jueves 28 de marzo del 2024

Hojalata... Los Pumas

Un análisis de lo que dejó la eliminación ante Australia del seleccionado argentino en el Mundial de rugby. Por qué no es meritorio ser cuartos o terceros.

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No sé si fue en Twickenham o donde, pero escuché su voz. Sí sé que fue después de la nueva derrota de Los Pumas ante Australia, esa que transformó a un tal Sánchez en el ‘desertor’ de turno por convertir todos los 15 tantos argentinos. Sólo sé eso: que Sabina la volvió a cantar:

La única medalla que he ganado en la vida /

Era de hojalata y decepción /

No tenía salida el callejón del cuartel /

Para el desertor del batallón /

De los nacidos para perder…

Hablando de nacidos para perder, el siete de octubre de 2014, en esta misma página digital, horas después del artificial triunfo de Los Pumas, en Mendoza, sobre una desmotivada Australia, en columna intitulada “Ponerse en pie no es caminar…" escribí:

“Falta menos de un año para el Mundial y si la participación de Los Pumas en el Championship (…) es aprendizaje, está claro que Argentina debería terminar cuarta (…). La zona que le tocó es la más fácil (…) el sorteo le asegura el segundo puesto de la zona C. Perderá con Nueva Zelanda y derrotará a Georgia, Tonga y Namibia: tres países que nunca pasaron de la ronda inicial. De ese modo, Los Pumas enfrentarán a Francia en Cuartos de Final –no hay Octavos–, seguramente primera de la zona D: Irlanda deberá jugar mucho rugby si quiere ese primer puesto (…) O sea: para ser cuarta Argentina debe ganar un único partido bravo. ¿Es mucho pedir? (…) Menos que ello olerá a otro fracaso…”

Un, dos, tres. No por obvio el descriptivo dejó de ser cuasi impecable. Ta, ta, ta. Acerté en todos los pasos de Los Pumas, sólo que Francia jugó menos de lo supuesto e Irlanda más de lo pensado (defensivamente) y se invirtieron. Entonces, nos cruzamos en Cuartos de Final con el Éire dejándole los ‘franchutes’ a los All Blacks. Más allá del detalle de quien sería el rival, ganando ese ÚNICO partido chivo –que acabó no siéndolo por las ausencias de cuatro irlandeses fundamentales, O'Connell, Sexton, O'Mahony y O'Brien– ya estaba en casa el cuarto puesto. Simple, ridículamente fácil. Hojalata pura, diría el cantautor.

Irrisorio, sí, pero no se debe pedir más. Es lo que hay. Descartando a Italia, que quiere pero no puede, hay sólo NUEVE naciones que, de verdad, se interesan y juegan al rugby apostándole fichas profesionales a sus talentos. Como la novena es Argentina, en cualquiera de sus Mundiales las llaves dividen cuatro para aquí y cinco por allá. Lo que no estaría mal si sólo hubiese dos zonas. ¡Pero hay cuatro! Y, para estirarlo por causa de los derechos de televisión, clasifican dos por zona. Tan absurdo como que –desde 2003 – jueguen cinco selecciones por grupo para aparentar una expansión que el rugby no tiene (nuevamente la culpable es la TV que avanza destruyéndolo todo).

Por este ordinario motivo a Cuartos de Final llegan SIEMPRE ocho de los nueve que practican rugby profesionalmente. Siempre los mismos. Decepcionante diría Sabina. Dos por zona. El noveno cae antes porque la matemática obliga a que en un grupo haya tres de ellos: uno tiene que irse antes, con los convidados de piedra. Le tocó a Inglaterra este año (¡en su propia casa!). En 2011 a Escocia. En 2007 a Irlanda. En 2003 a la Argentina… Pero los otros ocho pasan.

Sólo hubo una rareza en lo que va de este siglo: la de 2007 cuando Fiji, que bien podría ser el décimo histórico, aunque muy menor, eliminó a Gales. Pero es así, siempre así, aburridamente así. Es un torneo de nueve participantes, tres o cuatro aspirantes y una docena de mejillas sin otra pretensión que recibir sopapos y mejorar las estadísticas ajenas, los récords de los ‘dueños de la pelota’, las hazañas de los otros, el ego de los de arriba y las economías de los de siempre. El gueto. Más hojalata.

