‘de otro partido’ que nos dio la primera e injusta victoria? ¿O habrá que agradecerles a los bosnios por su falta de personalidad para animarse a empatarnos? ¿Por qué no decirle gracias a ese Dios que desaparece de mis pensamientos todo el tiempo pero clava algunas señales de su posible existencia, como este domingo, en el Maracaná?

Sería de mala educación no agradecer el 2-1 a quien sea el responsable, o a los responsables si fueron más de uno… Porque Argentina ganó pero no hizo méritos para ganar. Ni méritos técnicos ni aquel esfuerzo extra que uno espera en una Copa del Mundo. El debut fue horrible –sin precisión, sin velocidad, sin individualidades, sin actitud– y la victoria azarosa no puede esconderlo, tan siquiera disimularlo.

Alejandro Sabella, que se supone un buen técnico, en su primer partido mundialista arrancó con el pie izquierdo. Erró feo. Su inteligencia le permitió ver que no tiene defensa, pero la desesperación que ese descubrimiento le generó lo llevó a armar una línea defensiva de cinco hombres contra la débil Bosnia y Herzegovina (¿Cuántos hubiese alineado contra Alemania o Brasil?). No es amontonando gente atrás que se defiende un equipo. Frente a un solo atacante herzegovino y dos ‘ayudantes’ momentáneos, los cinco defensores nacionales, más el solidario Mascherano, dependieron asimismo de Sergio Romero para no salir silbados de la cancha. Se jugó tan mal frente a nadie que Marcos Rojo, su siempre peor exponente, no hizo papelón pese a la innecesaria tarjeta amarilla que ya supo conquistar. El mediocampo no fue mejor y el ataque rindió el 10% de lo que puede.

Creo que, en suma, hay que agradecerle a Dios (o a los que sacaron las bolillas en el sorteo) por habernos enfrentado en el debut a una de las peores selecciones de este torneo. Esa Bosnia, si sigue jugando así, no vencerá a Nigeria y vaya a saber uno cómo le va con Irán. Pensemos en la catástrofe que hubiese sido si debutábamos ante Holanda, esa que humilló a España. Sin ir tan lejos imaginemos que en lugar de Romero, en el arco argentino, hubiese estado el Iker Casillas de ese cinco a uno. Estaríamos llorando como niños sin Papá Noel. El primer tiempo fue el peor partido de los once jugados hasta ese momento en esta Copa, el peor de la era Sabella, peor que los que jugó Argentina bajo el mando de cualquier otro técnico que yo recuerde. Y atención, Romero, el eterno suplente de todos los clubes europeos por los que milita, ya había salvado al equipo en el amistoso de fin de año contra Rumania. ¿Será el Sergio Goycochea del ’90?

El gol en contra de los bosnios es otro factor para agradecer. Porque ese rival que salió a la cancha para pedirle un autógrafo a Di Maria, a conseguir la camiseta de Agüero y a sacarse una foto con Messi, quedó atolondrado por media hora ante tamaño infortunio inicial. No más que eso porque vio que Argentina era tan deficitaria como ellos, vio que el rival ni siquiera mostraba voluntad o apetito. Mucho toquecito intrascendente, mucho pase hacia atrás, muchas ganas de que el partido terminara rápido cuando apenas había comenzado. No buscaba golear y, para peor, Messi no pasaba a nadie, Di María entregaba pocas bien y Agüero no sumaba nada, como si todos extrañaran a Higuaín, ya que el técnico les había cambiado la fórmula conocida. Un horror. Ni siquiera daba para ir al baño porque las filas eran interminables, tanto como las de reposición de avituallas.

Sabella ‘apareció’ en el segundo tiempo. No sé si lo advirtió él mismo, si se lo dijo su ayudante Julián Camino o el Cristo Redentor carioca que se ve desde el Maracaná, pero lo cierto es que corrigió bastante del desquicio que había hecho inicialmente. Pasó de 5-3-2 a un más lógico 4-3-3, incluyendo a Gago que fue mejor que cualquier otro mediocampista y a Higuaín que mejoró el ataque. Fue otra Argentina, también sin relieve, pero por lo menos no tan lamentable como la del periodo inicial. Claro que Bosnia, a esa altura, ya no la respetaba y el partido, de no ser por esa jugada de un Messi que recuperó por un instante su magia de uno o dos años atrás, hubiese terminado empatado, justamente.

