jueves 28 de marzo del 2024

Clásico de La Plata, en la ciudad de la furia

El clásico platense, que se encuentra a horas de vivir su tercera edición en pocos días, deja para el análisis un sinfín de pormenores y hasta hechos delictivos. La historia de los brujos, relatores y una ciudad dividida.

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La Plata es la ciudad de la furia. Un enano disfrazado de brujo, un brujo, otro, que es brujo, un hincha patoteado hasta el salvajismo, un vicepresidente de Gimnasia que no pisa el estadio Único, un relator partidario que insulta a los jugadores durante la transmisión, un apuñalado a la salida de los palcos, heridos en partidos con una sola parcialidad, equipos muletos en las previas de los clásicos, los jugadores a las piñas. Ese odio.

El lugar donde la vida se divide entre patriotas con escudos de Estudiantes y Gimnasia cayó en la trampa del calendario: hoy será el día 18 de un corto lapso en el que Pinchas y Triperos se habrán enfrentado tres veces, dos por Copa Sudamericana y esta tarde por el Campeonato.

Cómo una seguidilla de partidos puede convertir a la capital de Buenos Aires en una guerra de zoombies, gritando y peleando por su equipo.

Hechizados. Mientras los futbolistas de Gimnasia hacen reconocimiento de campo, un hombre pequeño vestido de blanco se pasea por otro sector del estadio Único. Una especie de ritual en el césped donde el Lobo arrastra una estadística condenatoria: nunca ganó el clásico en esa cancha. El peor cachetazo fue el 0-7 en 2006, que continuó con una puesta en escena organizada al año siguiente. Conocida como el 7 del 7 del 7 (7 de julio de 2007), la procesión en la que marcharon los hinchas de Estudiantes fue el latigazo postrero.

Para romper con el maleficio, Gimnasia pensó en contrarrestar el efecto derrota. El circo montado para la ocasión no era obra de paracaidistas: la cuestión era golpear la esencia del rival. Estudiantes es la Bruja. Antes, Juan Ramón Verón. Ahora, Juan Sebastián. Un apodo que liga generaciones de futbolistas ganadores pero, ante todo, define un estilo de pertenencia. A través de la superstición, el club asume las cábalas con criterios que zigzaguea entre la táctica y el orden.

Manuel no es jugador ni entrenador ni dirigente, pero en Estudiantes cumple un rol protagónico. No es ídolo como la Bruja; pero es el brujo. Uno que hace su trabajo con esa rigurosidad que los hinchas consideran que debe conllevar su tarea. En el partido de ida de la Copa Sudamericana, Manuel no pudo entrar al vestuario visitante; se lo prohibieron los dirigentes de Gimnasia.

La revancha (o venganza) fue en el partido de vuelta. De los cuatro vestuarios que tiene el estadio Único, uno estaba inundado. Era en el que, casualmente, tenían que cambiarse los jugadores del Lobo. Las puertas, además, estaban pintadas con el famoso 7 a 0.

Quizás por cuestiones como esa el vicepresidente segundo de Gimnasia, Luis Díaz, haya decidido lo insólito: no ir nunca a ese estadio, donde suele hacer de local Estudiantes. Hoy tampoco estará: “Lo voy a ver por televisión o tal vez vaya al museo de Bellas Artes, porque hay cosas del fútbol que  me agotan”, le dice sin ironía a PERFIL quien también es uno de los arquitectos que trabajaron en la remodelación del estadio del Bosque.

“Para mí el estadio Único es inseguro”, justifica su ausencia el dirigente. Y pide un sinceramiento de los que tienen el poder: “Hay que terminar con toda esta locura”.

Ultraviolentos. Iban cuatro minutos del segundo tiempo y la ciudad sitiada se enteraba del gol de Vera, que le daba a Estudiantes su pase a octavos de final de la Sudamericana. Calles vacías, televisores encendidos en el mismo canal y una sola hinchada en las tribunas. O no.

En una de las cabinas, el periodista partidario Alberto Raimundi relataba por FM Revolución el tanto del delantero uruguayo, con un tono subterráneo: “Gol de ellos. No te pueden hacer ese gol boludo, la reputa que te parió”.

No había hinchada de Gimnasia. O sí. Después del partido, un grupo de unas treinta personas allegadas a la dirigencia salía del sector de palcos y se cruzó con siete de Estudiantes; sólo cuatro de ellos eran adultos y uno, Martín Gat, fue apuñalado. Lo paradójico: el hermano del agredido ese día no estaba en la cancha; es fanático de Gimnasia.

Si bien la investigación está en curso, hay indicios que apuntarían contra un ex empleado de Gimnasia, apodado el Bañero. El hombre puede verse en una foto de archivo saludando a Daniel Onofri, el presidente del club.

“El que empezó a provocar fue Ariel Debenedetti (vocal titular)”, le dice a este medio alguien del entorno del dueño del palco donde se ubicaban los hinchas de Estudianes atacados.

Ese día, el de la revancha, había una sola hinchada. Sin embargo, no escasearon los incidentes. Hubo cuatro cruces entre hinchas, según la policía. Y uno muy particular: quince de Gimnasia emboscaron a uno de Estudiantes. Además de golpearlo y sacarle la camiseta, los agresores decidieron vandalizar el cuerpo de la víctima como si fuera una pared: lo pintaron con aerosol con los colores de Gimnasia.

(*) Esta nota forma parte de la edición impresa de Perfil.