viernes 19 de abril del 2024

Los "valores" del rugby en el país de Barreda

Pocos saben que aún hoy, en nuestro país, existen clubes de rugby tan machistas como una centuria atrás. Está claro que los ‘valores’ del rugby, tras sus ‘derrotas dignas’, no siguen creciendo…

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Estamos en el Mes Internacional de la Mujer y la mejor manera de homenajearla es evitando su discriminación. ¿Cómo? ¿Qué eso es cosa del pasado? Pase y lea (sin olvidar que estamos en el país donde a Ricardo Barreda se le grita ‘ídolo’ y ‘maestro’).

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En ‘Argentolandia’, el país de los ‘argentos’, se riegan los sofismas como si fuesen verdades inapelables que merecen cultivarse. Algunos de ellos se plantaron en tierras deportivas. El rugby, por ejemplo, es un sembrador por excelencia de argucias y falsas ilusiones. La frase-verdad que resume a todas las otras, porque es la que más esconde la índole perdedora de este deporte en el país, es aquella tan trillada de que “diferentemente del fútbol, el rugby no persigue resultados, es un deporte formativo”.

Se podría continuar con una sarta de clichés unidireccionales, como “es una herramienta transformadora, cultiva el espíritu, enseña valores distintivos, educa con ideales únicos” y mucho más bla, bla, bla pero es mero pleonasmo conceptual, no hace falta. No, porque no existe mejor catecismo para justificar derrotas que el del rugby. Muchas expresiones, repetidas todo el tiempo, se instalaron como verdades aparentes en sus entornos, como aquellas que divulgaban las bisabuelas: “Cuando se muere, el cabello y las uñas siguen creciendo”. Falacias que, de tanto escucharlas, muchos las creíamos y otros tantos las creen y nadie las desmiente o no se escuchan las desmentidas.

Ninguna es trascendente, claro, y pocas tienen importancia porque la mayoría son paparruchadas, pero casi todas están dichas desde la soberbia, esa que imagina y fortalece aquello de que sólo el rugby forma hombres de elevados valores individuales y colectivos, de altos principios ‘más allá del deporte’, como si los demás deportes no lo hicieran. Todos son formativos. ¡Todos!. Porque todos enseñan, todos construyen. Es mentira que los benditos clubes de rugby sean ‘diferentes’, ‘mejores’ simplemente porque son –fueron– de elite, como se lee en los trasfondos. Pura pedantería de una ‘belle époque’ que se extinguió con los tiempos. No por acaso somos tan sólo lo que somos y no un país superior. No hay más mentores nacionales. Se acabaron los Sarmientos. Mintámonos menos.

Quienes repiten esas frases rugbísticas como si fuesen salmos bíblicos nunca ‘vivieron’ un gimnasio de box o un club de básquet, vóley o del propio fútbol, cuya obra en la mayoría de los casos es muy superior a la de las instituciones de rugby porque el fútbol siempre “sacó a los chicos pobres de la calle y los colocó frente a una oportunidad”. Además de mejorarlos y transformarlos, en algunos casos, en campeones mundiales y no simplemente en ‘perdedores dignos’. La historia de los clubes de rugby, fuera de algún ejemplo moderno chaqueño o tucumano entre otros pocos, no sacó a nadie de la calle, se alimentó con los de buen pasar, de colegios privados bilingües y universidades. Pero todo se disfraza en la ‘patria burra’. Es ‘Argentolandia’ que alguna vez fue Argentina.

Pocos saben, casi nadie, yo mismo hasta poco tiempo atrás, aunque de esto ya se ha escrito otras veces, que aún hoy, en nuestro malhadado país, existen clubes de rugby tan machistas como una centuria atrás. Extremistas en su machismo. Para ellos Eva lo tentó a Adán, Eva es la culpable y debe pagar su pecado. Uno de esos clubes, posiblemente el más expuesto, es el Club Universitario Buenos Aires (CUBA de aquí en adelante).

Esta institución, fundada en 1918, generó muchas cosas positivas desde entonces –no es eso lo que se discute aquí–, como la Fundación que sostiene con vigor. Pero… sus reglas son genéricamente discriminatorias, además de elitistas o pretensiosamente aristocráticas como las autodefinieron siempre sus propios asociados. No por acaso Juan Domingo Perón (que no es santo de mi devoción) removió esos fundamentos obligándolos a abrir las puertas a todos los vecinos y no sólo a ‘poseedores de título universitario’ (la fiesta popular duró poco: en las entrañas del CUBA se aplaudió con manos incansables la caída del demagogo cuando la ‘revolución libertadora’ de 1955 –sí, sí, ya lo sé, en Argentina es difícil elegir un lado para posicionarse, por eso hizo tanto mal el peronismo como el antiperonismo–).