La hinchada argentina festejó desmesuradamente, como si hubiese conquistado la Copa. Eso da una idea de lo difícil que fue vencer ese pobre rival en ese paupérrimo cotejo. ¿Qué tiene que hacer Sabella para mejorar? No sé, pero inicialmente tomar un Lexotanil cada noche para poder dormir; cosa que no debe poder porque ese equipo le quita el sueño a cualquiera. Que Sabella duerma bien es fundamental, para despertarse con todos los reflejos en su máxima respuesta, como la que tuvo en el entretiempo en Rio de Janeiro. Si nuestro técnico no corrige todos los defectos mostrados, no encuentra el equipo, no aprovecha su capital ofensivo, mi hermano, sobrino y amigos que compraron el paquete de los siete partidos de Argentina, se volverán rápido, desilusionados y habiendo gastado un dinero que mejor hubiesen empleado haciendo una obra de caridad de las muchas que ciertos sectores del país necesitan. Pagar para ver a esta Selección, si no mejora, es tirar la plata.

IN TEMPORE: Ya jugaron las seis selecciones sudamericanas clasificadas. Brasil es la más indiscutida de todas, aunque tampoco haya lucido en su estreno. Las otras cuatro –Argentina, Colombia, Chile y Ecuador–, que clasificaron meritoriamente en la respectiva Eliminatoria, mostraron para qué están; y la restante, Uruguay, que llegó vía repechaje intercontinental, dejó claro por qué tuvo que disputar esa instancia. Por varios motivos, sumando lo visto hasta ahora, la Argentina de Alejandro Sabella es, de esta media docena de selecciones sudamericanas, una de las tres peores.

La Argentina es inferior a Brasil. Claramente. Toda la fuerza que Sabella puede tener adelante, y que no aprovechó contra Bosnia, Brasil la tiene atrás. Con la diferencia de que en su ‘flojo’ ataque ellos tienen a Neymar. Y Hulk –y la promesa Bernard…–. En tanto Sabella, en el fondo, sólo tiene agujeros. Además Brasil es local y eso, hasta la Semifinal, juega un papel fundamental, a favor; después la localía se transforma en presión inadecuada y puede perjudicar…

Si Colombia pudiese entrar en cancha completa, esto es con Radamel Falcão García que ni en la Lista de los 23 está, no sería un rival más fácil que la Argentina. Y ya lo demostró ante Grecia en su estreno. Pasará de ronda, aunque después José Pekerman –probablemente– la tendrá más difícil que Sabella. Pero, más allá de adónde llegue, Colombia tiene igual equipo y más plantel que la Argentina. La plantilla, al decir hispano, en general es más nivelada, lo mismo que cada una de sus líneas; aunque su fuerte crece a medida que se adelanta en la cancha, a favor de su escuela de buen manejo, ahora con definición en el ataque.

Es interesante observar que Colombia clasificó segunda en las Eliminatorias sudamericanas, tan sólo dos puntos atrás de la Argentina, siendo ambas las únicas dos que superaron el 60% de eficiencia. Pero, y más importante aún, es que cuando Pekerman asumió la dirección técnica cafetera (enero de 2012) la Argentina estaba tres puntos arriba en las posiciones; por tanto, si descontamos ese momento inicial y comparamos ambos países desde que Pekerman asumió, Colombia terminó un punto arriba de la Argentina. Fueron 32 a 30 pero en el periodo pinzado la cuenta da 26 puntos para Colombia y 25 para Argentina. La Argentina sólo clasificó primera por el triunfo que obtuvo, en la tercera fecha –15 de noviembre de 2011– sobre Colombia, dos a uno en Barranquilla: allí echaron al entrenador Leonel Álvarez y contrataron a Pekerman.

La otra Selección sudamericana que hoy por hoy es superior, como equipo, a la Argentina es Chile, aunque haya sufrido un poco en su debut para derrotar a la solo aguerrida Australia. La ‘roja trasandina’ fue tercera en las Eliminatorias, tan sólo dos puntos atrás de Colombia y a cuatro de la Argentina. El argentino Jorge Sampaoli asumió Chile casi un año después que Pekerman llegara a Colombia, en medio del torneo eliminatorio. Cuando tomó el comando chileno su equipo estaba en la sexta posición, con apenas 12 puntos cosechados en nueve partidos (diez fechas, una libre). También Sampaoli, en su ciclo, si comparado ese único periodo, fue mejor que Sabella en la Argentina; inclusive que Pekerman en Colombia.

