jueves 28 de marzo del 2024

De Gaza a Jerusalén | En los bordes de la Franja

Tras la clasificación a la Copa de Asia, el fútbol de Palestina vive un momento histórico. Cómo fue su origen y la movida de la Federación para buscar futbolistas con raíces palestinas en todo el mundo. Las sensaciones del jugador argentino del Hapoel Jerusalem.

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Dos meses atrás, la selección de Palestina ganó su primer título, largamente festejado. Un premio a la pasión que los habitantes sienten por el deporte.

Ahed Atef Bakr, Zakaria Ahed Bakr, Mohamed Ramez Bakr e Ismael Mohamed Bakr fueron alcanzados por proyectiles israelíes que acabaron con sus vidas mientras jugaban al fútbol en una playa de la Franja de Gaza. La tragedia, ocurrida el 16 de julio, terminó con una escena simbólica: la de un grupo de chicos de alrededor de 12 años que pateaba una pelota como una manera de olvidarse un rato de tanto misil.

Esas ganas de fútbol no eran aisladas, ya que el fútbol de Palestina vive un momento histórico: la selección se clasificó en mayo a la Copa de Asia que se jugará en 2015 en Australia. Semejante logro fue obtenido tras ganar la AFC Challenge Cup, en las islas Maldivas.

La historia. El fútbol palestino disputó bajo la ocupación británica las eliminatorias para los Mundiales de Italia 1934 y Francia 1938, pero tuvo que esperar hasta 1998 para volver a competir internacionalmente. Eso ocurrió cuando la FIFA volvió a admitir a la Federación Palestina de Fútbol (FPF), después de la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y luego de 36 años de su fundación. Hay que tener en cuenta que Gaza y Cisjordania son territorios separados por Israel y que tienen diferentes administraciones; por ende, Palestina tuvo que crear una liga en cada territorio por los problemas para desplazarse de un país a otro. La West Bank Premier League, la de Cisjordania, es la profesional y desde 2008 se ha podido jugar ininterrumpidamente. Tiene 16 equipos y permite fichajes y jugadores de origen palestino-israelí. La Gaza Strip League es la amateur.

“Nos hacen la vida imposible, jugar así es quijotesco”. Así definió el máximo dirigente del fútbol palestino, Jibril Rajoub, lo que vive su federación con las constantes restricciones que sufre. Lo dijo tras el histórico primer título y después de que se le negara el ingreso al territorio al entrenador de la selección, el jordano Jamal Mahmoud, y detuvieran, como en múltiples ocasiones anteriores, al defensor Sameh Mar’aba, quien quedó a disposición del ejército de Israel por “haberse reunido con un miembro del brazo militar de Hamas en Qatar e intentar meter dinero, un teléfono móvil y varios mensajes escritos a Cisjordania”.

Ir adelante. Hay que sumar a eso la imposibilidad de convocar jugadores de Gaza, porque luego éstos quedaban varados en los checkpoints, y los bombardeos sobre la Franja que mataron a tres futbolistas internacionales en 2009 y destrozaron el estadio Ahli Alenserat, antigua sede de la selección. En ese momento Palestina pidió a la FIFA una sanción a Israel, pero recibió de parte de Joseph Blatter un “yo separo la política del deporte”.

Con esas barreras a cuestas, la Federación inició una incesante búsqueda de futbolistas con familiares de palestinos por el mundo a través de anuncios de prensa. Así consiguió al arquero Ramzi Saleh, quien juega en Egipto y es el capitán, o al central Omar Jarun, del Ottawa Fury canadiense, o el volante Imad Zatara, del Atvidabergs FF sueco. Ellos también fueron parte del título, tan sorpresivo como celebrado.

Jesús Baldaccini llegó a Israel cuando el conflicto se desataba. Cuenta como es jugar al fútbol en medio de sirenas que no paran de sonar.

Estar jugando un amistoso, que suene una alarma, ver que todos corren. Esconderse, volver a jugar y ver humo de misil reventado en el aire. Raro”. La anécdota que dejó en su cuenta de Twitter describe las sensaciones que recorren el cuerpo de Jesús Baldaccini, un argentino que decidió aceptar la propuesta del Hapoel Jerusalem y armó las valijas para viajar a Israel en el momento más álgido del conflicto con Palestina.

Luego de terminar su vínculo con Unión San Felipe, en Chile, el futbolista surgido en Gimnasia y Esgrima de Mendoza tomó una decisión que le cambiaría el panorama en cuestión de segundos: llevar sus goles a Israel. “Cuando di el sí, el conflicto todavía no había arrancado, y a medida que se acercaba la fecha de viajar el miedo empezó a crecer, pero ya había aceptado irme para allá”, cuenta el Flaco a PERFIL desde el otro lado del teléfono. Y del mundo.

A la hora de hablar de situaciones límite, el mendocino recuerda el momento más tenso: “En los días que estuve en Jerusalén no lo había vivido, pero fuimos a jugar un amistoso a Tel Aviv y en la mitad del partido comenzó a sonar la alarma. No sabía para dónde tenía que correr. Empecé a seguir a mis compañeros, que se iban al vestuario, y estuvimos un tiempo resguardados. Después salimos y reiniciamos el partido como si nada hubiese pasado. Para mí había sido algo impensado e irreal”.

Instrucciones. Su casa en la capital israelí es el Hotel Eldan, que lo recibió con una serie de indicaciones para cuando suena la tan temida alarma que anuncia el ataque enemigo. “En los lugares más alejados del conflicto tenés entre un minuto y medio y dos minutos para resguardarte”. El vestuario del Hapoel Jerusalem, que juega en la Liga Leumit (Segunda), es un fiel reflejo de lo que son las calles en Israel: todos hablan de lo que pasa a dos horas de ahí, en la Franja de Gaza. Los futbolistas comentan los videos del conflicto subidos a YouTube y las novedades que hay en

los medios.

Para quienes este conflicto bélico no es normal son su mujer Daniela y su hijo Thiago, a quienes Jesús debe tranquilizar cada vez que vuelve de los entrenamientos: “Yo intento explicarles también que no se dejen llevar por lo que ven, que estén tranquilos, porque si bien se están atacando constantemente, en Israel no cae ningún misil debido al sistema de defensa que tiene”.

Jugar a la pelota. La charla deriva en lo que lo hizo aterrizar en la tierra santa: el fútbol. “Acá es muy físico, y a mí como delantero me toca chocar contra defensores muy fuertes. Es todo muy táctico, pero por lo que vi tenemos un buen equipo y la idea es ascender”. Pero el día a día hace imposible olvidarse del conflicto. Para Jesús es muy común ver a los juveniles del equipo llegar al entrenamiento vestidos de militares: “Acá el servicio militar es obligatorio. Entonces, vienen, entrenan y se vuelven al cuartel”, cuenta.

Baldaccini asegura que su pensamiento acerca del conflicto bélico es otro desde el lugar del conflicto: “Intento buscar información para comparar con lo que acá me dicen. Esto hizo que escuchara las dos campanas. Por ahí en Argentina llega la información de que Israel es el malo de la película, pero bueno, esta guerra tiene una historia muy grande por detrás que es muy compleja. Acá lo que buscan es que Hamas deje de atacar, y dicen que los ataques israelíes son avisados y la gente palestina se aprovecha de ello para usar a los civiles”.

En el epílogo de la charla pide mandar un mensaje a los suyos: “Yo les diría que en Jerusalén está todo tranquilo, pero estoy consciente de que el conflicto está cada vez peor, que estoy a la espera de que no pase nada malo para poder vivir tranquilo y jugar el fútbol”.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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