martes 16 de abril del 2024

Jugadores millonarios y clubes otarios

Mientras los futbolistas reciben suculentos ingresos, los argentinos siguen mal vendiendo. En Europa saben hacer dinero con nuestro producto original.

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Como decíamos ayer… Sí que el texto que sigue es una continuidad de la columna anterior ‘Pratto es argentino pero los negocios son ajenos’.

Hablemos de sueldos. Lionel Messi, en este instante el jugador mejor pago en el planeta, gana 40 millones de dólares por año. Eso sin contar casi otro tanto que se lleva por prima y demás ingresos. Pero no compliquemos y quedémonos sólo con su sueldo, que es unos 10 millones de dólares más alto que el de Cristiano Ronaldo. Son los dos jugadores mejor pagos. Ambos tienen contratos con clubes españoles, deficitarios aunque ‘ricos’, como vimos en el artículo de la semana pasada.

El PSG, líder del poco expresivo fútbol francés, paga los mejores salarios en el mundo a defensores. Sus dos backs centrales, los brasileños Thiago Silva y David Luiz, que perdieron siete a uno en el último Mundial ante Alemania, ganan 26 y 14 millones de dólares respectivamente, en concepto de sueldo –insisto– por año. Thiago Silva, por ejemplo, recibe más que su compatriota artillero Neymar, cuyo salario es de unos 22 millones de dólares, según el día en que se realice la conversión.

En nuestras pampas es difícil saber cuánto ganan los jugadores porque, como describe en el diario Perfil de este sábado el colega Nicolás Rotnitzky en su nota ‘Cuando el fútbol hace trampa’, la mala praxis del doble contrato es moneda corriente con la venal intención de evadir impuestos. AFIP sabe pero disimula. Todo se disimula en la ‘argrietina’, un país que funciona –dividido por innúmeras grietas– donde antes estaba la Argentina.

Pero se conoce que el xeneize Daniel Osvaldo, por seis meses, cobrará un millón de dólares y que eso lo convierte en el jugador mejor pago del país. Gago y Orión, también de Boca, y Teo Gutiérrez, en River, ganan la mitad: también un millón pero por todo el año de trabajo. El mismo autor, en una nota anterior, ‘Los millones que reparte la pelota’, detalló otros ingresos: “Un hombre de jerarquía —Federico Mancuello, Sebastián Saja, Walter Erviti— va de U$S 500.000 a U$S 700.000 anuales. Los de la segunda categoría —Ezequiel Cerruti, Lucas Licht— rondan entre U$S 250.000 y U$S 300.000. Un juvenil que firma su primer contrato en uno de los diez clubes recién ascendidos, en cambio, arregla por $20.000 mensuales; cerca de U$S 28.000 anuales. El sueldo básico, por convenio, es de $10.100. La brecha es enorme: el mejor pago del fútbol argentino gana 72 veces más que un joven que consiguió su primer contrato profesional”.

Así las cosas, un crack como Gago necesitaría jugar 40 años para ganar lo que Messi en uno. O treinta para equivalerse a una única temporada salarial del portugués Ronaldo. Muchos dirán que es justo y proporcional a lo que captan, aunque yo no lo comparta. Pero, y en esto si debemos coincidir todos, no guarda relación el ingreso de Gago con lo que gana Thiago Silva o cualquiera de los otros antes mencionados. El holandés Van Persie en el Manchester United, y Gareth Bale en el Real Madrid, siguen a aquellos en la lista de mejores pagos. También recibiendo, por sueldo nada más, cifras superiores a los 10 millones de dólares anuales están Rooney, Ibahimovic y el Kun Agüero en ese orden. Completa el Top Ten el polaco Lewandowski que, con sus ingresos en el Bayern Munich alemán, supera al mencionado David Luiz.