Eso es un Mundial de rugby. Decepción. Y por eso –dígase de paso –cualquiera de los nueve, no sólo Los Pumas, que gane UN partido bravo, esto es a otro de la cofradía, quien se quede con el encuentro de Cuartos de Final, se asegura estar entre los cuatro primeros y tener quince días más, con todo pago, en el país sede. Por ello (anote) EL PARTIDO MÁS IMPORTANTE de estos descuajeringados y simplorios mini-mundiales ES EL DE CUARTOS DE FINAL: un triunfo y la gloria. El antes y el después no existen, especialmente cuando se es Argentina, que está muy arriba de los que juegan la fase de grupos y muy por debajo de los que disputan el título.

No hay mérito en ser cuarto. Sinceramente, tampoco lo hay en quien sube al podio. Clasificar tercero significa haber ganado un solo match ‘para valer’, haber perdido el partido anterior y haberse recuperado con otro perdedor que ahora será cuarto. Ser vice no vale mucho más: para serlo sólo hay que ganar DOS partidos de verdad, el de Cuartos y la Semifinal. Con eso se retorna a casa con el pomposo título de ‘Subcampeón del mundo’. Una payasada. El camino es mínimo. Hoy por hoy, para llegar ahí, casi-casi que basta no cruzarse con los All Blacks.

Y al campeón lo baña la gloria si derrota a tres rivales equivalentes. Nada imposible. Con ese poco se festeja la ‘increíble’ consagración ecuménica. Casi un game, sin mucho más esfuerzo que frente a una consola de PlayStation. Pero Los Pumas y la Argrietina, que les pide lo que no pueden entregar, sueñan. Y se engañan. Más los ‘hinchas de Mundiales’ – personajes siniestros del deporte argento – que los ‘hinchas de todos los sábados’ y los jugadores, claro. Porque soñar es gratis y alguien dijo que engañarse con Los Pumas era patriótico. Pero no alcanza.

Como no alcanza con toda la prensa batiendo el parche, jugando al ‘esta vez sí’ para vaciar los cofres de los patrocinadores, fingiendo desconocer que no hay hilo en el carretel…Ni alcanza con Nicolás Sánchez, el ‘desertor’ de Sabina, ‘el desertor de los nacidos para perder’. Que Sánchez quiera ganar no significa nada porque los demás también quieren. Que Sánchez pueda ganar es su mérito, individual e insuficiente.

Argentina siempre tuvo ‘desertores’. Sánchez no es una novedad. No se pudo con Porta y tampoco con Pichot. Ni siquiera con Juan Martín Hernández y su generación, internacionalmente la más madura de todas. ¿Por qué sería ahora? Porque Hourcade armó un plantel federal – como plantel el mejor de siempre, como equipo sospecho que aún no – y les enseñó que para ganar hay que atacar? Porque ahora convertimos tries después de pasarnos medio siglo jugando al fútbol en cancha de rugby, sólo metiendo penales. Sí, todo eso vale y es cierto, pero tampoco alcanza. Falta más sopa. Es muy joven este equipo aunque junte experiencia como ninguna otra Selección Puma haya acumulado.

Para ganarle a los que saben ganar – aún más que jugar y eso que juegan mucho –, necesitaríamos la suerte que no tuvimos, la de haber alineado a todos los ‘desertores’ juntos, a Porta, Pichot, Hernández y Sánchez en un mismo equipo, coincidiendo generacionalmente. Como le pasó al básquet con Ginóbili, Scola, Delfino, Nocioni y Cia… Pero no, en rugby nos pasa lo que a la Suecia de Zlatan Ibrahimovich, al Portugal de Cristiano Ronaldo y a la Polonia de Robert Lewandoswski en el fútbol. Un ‘desertor’ no es suficiente… Mejor uno que nada, pero con uno sólo no se gana ni la Copa Davis en tenis – si lo sabremos nosotros -, menos aún en un deporte tan colectivo como el rugby. Aclaro: no estoy diciendo que Sánchez juega sólo, simplemente digo que el equipo aún está verde y no es él quien lo va a salvar. Si Messi no puede hacernos festejar nada…

Más, así, ganando hasta ahora UN ÚNICO PARTIDO BRAVO, Los Pumas volverán cuartos – o terceros – y gloriosos como nunca regresó Reutemann, por ejemplo, y tantos otros ‘segundos’ con mejores resultados, que fueron despreciados por no pertenecer a lo que ya muchas veces describí y ahora me ahorro decir, proponiendo que en ese retorno se les cante a Los Pumas lo que canta Sabina en su tema ‘Nacidos para perder’:

Devuélveme al camino del sur /

Al país de la niñez /

Donde uno y uno sumaban tres.