Absorbiendo todo lo que era ‘british style’ y estaba diseminado en los Estados Unidos, los estudiantes de medicina de la Universidad de Buenos Aires quisieron tener su propio Gentlemen's club –no confundir con los clubes de strip americanos–. Estos ‘clubes de caballeros’ fueron moda en el West End londinense en el siglo XIX cuando, coincidentemente, por allí nacía el rugby. Eran tiempos universalmente machistas: recordemos que la mujer universitaria, en la Argentina, tiene poco más de un siglo aunque en 1824 una francesa, Verónica Pascal, se haya recibido de obstetra en estas tierras, pero casos como ese eran excepcionales (en la primera zafra de egresados de una facultad históricamente de alumnado femenino, como lo es la de Filosofía y Letras de Buenos Aires, sólo se diplomaron cuatro mujeres: era 1901).

Aquellos universitarios, expulsados de la Asociación Cristiana de Jóvenes por comportamiento inadecuado, nacidos en 26 familias favorecidas –todas criollas–, se transformaron enseguida en 95 socios, los que fundaron CUBA. Fundaron un club de rugby y machista en el cual, para evitar dudas sobre gustos y tendencias de estos muchachos sin mujeres a su alrededor, se dejó escrito (libro de los 40 años) que sus pioneros eran ‘hombres hechos y derechos’. En otras palabras usadas entonces, ‘no eran torcidos’. Homosexuales, gay en palabras actuales. Les gustaban las mujeres… aunque sólo las querían en la cama y en la cocina.

Pasó el tiempo y todo fue más o menos parecido. En 1996 el socio José Osvaldo Casás quiso asociar de modo directo, no como una extensión suya, a su hija y no pudo. Consecuentemente escribió el libro ‘Razones’ contando la peripecia y argumentando los motivos por los cuales la entidad debiese modificar su absurdo estatuto. Pide, en uno de sus párrafos del prólogo “una actitud respetuosa para la dignidad de toda criatura humana, basada en la igualdad de su condición a pesar de la diversidad de su género, como varón o mujer”. Esto aún cuando, como hoy día, el 20% de sus concurrentes son mujeres (esposas, hijas que ingresan gracias al varón de la familia que ‘les hace el favor’). Curioso: cuando el libro ‘Razones’ estaba en las librerías accedió a la presidencia de la Nación Argentina Fernando de la Rúa, distinguido socio del CUBA. Ciertamente no sería él con su consabida inoperancia quien pediría para cambiar los estatutos del club que frecuentaba…

Pero, aún mejor que en el individual caso Casás, la discriminación se encuentra hurgando en sus procederes internos, los de uso de sus propias instalaciones, como en las cabañas que posee en el sur del país, en el complejo ‘El Arbolito’. Allí, en su reglamento de uso de 2008 –relativamente reciente–, en el punto 7.3 dice: “DE LOS INVITADOS: Los socios podrán proponer invitados del sexo opuesto, sólo por nota dirigida al Secretario General del Club o al Secretario de la Sede, que considerará la propuesta y sólo en caso de ser aceptada, la inscripción será válida”. La raíz sexista está viva: las mujeres alcanzan el rivalizante rango de ‘sexo opuesto’. Mejor que en el reglamento original del club, redactado en 1921, donde no hay escrita ninguna línea que prohíba a las mujeres. ¡Simplemente las ignora! No existen.

Por causa de nota periodística publicada en 2011 en el diario Tiempo Argentino, criticando el sexismo de este club tan ‘formativo de ciudadanos ilustres’, con una decena de títulos cosechados en el rugby porteño, un año después, en noviembre de 2012, la Comisión Directiva del CUBA aprobó ciertas modificaciones reglamentarias para beneficio de familiares femeninos de sus asociados varones. Aún lejos de permitir que las mujeres puedan ser socias de la entidad por derecho propio, fue un paso adelante.

Básicamente se corrigieron media docena de artículos permitiendo –¡grande, macho!– que a partir de esa fecha las mujeres en el CUBA dejasen de llamarse ‘adherentes’ o familiares, para ganar el status de ‘asociadas’. Pero, señores, a no confundirse, las mujeres siguen dependiendo de sus padres, abuelos, hermanos o maridos para pertenecer a este club de rugby, y solo ‘mediante’ su vinculo pueden acceder al apreciado grado de ‘asociadas’.

Alterado, el reglamento actual admite que las asociadas paguen sus propias cuotas (¡ni pagar podían!) y que, cuando el ‘socio incorporante’ fallece permanezcan en el club por derecho propio y puedan solicitar el ingreso de sus hijos. Actualmente también pueden firmar su solicitud de ingreso que antes le era negada y, créalo, ahora acceden al salón comedor: humilladas a ese extremo, no podían hacerlo hasta ‘ayer’…

También se acabaron las preferencias para reservas de instalaciones, salones, canchas, horarios que poco caballerescamente beneficiaban sólo a los hombres. Las damas jugaban si la cancha estaba libre. Otra mudanza importante, aunque incompleta, es que las asociadas con más de 10 años de antigüedad ya no pueden ser dadas de baja, sin su consentimiento, caso el marido continúe en la entidad y se hayan divorciado (caso típico: “nos separamos pero en mi club vos no pisás más”). ¿Por qué no con nueve, cinco o tres años de antigüedad?