Messi, con su sueldo de un año, podría comprar a diez Lucas Pratto, el jugador más caro que vendió Vélez esta temporada como fue explicado en la columna anterior. ¿Porque este Vélez vende mal? Sí. ¿Porque el fútbol argentino vende mal? También. ¿Porque afuera se paga lo que nadie vale? Okey, de acuerdo. Pero si esas son las reglas de mercado, ¿por qué no aprovecharlas? ¿Por qué transferir por chirolas jugadores que luego y sólo por salario ganarán más de lo que el club argentino-vendedor recibió por el pase? Si ‘afuera’ tienen dinero no dejemos que sólo los jugadores se tornen ricos. Hagamos lo que el Porto de Portugal, como también escribí en la última entrega. Basta de jugadores millonarios y clubes otarios. Eso es imbecilidad.

Augusto Batalla, el arquerito riverplatense con más proyección según todos, va al Real Madrid a préstamo con una opción de tres millones de euros. Ridículo. Primero, es ridículo que vaya a préstamo, puede no adaptarse, etc. y volver valiendo monedas como tantas promesas que su paso europeo desinfló (algunas como Centurión, Racing, pudieron recuperarse, otras como Sergio Araujo, Boca, no). Los clubes deben entender que los cracks llegan a ser quienes son gracias a ellos que los cultivan desde los diez, doce años.

Las divisiones inferiores argentinas, aún aquellas que poco agregan, son la mejor plataforma que existe para fabricar cracks. No es casualidad que colombianos con talento como Falcao García o Alvarez Balanta desembarquen en un club como River siendo niños y no se queden en su país. El mundo entero lo nota menos la ceguera nacional, tan propia de nuestra ‘patria burra’. Además, aquí, después tienen la vidriera más observada por los compradores de talentos: nuestra Primera División. Fue con esa vidriera que Enzo Francescoli lo sedujo al ‘oriental’ Mayada para firmar por River, desechando otras ofertas algo más redituables.

Si Europa tiene dinero que pague lo que nuestros jugadores valen y lo que nuestros clubes merecen. El Barcelona está metido en un lio grande con la FIFA por lo que ilegalmente hizo cuando la transferencia de Neymar, engañando al Santos. El robo fue tan exagerado que terminó siendo descubierto, pero infinitas mentiras menores suceden en cada traspaso que nadie ve ni persigue. Siempre favoreciéndose los jugadores y sus empresarios (a veces algún dirigente). Y siempre perjudicándose nuestros clubes. Y usted, socio de club ‘argento’. La venta de jugadores es la mejor receta para generar ingresos que tienen las economías pobres y destartaladas como lo es la de Argentina. Entonces, que Europa pague. No regalemos como Gámez regaló a Lucas Pratto y tantos otros dirigentes a tantos otros cracks. Europa paga más y mejor si se saben hacer las cosas.

El ganador de la Champions League va a embolsar, este año, 41 millones de dólares, mientras que el campeón de la Copa Libertadores sólo va a engrosar su caja con cinco millones de dólares. Ocho veces menos. Todo es así. Ya vimos aquí las diferencias que hay entre lo que la televisión paga en Europa y lo que se paga aquí y que tanto asusta a los argentinitos. La semana anterior vimos cómo lucran muchas entidades del Viejo Mundo revendiendo a nuestros players. Ellos saben hacer dinero con nuestro producto original. No sólo con jugadores.

Alemania gana sesenta veces más que Brasil con el café brasileño. Un tercio del café que se toma en el mundo es brasileño y gran parte de él lo vende Alemania, que lo adquiere virgen, lo trata, y lo súper-factura, después de comprárselo baratito a Brasil. Peor, una parte ni la muelen. Los alemanes compran en 400 reales –moneda de Brasil– la bolsa de café de 60 kilos y la revenden, así, crudo, a los franceses en 800 reales. ¡El doble! Si lo industrializan entonces sí ganan sesenta veces más, porque (re)venden al equivalente de 400 reales cada kilogramo…

Hay algo congénito, en nosotros, latinoamericanos, tercermundistas, sudacas, que nos impide ver quiénes somos y cuánto valemos. Erramos para arriba y para abajo. Pedimos mucho por nada y muy poco por bastante. Somos puro bla bla. Agrandaditos y punto. Como dijo el Papa Francisco, los argentinos podríamos suicidarnos arrojándonos de nuestro ego, pero eso sólo se aplica a la hora de interpretaciones intelectuales. En los juegos de palabras. En las charlas de café. En divanes freudianos. Cuando nos paramos frente al espejo. En algunos salones de discusiones gaseosas. En la solidez de los negocios, no. Allí somos perdedores. Como casi todo el subcontinente.