El DT connacional llegó tras perder con Argentina dos a uno y debutó con derrota de uno a cero en Lima ante Perú, pero luego ganó cinco de seis cotejos. De 21 puntos disputados obtuvo 16, en tanto Sabella de esos mismos partidos / puntos consiguió 12 y Pekerman recolectó 14, aunque con un partido más porque en ese lapso no quedó libre. Claro que tiene el mismo problema de Uruguay y Argentina: le falta plantel, no tiene más que once o doce y esa es la diferencia a favor de Colombia y de Brasil, que pueden buscar opciones, tienen alternativas. También como Uruguay, su Grupo es una dificultad enorme. Es el otro Grupo de ‘la muerte’.

Uruguay llegó a Brasil con un plus que ya desperdició contra Costa Rica: aquí ya fue campeón del mundo, en 1950, y los propios brasileños le fabrican un ambiente favorable, ganador y natural de candidato a tener en cuenta. Le temen y ese temor los agiganta. Pero no sucedió en su debut, con Luis Suárez, su Messi, en el banco, el castillo de naipes de Tabárez se derrumbó. En el fondo Uruguay, que como Argentina tampoco tiene plantel, mostró por qué fue el último en clasificar para esta vigésima Copa.

Por fin, Ecuador. Única Selección sudamericana claramente inferior a la Argentina, como quedó demostrado en su estreno ante Suiza. Por más que el fútbol ecuatoriano haya mejorado, aún no presenta un equipo con pretensiones ni superior al de Sabella por opaco que este sea, entre otras cosas porque no tiene las cuatro estrellas que posee Argentina. La altura de Quito lo ayudó mucho para clasificar y no puede contar con ella en Brasil. No ganó ningún partido de los ocho que disputó en calidad de visitante en esas Eliminatorias. Este es su tercer Mundial, le falta experiencia y es evidente que su potencialidad no alcanza el nivel de Brasil, Colombia, y la Argentina. Ni siquiera el de Uruguay. En fin, aunque mejorado, sigue siendo Ecuador.

Insisto, aunque sólo Brasil y Argentina pasen a Octavos de Final –es una probabilidad–, ese pasaporte no indicará que el seleccionado de Alejandro Sabella sea, en la actualidad (cuando vive su posible peor momento, desde que el entrenador asumió el cargo), un equipo mejor o más confiable que Colombia y Chile si no pasaran a Octavos de Final; no sé si esta Argentina es superior a Uruguay que ya dio un buen paso para quedar eliminada. Pasar de fase no quiere decir mucho, tiene más que ver con los Grupos y otras circunstancias, los verdaderos rivales aparecen después. Allí podemos irnos rápido porque ya sabemos que los milagros sólo suceden con Caruso Lombardi o el Papa Francisco.

La pregunta final es la siguiente: si Argentina, como equipo, se muestra inferior a muchos de sus pares sudamericanos y en su debut mostró que no juega a nada, ¿puede aspirar a ser campeón del mundo? La respuesta es obvia: no. No alcanzará con Messi, un goleador fantástico, tal vez el mejor de la historia, pero incapaz de ponerse el equipo al hombro como lo hacían Maradona y Pelé. No será suficiente. No olvidemos que jugadores extraordinarios como Johan Cruyff y Michel Platini, que no eran goleadores en particular, pero producían más colectivamente no pudieron consagrar a sus selecciones; no será Messi quien salve a Sabella aunque junto a Romero lo hayan rescatado ante Bosnia. Ni será la ausencia de Tevez quien lo condene… poco iría a mejorar el bodrio actual.

IN TEMPORE II: Por último, la organización en el Maracaná fue un poco mejor que la del partido inaugural en el Itaqueirão de San Pablo, cuando jugó Brasil, pero también dejó mucho que desear. Más allá de que el Nuevo Maracaná destruyó el alma del antiguo, mató a la mística que rondaba el viejo estadio, la improvisación volvió a ser la norma en la noche del domingo. El país continúa demostrando que el Mundial le quedó grande. Brasil organizando su Copa se parece a la Argentina en cancha: todavía no sabe qué hacer, aún ofrece nada positivo para destacar. Hasta ahora es pura decepción.

(*) Director Perfil Brasil, creador de SoloFútbol y autor de Archivo [sin] Final.