jueves 25 de abril del 2024

De Río a Santiago en 356 días

Después de la final en Brasil, la selección cambió algunos nombres y modificó el estilo. Pastore, más Messi y menos Mascherano.

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Un año pasó. Nada. O demasiado. El 13 de julio de 2014 la selección argentina se tuvo que conformar con el segundo puesto en el Mundial de Brasil. Fue una de esas frustraciones dulces, uno de esos festejos amargos. Hoy, 356 días después de aquella final contra Alemania, la celeste y blanca tiene la posibilidad de escaparle a la medalla por el segundo puesto. Es cierto, la Copa América no es un Mundial. Pero también es real que desde hace 22 años Argentina no gana el torneo continental y ya asoma como una deuda pendiente. Por eso, y porque además sería la primera vez que Messi festeje un título con la selección mayor, la final de esta tarde impone una atención extrema.

Un año, nada más que un año pasó desde el gol de Mario Götze en el Maracaná. La ilusión se renovó. Y más aún después del 6-1 en la semifinal ante Paraguay. En estos 12 meses cambiaron algunas cosas. Murió Julio Grondona y los capos de la FIFA y la Conmebol están acusados de corrupción. Boca dio pena con el gas pimienta, River se quedó con todo. Y Racing salió campeón. Pero las modificaciones más fructíferas ocurrieron puertas adentro de la Selección. Algunas variantes fueron significativas; otras, sutiles. Pero todas aportaron lo suyo para formar este equipazo que hoy le disputará a Chile la final del torneo más importante de América.

Sabella por Martino. El cambio de entrenador fue determinante. Porque si bien el ciclo anterior derivó en el subcampeonato del mundo –instancia que Argentina no alcanzaba desde hacía 24 años–, la mano del Tata se evidencia en los conceptos: las ideas de tenencia de pelota y de juego colectivo están tan impregnadas en el plantel que los jugadores no las abandonan siquiera en las instancias decisivas. La convicción no se negocia.

A diferencia del equipo de Sabella, que a partir de cuartos de final del Mundial armó un esquema más conservador. La presión mundialista y algunas lesiones fueron el disparador para retrasar al equipo, aislar a Messi y erigir a Javier Mascherano como la gran figura.

Otro cambio con respecto a 2014 es la presencia de Javier Pastore. El ex volante de Huracán entró, jugó y se instaló como el socio creativo que necesitaba Messi. En la goleada contra Paraguay demostraron lo que son capaces de hacer cuando se juntan: de una u otra manera los dos intervinieron en cinco de los seis goles. Y que Pastore sea un jugador clave en el esquema de la Selección es enteramente mérito del Tata Martino.

Messi también es fruto de las modificaciones que beneficiaron a Argentina en el último año. Hasta se podría hablar de un Leo distinto. No se parece al goleador del Barcelona ni al crack aislado de la Copa del Mundo. El Messi versión Martino es un jugador que, por sobre todas las cosas, aporta al juego colectivo. Es el mejor solista que, como uno más, se suma a la orquesta. Y el rendimiento que alcanza es superlativo. El Leo de esta Copa América abandonó la obsesión por el gol propio y se puso la pilcha de asistidor. Si a él se le cierra el arco, intenta abrirlo para sus compañeros. Sin por eso dejar de ser el mejor del mundo.

Banco Apache. Al talento de Pastore y el aporte colectivo de Messi se suma la presencia de Tevez, el gran relegado de Brasil 2014. Ya no hay internas ni celos ni camarilla que lo desplace. Y aunque no es titular, el Apache es la primera variante a la que recurre Martino.

Entró en cuatro de los cinco partidos de la Copa América. Contra Paraguay no fue necesario y disfrutó de la goleada desde el banco.

Otra gran diferencia entre el equipo de la final del Mundial y el que esta tarde enfrenta a Chile tiene que ver con los lesionados. En realidad, con la ausencia de lesionados. Argentina llegó a aquel partido contra Alemania con Di María excluido de la competencia y Agüero e Higuain con molestias. Ahora, en cambio, no hay bajas por cuestiones físicas.

Así está el tablero un año después de Brasil. El resultado del balance comparativo es optimista. Sólo queda jugar. Pero a esta versión, está claro, se la ve mejorada.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.