Somos mejores coleccionistas de billetes que recaudadores de ellos. Pensamos más en su significado y simbolismo que en su valor intrínseco. Nos importamos por la marca de la cartera que por los billetes que hay dentro de ella. Como dijo un amigo: ¿Qué convierte a un vivo en un gil? Un pasaporte ‘argento’.

Tenemos todo para ser ganadores pero, salvo excepciones, somos perdedores. Que lo diga el rugby, una muestra infinita y eterna de cómo preferimos conceptualizar a concretar. No por acaso el tango es la música que nos representa en el mundo. El tango es nuestro porque sirve para llorar a la que se fue con otro, para dramatizar nuestro fallido cotidiano, para describir la derrota humana, civil y ciudadana que nos envuelve socialmente desde mucho antes de Perón (‘El General’ fue consecuencia y no causa). Está en el ADN nacional. No es nuevo aunque esté exagerado en las últimas décadas. Somos una entelequia. Nos falta cuerpo. La abstracción no nos deja consolidar. Somos una idea. Un día desapareceremos de los podios que supimos frecuentar. La evaporación del ‘ser argentino’ no es inminente pero ya está biodegradándose.

No es sólo en el deporte. Ni siquiera en el fútbol que tanto nos enorgullece y tanto entristece. Decimos tener unos artistas geniales pero después transformamos a Alberto Samid en par teatral de Moria Casán. Hasta nuestros taxistas sorprenden a los turistas con su ‘sabiduría política’. Pero después hacemos de cualquier cuatro de copa, como Del Sel, un político-esperanza, justificándolo en la necesidad de renovación. Imaginamos a Tinelli bailando en la AFA con sus ideas del sur – ¡lo que faltaba! –. Nos orientamos por un monumental traidor de causas propias y ajenas como Lanata. Nos peleamos por el peor uruguayo que la patria de Artigas ya parió. Votamos a una mujer para la presidencia por viuda y no por méritos. Dejamos que Bonafini y Carrió despedacen a todo el mundo sin pruebas y nos interesamos más por la boda de Loly y Rial que por cómo sigue la causa con los mal llamados fondos buitres. ¿Por qué el fútbol va a ser diferente? Es una idiotez mía creer que el fútbol puede ser mejor. No, no puede. Las islas responden a las mareas de los ríos o mares que las contienen. Ellas no administran el caudal de agua que invade sus costas. El fútbol es esa isla que el agua ‘argenta’ muchas veces tapa.

Claro que todo este ‘des-manejo’ de dineros impropios es universal; no fueron Chacarita ni Instituto los que cometieron la locura de pagar 100 millones de euros a Gareth Bale ni es River que le paga 40 millones de euros de sueldo, y sólo sueldo anual, a Messi. Pero eso es nada cuando se lo compara con la bolsa del último sábado, en la pelea más promocionada de todos los tiempos. El filipino Pacquiao ganó en Las Vegas, para ser robado en 12 rounds, nada menos que 120 millones de dólares. Messi tendría que jugar tres años, metiendo 150 goles para igualarlo. Peor, Mascherano en toda su gloriosa carrera no va a llevarse la fortuna del vergonzoso americano Mayweather: embolsó la friolera de 180 millones de dólares gracias a la televisión, el pay-per-view, las incontrolables apuestas y el insano mundo que nos rodea pero también alimentamos (la entrada más barata valía 5 mil dólares y el ring-side 25 mil y en las reventas el doble). El árbitro, que podía parar la pelea, descontar puntos, manejar el combate se llevó míseros 25 mil dólares, el precio de un único ring-side; y los jueces que por alguna causa fácil de imaginar tergiversaron el fallo, apenas 20 mil cada uno. Náusea es una buena sensación para sentir ahora.

