viernes 29 de marzo del 2024

Juicio a los jueces: ¿culpables o inocentes?

Cuatro reconocidos juristas interpretan el rendimiento de los cuestionados referís del fútbol argentino. La justicia juzga a la justicia.

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Ya lo dijo Eduardo Galeano en su libro El fútbol a sol y sombra: el trabajo del árbitro básicamente consiste en hacerse odiar. Y si ya sabemos que la Justicia –así, con mayúscula– muchas veces es injusta, en las canchas esta situación se ha exacerbado hasta lo increíble: a los penales no cobrados, las rojas que no fueron y las banderas mal levantadas por offsides inexistentes, en la última semana se acaba de sumar una fractura expuesta –la de Carlos Tevez a Ezequiel Ham– que ni siquiera fue considerada infracción; terminó en un pique.

El cúmulo de episodios generó que los árbitros volvieran al centro de las críticas y los análisis: expuestos por las decenas de cámaras de televisión, insultados por todos, la pregunta que surge es si, en este escenario de multiplataformas digitales y revolución 3.0, son verdaderamente capaces de impartir justicia.

“Con el tema de la interpretación me hacen acordar mucho a lo que sucede con la mayoría de los jueces penales en Argentina: que en realidad, más allá del Código Penal y Procesal, hacen un poquito lo que quieren”, compara el ex juez de Instrucción Mariano Bergés, ahora presidente de la organización Salvemos al Fútbol.

Consultados por PERFIL, jueces de distintos fueros y especialidades opinaron sobre la actualidad de estos otros jueces, menos importantes pero mucho más visibles y expuestos. “Nunca presumo la mala fe. En todo caso –tal como sucede con los jueces en general– habrá árbitros más o menos aptos para cumplir su función”, dice Víctor Hugo Ghida, juez del Tribunal de Trabajo Nº 1 de La Plata.

Marcelo Vázquez, juez de Cámara de la Ciudad de Buenos Aires y dirigente de San Lorenzo, traza una analogía y los ubica en un contexto que muchas veces es similar. “La desconfianza, la deslegitimación, los cuestionamientos siempre van a existir. Son situaciones permanentes, no circunstanciales. Por eso uno tiene que estar por encima de eso para poder ejercer su función”, afirma.

“Nunca presumo la mala fe. En todo caso habrá árbitros más o menos aptos para cumplir su función”, dice el juez Víctor Hugo Ghida,

Con un vocabulario propio del derecho, Alejandro Sudera, juez nacional de Primera Instancia y docente de la Universidad de Buenos Aires, considera que tanto los jueces como los árbitros de fútbol “tienen las herramientas para resolver los conflictos”. Pero aclara: “Es más simple, por supuesto, lo de los árbitros de fútbol: las hipótesis de conflicto son menores, así como la cantidad de reglas a aplicar. Les juega en contra que sólo pueden resolver considerando los hechos tal como los percibieron en un instante efímero”. Ghida coincide en este aspecto: “La inmediatez en la toma de decisiones y la casi nula colaboración de los ‘judiciables’ torna aún más difícil la labor del referí”, dice.

Bergés indica que en esa fracción de segundos, el árbitro interpreta “lo que se le ocurre, no lo que el sentido común indica”. Todos, en mayor o menor medida, realzan la función de la tecnología para dosificar los errores sistemáticos dentro de las canchas de fútbol. “Al haber tantas cámaras, prácticamente en el momento cualquiera sabe si fue mano o falta”, precisa Bergés. “Así como ahora en el ámbito judicial se filman las audiencias para que los judiciables gocen de mayores garantías, hay que permitirles a los árbitros valerse de la tecnología”, aporta Ghida.

En el rugby, con el árbitro que visualiza el partido a través de la televisión oficial (PMO), y en el tenis, a partir del ojo de halcón, los errores humanos fueron disminuyendo. En el fútbol, si bien no está homologado, existe de hecho: en este campeonato, Germán Delfino protagonizó un escándalo en un encuentro Vélez-Arsenal porque cobró un penal y expulsó a un defensor, pero luego deshizo su fallo cuando le avisaron que se había equivocado. Los jugadores, el técnico y los hinchas se enfurecieron e hicieron lo que siempre se hace en estos casos: putear al árbitro, odiado por todos.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.