viernes 29 de marzo del 2024

Moscú 1980 y la pesadilla del boicot

La triste historia del seleccionado argentino de básquet que se clasificó por méritos deportivos a los Juegos Olímpicos, pero por decisión política no pudo viajar a la Unión Soviética.

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Faltaban pocos días para que finalizara el mes de abril de 1980. El torneo Preolímpico de Básquetbol llegaba a su fin con la séptima jornada y la Argentina conseguía una histórica clasificación para disputar los Juegos Olímpicos de Moscú. El último partido, con una celebrada victoria por 86-75 ante Cuba (después de 13 años sin poder vencerlos) permitió alcanzar el tercer lugar y marginar a los propios cubanos, México, Uruguay y al cuco de aquellos años, Brasil, que había llegado tercero en el mundial de 1978.

A 35 años de aquella hazaña argentina, vale la pena recordar lo que pudo significar para ese grupo de jugadores que tenían talento y coraje en dosis parecidas: Eduardo Cadillac, Miguel Cortijo, Carlos Raffaelli, Carlos Romano, Jorge Martín, Adolfo Perazzo, Luis González, Carlos González, Gustavo Aguirre, José Luis Pagella más los juveniles Gabriel Milovich y Mauricio Musso, fueron la docena de hombres que lograron un objetivo deseado y esperado, porque la Argentina llevaba 28 años sin llegar al básquet olímpico.

La anterior participación había sido en Helsinki, Finlandia, durante 1952. Aquel equipo heredaba la base del primer campeón mundial de 1950 y obtuvo el cuarto puesto, al caer en las semifinales ante Estados Unidos y luego frente a Uruguay. La medalla quedó para los orientales, pero el esfuerzo valió la pena. Ese grupo de jugadores sería luego sancionado porque se los acusaba de haber actuado de manera profesional, lo que provocó su ostracismo y marginación. El gobierno militar que derribó al General Perón lo hizo y generó una parálisis mayúscula en el básquetbol nacional.

Otros eran los tiempos en 1980, aunque también había una dictadura militar en el poder. La Argentina no lograba plasmar en resultados –salvo en el Sudamericano de Bahía Blanca en 1979- lo que producía un grupo de jugadores de alto nivel continental, pero fue en el torneo Preolímpico cuando todo cuajó para conseguirlo.

Hubo debut y derrota previsible ante el local Puerto Rico (fue 99-93 y los jueces hicieron lo suyo en contra nuestra), para luego vencer a México por 104-79 y volver a perder, ante el duro Canadá por 89-86. Como los tres primeros lograrían el pasaporte a Moscú, se le pudo ganar a Uruguay sin problemas (97-86) y debía definirse la clasificación ante Brasil, el jueves 24 de abril en San Juan de Puerto Rico.

Con Miguel Ángel Ripullone en el puesto de entrenador y el asesoramiento personal de Ranko Zeravika, la Argentina planeó un partido especial ante el quinteto brasileño que mostraba a varios de sus grandes figuras como Carioquinha, Marcel, el temible tirador Oscar Schmidt, Gilson y Marquinnhos, entre los mejores del continente. Por aquellos años no existía la línea de triples y los puntos valían solamente dos o uno, cuando era un tiro libre.

Argentina arrasó a Brasil por 118-98, a partir de un formidable despliegue defensivo, una ventaja indescontable en la lucha por los rebotes, atrapados en su mayoría por el Gurí Perazzo, Gustavo Aguirre y el lungo Luis González, aquel “plumero” de 2.12m que brillaba en el Ferro de León Najnudel. La conducción maestra del Tola Cadillac en el juego y su habilidad para hacerle un caño a un desesperado Carioquinha en medio del lance, mostraron quién era el más guapo y el mejor.

El público boricua había asistido al Coliseo Roberto Clemente a presenciar un clásico sudamericano con claro favoritismo brasileño, pero fue cambiando de parecer y se hizo hincha argentino. El principal responsable fue Carlos Chocolate Raffaelli, autor de 36 puntos, certero encestador de cuanta pelota andaba cerca suyo. Y los 23 puntos de José Luis Pagella, inquieto y valiente en cada balón que había que disputar. Después de la corta pero ruidosa celebración, había que ganarle a Cuba: al otro día, la Argentina no defraudó, fue 86-75 con Jorge Martín y Gustavo Aguirre como abanderados.

La clasificación quedó en el bolsillo, junto con boricuas y canadienses. El resto, a sus casas. Sin embargo, tras el anuncio de los Estados Unidos de iniciar un boicot a la Unión Soviética por la invasión a Afganistán, muchos temimos lo peor: que la Argentina, como país títere del poder norteamericano, reaccionara de la misma forma. De Puerto Rico, estado libre asociado de EEUU, era seguro que se esperara eso y también de Canadá.

El 8 de mayo, la Cancillería argentina recomendó a los deportistas de nuestro país no asistir a Moscú ’80 para no quedar como adheridos a la invasión soviética a Afganistán. Se supo pronto, que el principal impulsor había sido José Martínez de Hoz, tras una reunión con hombres vinculados al gobierno norteamericano. El Coronel Antonio Rodríguez, presidente del Comité Olímpico Argentino, avaló la decisión y el básquetbol se quedó sin viajar.

Eso sí: Brasil y Cuba reemplazaron a boricuas, canadienses y argentinos. Incluso los brasileños, con su gran equipo, cayeron en cuartos de final por un punto ante Yugoslavia, que se quedó con la medalla dorada al derrotar a Italia. Y los militares no se plegaron al boicot económico a la URSS porque querían seguir vendiéndole cereales…

La pena fue enorme. El esfuerzo, la inspiración y el talento no sirvieron de nada, grandes victorias y una celebración esperada cayeron en el tacho de la basura. Sin embargo, el recuerdo para ese grupo de jugadores, para ese tremendo trabajo que nos llevó a la máxima ilusión, no hay que dejar de recordarlo. Con los años, quedará escrito como antecedente muy valioso de la Generación Dorada y de todo lo que vendrá. Para ellos, todo el respeto.