El dinero lo está pudriendo todo. Especialmente el dinero ajeno, ese que usan a discreción, como amantes mal entretenidas con tarjetas de crédito sin límite, managers, agentes, empresarios deportivos y, claro, dirigentes que se comportan como hinchas malcriados. El millonario Paulo Nobre, presidente del Palmeiras, histórico club de San Pablo que en 2014 gastó casi 70 millones de dólares sólo en su Departamento de Fútbol Profesional (con ingresos totales en el club de 80 millones), acaba de prestarle a la institución casi 40 millones de ‘verdes’ porque no consigue salir de sus viejas deudas. En el segundo semestre Palmeiras bajó su presupuesto. ¿Cómo? Contratando un DT argentino (Gareca) y comprándole varios jugadores a Vélez (Alione, Tobio y Cristaldo) y al ex Boca Jrs. Mouche...

Palmeiras tiene 15 años para devolverle ese dinero al ostentoso Nobre. Un exabrupto. Todo es un exabrupto. Porque él tenga dinero no quiere decir que puede hacer lo que se le plazca con la entidad que preside aunque parezca un gran gesto, de gran hincha, prestarle ese dinero que el club jamás devolverá, y que –como siempre– terminará en un juicio y los socios serán, en definitiva, los más perjudicados pagando intereses y multas exorbitantes. No es el peor caso, el San Pablo, tan o más grande que Palmeiras, derrocha actualmente cada mes cerca de tres millones de dólares en intereses bancarios (ocho millones de reales). Y nadie va preso.

¡Y nosotros nos asustamos de nosotros! Hasta los criticables Moyano, padre e hijo, tuvieron su minuto de lucidez manteniendo al DT Almirón –para mí de buen trabajo en Independiente– porque el club les está pagando sueldos a cuatro ex entrenadores, además de sobrellevar un juico con Menotti que acaba de embargarlo por 500 mil dólares. Paren el mundo, quiero bajarme!!! Diez puntos para el presidente de Racing. Victor Blanco, que no comprará a nadie para sustituir al lesionado ‘Discoteca’ Núñez: “Que Cocca mire las inferiores”, sentenció. Vuelvo a subirme al mundo. ¡Gracias Blanco!

En este 2015 el DT portugués José Mourinho va a ganar, en el Chelsea londinense, 18 millones de dólares de sueldo. Más que todo el plantel de River junto incluyendo a Gallardo. Carlo Ancelotti, el italiano del Real Madrid, con sus 15,5 millones de euros recibirá más que todo el plantel de Racing con Cocca en la cuenta. Y el español Pep Guardiola, en el Bayer Munich alemán (¿notaron que nadie dirige en su país?) ganará más que todo el plantel del San Lorenzo de Tinelli y su clon Lammens, 15,2 millones de euros. Y eso que aquí se paga más de lo que ingresa. Pero, si esos mercados pueden abonar tales sumas siderales y desprovistas de cualquier lógica a entrenadores, que todos sabemos no son el quid de la cuestión porque sin jugadores aptos no son nada, bien pueden pagarnos más los fichajes de cracks que tanto desean y que, generalmente, son superiores a los que ellos producen. No es casualidad que las tres camisetas más vendidas este año en Inglaterra sean de tres sudamericanos: del argentino Di María (Manchester United) 9,6%, del chileno Alexis Sánchez (Arsenal) 3,8% y del brasileño Diego Costa (Chelsea) 2,3% del total.