En nuestro país de la niñez eterna el cuarto es primero y en el Mundial veinte suman nueve… Es el camino del sur. O Sur. A propósito y aprovechando el espacio: hasta que los nueve países ‘ovalados’ no jueguen todos contra todos, por puntos, como sucede en las Eliminatorias Sudamericanas de fútbol, no habrá un Mundial digno ni un auténtico campeón en el rugby.

En 2011 Nueva Zelanda se consagró sin enfrentar a Sudáfrica ni a ninguno de los cuatro británicos; le alcanzó con derrotar dos veces a Francia… Un chiste. Cuando en algún futuro invierno de Auckland el nieto maorí de Piri Weepu le pregunte cuántas conversiones anotó contra Inglaterra, el abuelo le dirá que no la enfrentó, le contará las que gritó ante la vecina Tonga. Y si el nieto quisiera saber de los penales que le metió a Irlanda tendrá que contentarse con escuchar los que su nono le hizo a Japón. Seguramente el niño se cansará de todo esto cuando le pregunte por los tries a Gales o a Escocia y el abuelo sólo pueda narrarle los que festejó ante Canadá. Son medallas sabinas, de hojalata y decepción.

Más allá del quince esforzado y aplaudido por perder, otra vez, nuevamente y como siempre, Argentina accedió por segunda vez a Semifinales porque a ellas se llega con el fixture. Como llegó Sudáfrica en 2007 para convertirse en el campeón más simplificado del siglo XXI: lo fue sin jugar contra los Nueva Zelanda o Australia; tampoco rivalizó con Irlanda, Gales, Escocia y el anfitrión Francia. Le ganó a nadie. Y dos veces a Inglaterra… El Mundial de rugby es anómalamente genial. Está hecho ‘por ellos y para ellos’ pero casi no duelan ‘entre ellos’. Cuesta entenderlo pero es así… En 2003 Inglaterra se coronó sin jugar con los All Blacks, ni enfrentar a sus vecinos escoceses o irlandeses ó, siquiera, a nuestros Pumas…

Todo es tan patéticamente previsible que el campeón siempre fue un ganador de zona, jamás un segundo. Como de hecho sucederá en esta edición, sea Nueva Zelanda o Australia. Los de arriba y los de abajo. Los All Blacks en TODOS los Mundiales ganaron su zona (y eso que los neozelandeses no convocan a jugadores que militan en el exterior). Cada carancho en su rancho. Antes del inédito fracaso inglés de este año, TODOS los anfitriones anteriores superaron la fase de grupos. Los nenes con los nenes y las nenas con las nenas.

Sí, son tan infantilmente pronosticables estos Mundiales que hasta yo sabía que los Pumas por lo menos serían cuartos pero no jugarían la Final. Como también sabía que ni soñando inducidamente con una triple dosis de Silenor se tornarían campeones. Estaba escrito. Está escrito. Y seguirá escrito. ¿Dónde? En las incontestables páginas de la Historia. Con ‘H’ mayúscula. Aunque un ‘desertor’ como Sánchez la quiera cambiar metiendo quince tantos en una Semifinal…

Si yo lo sabía y usted no, es porque no quiso saberlo. Y porque no respeta a la Historia. Ni a la historia vencedora de los siempre vencedores ni a la historia perdedora de los Pumas. Ninguna Historia se construye, apenas, con deseos y sinrazón. Aprenda a respetarla. Aunque ella le diga aquello que no quiere oír, le repita lo que lo enoja escuchar y le explique lo que se niega a entender; como eso de que los Pumas nacieron para perder. Hasta estos. Estos que tienen al ‘desertor’ Nico Sánchez a su favor; estos que Hourcade puso en pie y usted creyó que podrían caminar...

Estos que hoy son cuartos pero pueden ser terceros, porque el hambre de los Pumas será decisivo ante una desmotivada Sudáfrica (posiblemente ponga reservas para este partido consuelo), cuartos o terceros –ese bronce no cambia nada– se merecen que Joaquín Sabina les cante su canción, esa que tanto me suena a himno ‘Puma’ como a homenaje a un tal Sánchez:

La única medalla que he ganado en la vida /

Era de hojalata y decepción /

No tenía salida el callejón del cuartel /

Para el desertor del batallón /

De los nacidos para perder…

IN TEMPORE: Otros menesteres me impidieron escribir en los últimos cuatro meses y por esos mismos menesteres tampoco lo haré en los próximos, pero no lo duden: volverán a leerme mucho antes de ver a los Pumas campeones mundiales. Doy fe.