viernes 19 de abril del 2024

El queso ruso, el 9/11 y la guerra que continúa

La denuncia de la Organización Mundial Antidoping contra Rusia generó un escándalo mundial que podría tener serias consecuencias de cara a los próximos Juegos Olímpicos.

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El 9 de noviembre se cumplieron 26 años de la caída del Muro de Berlín, ese largo paredón que separaba en dos mitades (occidental y oriental) a la capital germánica y, también, simbolizaba la delimitación socioeconómica del mundo (entre capitalistas y comunistas). Su caída significó el fin de la Guerra Fría y el desmembramiento del bloque de repúblicas socialistas, pero no el cese de la disputa entre los Estados Unidos y Rusia: una contienda que abarca todos los ámbitos, desde la carrera aeroespacial hasta el plano deportivo.

La rivalidad entre “comunismo” y “capitalismo” fue patente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El deporte se transformó en sitio ideal para luchar cuerpo a cuerpo sin desatar, necesariamente, un conflicto bélico. Desde Londres 1948, cuando la URSS no permitió que sus atletas compitieran por no considerarlos preparados, hasta los bloqueos cruzados a las competencias de Moscú y Los Angeles, todos los eventos resaltaron la rivalidad entre las superpotencias. En el objetivo de conseguir la victoria no había límites y los atletas se convirtieron en “soldados”.

Para ese entonces, el uso de sustancias dopantes era una práctica común y un secreto a voces: la detección de casos era mínima, en relación a la masividad del consumo. La extinta República Democrática Alemana (RDA o Alemania Oriental) fue “exitosa pionera”. Casos como el de la lanzadora Heidi Krieger, desde hace veinte años rebautizado como Andreas Krieger, son ejemplos del “Milagro de las señoritas” (Fraülein Wender) que ganaron medallas gracias a la enorme cantidad hormonas masculinizantes.

Del otro lado del mundo no fueron menos, Florence Griffith-Joyner (alías Flo-Jo) se convirtió en el ejemplo perfecto del poderío yanqui, con resultado diferente: velocista plusmarquista de récords mundiales aún vigentes, siempre fue sospechada de prácticas espurias y nunca condenada, falleció joven de manera trágica y las verdaderas causas de su muerte son un misterio.

En el marco de esa lucha geopolítica podría insertarse el informe especial presentado, en estos días, por la Organización Mundial Antidoping (WADA). La entidad, surgida en occidente a fines del siglo pasado, denunció un “plan de dopaje ruso”. La presentación coincidió con el aniversario de la caída del Muro y tuvo su origen en un documental televisivo de la cadena alemana ARD, que repercutió mediaticamente en los Estados Unidos.

Richard Pound, ex presidente y fundador de WADA, estuvo a cargo de la comisión investigadora. “Dick” fue nadador olímpico y es un prestigioso abogado canadiense. En la conferencia de prensa afirmó que Rusia “había implementado un programa sistemático de dopaje, apoyado y protegido por el Estado Nacional”. El informe de 323 páginas revela casos de doping, encubrimientos y extorsiones, destrucción premeditada de miles de muestras y participación encubierta de los servicios de inteligencia y la policía rusa.

En las conclusiones, entre tantas otras determinaciones, se solicita a la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) la suspensión del atletismo ruso de todas las competiciones internacionales, se suspende provisionalmente al Laboratorio de Antidoping ubicado en Moscú (donde se realizaron los controles del Mundial de natación “Kazán 2015”, los Juegos Olímpicos de Invierno “Sochi 2014” y de atletismo “Moscú 2013) y se expulsa de por vida a su director (Grigory Rodchenko) y a cinco atletas.

El último resumen anual de WADA informaba que en el año 2013, sobre un total de 207.513 muestras analizadas, se encontraron 2540 con resultado analítico adverso (comúnmente llamado “positivo”). De esos, 1.953 ameritaron sanciones por violación del Código. Entre las 115 nacionalidades y los 89 deportes de los castigados, Rusia ocupaba el primer lugar con 225 casos (un 11,5% de la población testeada), seguido por Turquía (188 casos), Francia (108), India (95), Bélgica (94) e Italia (83). Estados Unidos recién se encontraba en el doceavo lugar con 43 (2,2%).

Ahora, las autoridades deportivas rusas poseen cinco días hábiles para responder, de manera oficial, a las acusaciones presentadas por Pound. Desde el poder político ya salieron a defenderse. Primero fue Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, quien sostuvo que eran “denuncias infundadas, sin respaldo de pruebas”. Luego, el mismísimo Vladimir Putin salió por primera vez en la historia a referirse al tema. “Tenemos que hacer todo lo posible para librarnos de este problema. Debemos llevar a cabo nuestra propia investigación interna y cooperar con las autoridades internacionales. Este problema no existe sólo aquí, pero si nuestros colegas extranjeros tienen preguntas, debemos responder ante ellos”, remarcó.

Rusia corre el riesgo de que sus atletas no puedan competir en los próximos Juegos Olímpicos “Río 2016” y, también, puede perder la organización del Mundial de fútbol de 2018, si carecen de un laboratorio antidopaje habilitado por WADA. El documental del periodista alemán Hans-Joachim “Hajo” Seppelt abrió un cisma. El informe no cae casualmente en esta época, a meses de los Juegos Olímpicos y luego de la reciente asunción del nuevo presidente de la IAAF, el británico Lord Coe. Cual criollo “Queso ruso”, el escándalo de doping seguirá entregando vueltos y se dice que son muchos los marines que cuidan las puertas del nuevo cielo.