El entrenador brasileño Wanderley Luxemburgo –Flamengo– acaba de ser suspendido por dos fechas por la Federación de fútbol de Rio de Janeiro, por criticar el reglamento del torneo estadual (provincial) que limita a sólo cinco, los jugadores de inferiores a inscribir en los planteles oficiales. Luxemburgo tiene razón. Es una de las mayores burradas que ya oí en el fútbol. En vez de incentivar las divisiones de base se las cohíbe. Obviamente lo que se pretende es que haya más transferencias, algo siempre conveniente para dirigentes deshonestos.

En Argentina, que yo sepa, no hay inhibición, cuota, número prefijado. Y eso está bien, aunque sería mejor si probáramos con un reglamento que obligue a los clubes a escalar en sus alineaciones titulares, en todos los partidos, a un sub-20, es decir un jugador que tenga menos de veinte años. Obligatorio. Supongo que descubriríamos más Driussis, Cubas y Viettos de los montones que ya descubrimos. La misma ley debiese obligar a que todos los clubes también alineen a un jugador de más de 35 años para incentivar los retornos y prolongar la esperanza de vida útil en Primera. Una cosa no quita la otra, aunque ese es tema de otra columna.

En Inglaterra, en 2016, probablemente haya cambios. Cambios que si otros copian pueden ayudarnos a nosotros a vender mejor. El principal directivo de la FA, Greg Dyke, propone mejorar el fútbol del Reino Unido limitando el número de extranjeros. Hoy es absurda la cantidad de foráneos que invadieron un fútbol tradicionalmente reacio a lo ‘no british’. Advierte que esa ‘plaga’ le hace mal a su selección, a las promesas locales que tapa y a las arcas de los clubes. Propone, básicamente, tres cosas: que “se reduzca de 18 a 15 años la edad para que un jugador se considere ‘formado en el club’”; que “se aumente de ocho para doce la cantidad obligatoria de jugadores ‘formados en el club’ dentro del plantel de 25 profesionales que las entidades deben presentar ante la FA” (allí también hay cupo…); y que “apenas el mejor jugador de su país original, fuera de los que integran la Comunidad Europea, sea permitido de actuar en Inglaterra”. Si esto se aprueba, los británicos comprarán menos. Ok. Entonces que paguen más por lo poco que compren. Puede suponerse que otros países ‘infectados’ irán atrás de esta modificación. Me gustaría que ocurriese. Eso nos obligará a vender menos y cobrar más, por lo que disfrutaremos más tiempo de nuestros cracks, que vestirán más veces las camisetas de clubes nacionales y, cuando emigren, dejarán un dinero más digno para el club que los formó.

Eso sí, en contrapartida perderemos el negocio del simple ‘made in Argentina’. Pues, dejaremos de vender jugadores que sólo son vendidos porque ‘son argentinos’ pero, la verdad, no pueden ser titulares ni siquiera en Sacachispas. El único mérito que tienen es haber nacido en el país de Maradona y Messi. Lo mismo pasa con los brasileños que van a mercados europeos apenas por su pasaporte, que es el mismo que tiene Pelé y los integrantes de su seleccionado cinco veces campeón mundial. Nada diferente sucede con Uruguay que vende cracks y pataduras gracias a su historia. Ya Chile, Paraguay, Perú, Colombia, rara vez transfieren alguien por ser ‘sudamericano’; en general venden aquello que merece ser vendido. Mejor dicho, comprado… Nada es perfecto, pero buscar la perfección no es perder tiempo ni tomar un atajo equivocado, aún en el fútbol donde ‘las cortadas’ no sólo aparecen adentro de la cancha…

IN TEMPORE: Juan Sebastián Verón. Ya dije aquí que no me gustan los ex jugadores metidos a dirigentes. Pero le di crédito a Verón. Me parecía, como Passarella en su momento, un caso diferente. Bien, como el ‘Kaiser’, la ‘Brujita’ no parece estar a la altura. Despidió a un entrenador en menos de lo que canta un gallo, puso a un amigo sin experiencia en su lugar y amenaza a periodistas que convida a jugar al fútbol en su club. Hummm…