Igual hay mucho por modificar, porque ‘ellas’ aún mantienen dependencia del socio-hombre, ya que si éste por alguna razón es dado de baja –falta de pago, conducta improcedente–, la asociada queda automáticamente desvinculada (esto aplica para todas las asociadas, salvo en el caso de muerte). Otra. Las damas, que pueden gobernar el país, no pueden comandar el CUBA: las 27 comisiones directivas que ejercieron hasta hoy, a lo largo de la historia, siempre fueron integradas exclusivamente por hombres. Buenos muchachos. ¡Vamos Barreda todavía!

Rescato, a continuación, otras cuatro circunstancias aún hoy vedadas a las mujeres, que algunas de ellas listaron en un site solicitando su ‘aggiornamiento’ y el club archive su vergonzante sexismo:

1) Si una mujer universitaria quiere integrarse al club (incluso en carácter de asociada, no de socia) sin tener vinculo con un socio, no puede hacerlo. 2) Las ‘asociadas’ siguen sin poder participar en el Consejo de Administración de la Fundación CUBA, ya que el estatuto de la Fundación establece que solo los ‘socios’ del Club pueden hacerlo. 3) La titularidad de amarras en las instalaciones del CUBA Núñez sigue siendo exclusivamente para ‘socios’ masculinos. Las asociadas no pueden tener una amarra a su nombre. Y 4) El club continúa requiriendo que las propiedades en su proyecto inmobiliario CUBA Fátima estén escrituradas a nombre de un socio hombre (si bien la CD permitió alguna excepción, lo cierto es que el requisito permanece y discrimina a toda ‘asociada’ que quiera adquirir una propiedad en esa sede como bien propio).

Rematando, me informan que si una ‘adherente’ se casaba con alguien que no pertenecía al club, quedaba automáticamente prohibida su entrada. En el CUBA la testosterona hegemónica por siempre fue la masculina. Pareciese que las mujeres sólo pueden parir rugbiers (a ‘los Pumas’ el CUBA le entregó representantes como Ignacio Corleto y los hermanos Miguens) pero no ser sus socias. ¿Saben en este club que las mujeres votan, legislan, ejecutan y juzgan destinos más relevantes que los de un club sexista?

Bien, esto no es sólo cosa del CUBA, le atañe al rugby argentino que lo cobija. Ese que forma hombres ‘hechos y derechos’ pero ignora a las mujeres. Debe ser por ello que en rugby femenino hasta Brasil que casi no practica rugby nos pasa por arriba: en Seven se jugaron diez torneos sudamericanos, los ganó todos Brasil que nos superó en seis finales incluyendo la última, la de 2014. ¿Después le vamos a reclamar una medalla olímpica, en Rio 2016, a las mujeres del rugby?

¿Esos son los valores que los clubes de otros deportes no enseñan y tanto enorgullecieron y enorgullecen al rugby? Sus valores están más próximos a Barreda que a los sofismas que quieren inyectarnos y a tantos anestesiaron y anestesian aún hoy. Está claro que los ‘valores’ del rugby, tras sus ‘derrotas dignas’, como los cabellos y las uñas cuando se muere, no siguen creciendo…

IN TEMPORE: Por si acaso alguien no lo sabe, Ricardo Barreda es un odontólogo de la ciudad de La Plata, que en 1992 mató a escopetazos a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas, en premeditado orden buscando beneficiarse hereditariamente. En 1995 se lo condenó a prisión perpetua pero, en 2008, fue beneficiado con arresto domiciliario, por su ‘buena conducta’ y por ser mayor de 70 años. Hoy, aunque con ‘problemas de convivencia’ está casado nuevamente y es una figura popular que inspiró programas de la TV de ‘Argentolandia’, donde se lo ‘homenajeó’ con letras de rock, cumbia y milonga y libros, entre ellos uno titulado ‘El hombre que no amaba a las mujeres’, título que, pasado a plural, podría servir para contar la historia del CUBA.

IN TEMPORE II: Aclaro que en el CUBA no sólo se practica rugby: boxeo y básquetbol tuvieron sus momentos de gloria bajo su escudo; en su ring peleó Ángel Firpo, ‘el Torito de Mataderos’; también formó parte entre las entidades fundadoras de la Federación Argentina de Básquet. En sus instalaciones se juega squash, golf, paleta, se practica natación y varias disciplinas más. Su ateneo y su biblioteca son interesantes, según me informan: jamás lo pisé. Pero, se quiera o no, es un ‘club de rugby’. Desde el vamos. Se inició jugando rugby en campos prestados en Santos Lugares, aunque los futuros médicos se reuniesen en el centro porteño, se lo parió en plena Corrientes, cuando todavía no era avenida (hoy su sede central es vecina de la AFA en la calle Viamonte).

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Conmemoremos el Mes Internacional de la Mujer con la grandeza que ellas merecen.