viernes 19 de abril del 2024

El Panadero y los vigilantes

Adrián Napolitano no sale de su casa y vive bajo amenaza de muerte. La Doce lo busca porque le cortó un negocio millonario. Galería de fotosGalería de fotos

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La vida de Adrián Esteban Napolitano jamás volverá a ser la misma. El hombre de 37 años ya no se vestirá con tiradores ni lucirá su gorro de lana amarillo con aroma a diferentes canchas del mundo. Mucho menos regresará a la bandeja baja Norte de la Bombonera, como lo hizo durante toda su vida. Aquella decisión de lanzar un líquido tóxico hacia los futbolistas de River que atravesaban la manga rumbo al campo de juego lo ubicó en una posición de extremo peligro de cara al futuro. “Al Panadero lo queremos muerto”, avisó uno de los líderes de la barra de Boca en medio de una crisis institucional que cada segundo se agudiza un poco más. “Que agradezca si va preso, porque es el lugar más seguro en el que va a estar”, manifestó otro miembro de la hinchada que, a su vez, hizo cargo a un importante directivo de la institución de haber facilitado las direcciones y los teléfonos de uno de los agresores de los jugadores millonarios.

El hombre de Lanús, dueño de tres panaderías, no puede salir a la calle ni a comprar el diario. No tiene contacto con su esposa, promotora de Turismo Carretera, ni lleva a su hija al colegio, tal como solía hacerlo. Mucho menos habla con su hermana Myrna, nuera de Carlos Legnani, creador y director general del equipo periodístico Campeones y, a su vez, mujer de extrema confianza de Noelia Quindimil, concejal de Lanús por el Frente Renovador.

Desde el entorno del Panadero aseguran que se encuentra arrepentido y con mucho temor de salir a la calle. “Confiamos en que la sociedad le va a dar una segunda oportunidad de demostrar que no es un violento”, manifestó un familiar. Entre cuatro paredes de una habitación prestada en una zona de poco movimiento, y con una culpa que no lo deja dormir por las noches, el barra de Boca más famoso de los últimos días comprende que el país entero lo hace responsable de una actitud delictiva. Pero además, el núcleo oficial de La Doce lo acusa de una traición: haber dejado afuera de la Copa Libertadores al club de la Ribera, y en consecuencia, cortado un negocio de unos veinte millones de pesos en los bolsillos de la barra durante los partidos que dure la sanción.

Desde el entorno del Panadero aseguran que se encuentra arrepentido y con mucho temor de salir a la calle.

Su familia se encuentra asustada y desde el pasado lunes, cuatro móviles policiales custodian sus comercios en Valentín Alsina y Caballito. Lo mismo ocurre en el domicilio particular en el sur de la provincia de Buenos Aires, lugar al que lo fueron a buscar para vengar por mano propia el honor de los violentos. “Este boludo no pertenece a la barra, jamás se subió a los fierros. Lucró con nosotros, por eso ya lo vamos a encontrar”, expresaron desde el círculo de Rafael Di Zeo. “Desapareció del mapa porque lo están rastreando para matarlo”, explicó una vecina atemorizada, no sólo por el futuro del Panadero si no también por el estado de alerta del barrio. “Parecía un pibe normal, pero desde que su cara apareció en los diarios no volvimos a verlo”, complementó un almacenero que lo conocía de chico. Las únicas personas que tiene contacto con el autor de la agresión son sus abogados, Javier Raidan y Hernán Carluccio, quien aportó algunas sensaciones: “Lo noté descolocado, asustado y no entendiendo lo que estaba pasando. Le preocupan las represalias que otras personas puedan tomar contra él”.

Los hinchas, con bronca por la eliminación del conjunto del Vasco Arruabarrena, de inmediato apuntaron contra el hombre en cuestión. Los foros y las redes sociales se inundaron de convocatorias organizadas para hacerle pasar un mal momento. Tanto es así que aparecieron pintadas anónimas en la vidriera de uno de sus locales ubicado en el centro comercial de Valentín Alsina. “Nos dejaste afuera, salame”, decía el graffiti, con lenguaje más infantil que violento. Por otro lado, en las últimas horas, el celular de Napolitano recibió varios mensajes de tono intimidatorio. Pero hubo uno que para la fiscalía resultó sustancial respecto a un nuevo capítulo de la interna de la barra: “Ojo con lo que declarás; cortate solo o tu familia es boleta", le dejaron en el contestador desde una línea desconocida.

En medio de ese hermetismo que le provoca estar en el ojo de la tormenta, Napolitano debió cumplir con la ley. Por eso arribó escondido al Juzgado número 4 de Carlos Montes, lugar en el que firmó su eximición de prisión. Durante uno de los allanamientos llevados a cabo en su casa, se encontraron ocho carnets de Boca de diferentes personas y varios panfletos proselitistas, lo que demuestra que no se trata de un hincha más.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.

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