miércoles 24 de abril del 2024

Dunga Dunga a Martino

Esto recién empieza y hablar –como ya se habla– sobre una posible renuncia o despido es un disparate. Aunque será peor si nos volvemos de Barranquilla sin nada.

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“Me gusta todo de ti. Eres tan linda por fuera que a retales yo quisiera llevarte puesta de adorno. Me gusta todo de ti. Pero tú no. Tú no”. Joan Manuel Serrat (1943); de ‘Me gusta todo de ti (pero tú no)’. 1998.

Dunga fue un volante áspero, duro, guapo, incansable en la marca. Todavía debe estar lamentando que su cruce abajo no haya podido voltear a Maradona en la carrera inicial que arrastró a media defensa para dejar solo a Caniggia frente a Taffarel. Un partido absurdo que Brasil debía ganar al menos por cinco goles. Lo definieron los caños del arco, la suerte y Maradona. 1 a 0. Chau. Brasil afuera del Mundial de Italia.

Dunga hace jugar a sus equipos como jugaba él: feo. Cuidando su arco y dejando que los virtuosos del medio hacia adelante hagan lo suyo. Ahí está ahora el problema. Como Brasil sufre su más grave sequía de delanteros y creativos, vemos lo que vemos: al peor scratch de todos los tiempos. Un equipo anémico, frágil, ¡torpe! Neymar es la excepción, pero juega tan solo, pobre, que se termina fastidiando. Es para balearse en un rincón.

Con éste Brasil, justamente, no pudo una Argentina diezmada pero con todas las de ganar. Martino también hace jugar a sus equipos como jugaba él: a un toque, triangulando. Un juego estético, elegante. En Newell’s es un prócer, pero jugó un puñado de partidos en la Selección y nada en Buenos Aires, salvo un otoñal paso por Lanús. Los porteños no lo conocen tanto y, ya se ve, le tiene poca paciencia.

En Barcelona no pudo tener peor suerte. Nadie hubiese sobrevivido a aquel año maldito. El club extrañaba a Pep y la cruel enfermedad de Tito Vilanova enrareció el ambiente. Ganar sólo una escuálida Supercopa de España al Madrid con dos empates, gracias al gol de visitante, no es algo que un club como el Barça tolere fácilmente. Mucho menos dirigido por un extranjero que usa remeras verde pistacho en lugar de los clásicos Armani negros. Perder la Copa del Rey con el Madrid no le hizo gracia a nadie, pero que el Aleti los echara de la Champions fue mortal. ¿La Liga? Metieron cien goles y superaron al Madrid… ¡justo en el año mágico del Cholito Simeone y su Aleti campeón, con Arda Turán y Diego Costas! Todo mal. Out.

Martino es más locuaz y extrovertido que Sabella, un gran tipo convertido en el héroe menos pensado –como Cámpora–, que se favoreció con la última misión en la tierra del Papa de Viamonte, Julio I: una autopista hacia la final deseada, con Brasil. Parecía fácil, pero el equipo casi derrapa. Lo salvó Messi. Después de la catástrofe brasileña, jugó su mejor partido frente a los panzers tocadores. Lo perdió. Clásica paradoja argentina.

Martino arma equipos más vistosos que los de Sabella, lo que no significa que sean mejores. Sin embargo, la gente respeta a Sabella y destroza a Martino. Internet está lleno de memes con burlas crueles. Es cierto: si uno repasa la tabla, da escalofrío: Argentina, con 2 puntos, es novena de diez equipos, a 7 puntos del puntero, Ecuador y sólo por arriba de Venezuela, con 0 puntos. Es el peor inicio de Eliminatorias de la historia, aún peor que el de México 1970, cuando en la Bombonera nos dejó afuera el mejor Perú de la historia, dirigido por Didí, liderado por Chumpitaz y Teófilo Cubillas. Equipazo.

¿De qué lo acusan? Sobre todo de rígido, caprichoso, por mantener a rajatabla su 4-3-3 y reemplazar función por función. Pero, ¿es tan rígido su esquema? Cuando juega Messi nadie puede imaginarlo plantado como extremo. Messi hace lo que quiere. Va, viene, baja, sube, encara por el medio. Visto así, es un 4-3-1-2. Y si se suelta Pastore –la posición que el viernes ocupó Banega– el dibujo pasa a ser un 4-2-2-2. La cuestión pasa por mantener el equipo corto y bien compensado por si se pierde la pelota. Di María por derecha y con la 10 en la espalda contra Brasil fue un símbolo: jugó de Messi con lo que tiene, que es mucho. Otra vez se lo vio fresco, con su sprint descomunal.

Las polémicas volverán cuando todos los soldados estén listos y Martino elija a su 9, que hoy es Agüero, y siente a Tevez e Higuaín en el banco. ¿La solución? Muy simple: jugar con mediapunta. El clásico 4-2-3-1 europeo. Un punta grandote que, en Argentina es, por físico, Higuain, y detrás de él Messi, Agüero o Tevez, y Di María. Sí, sí, todo muy lindo, pero Martino no quiere jugar así. No desde su paso por Newell’s. Porque en Paraguay sí lo hizo, y con éxito, en las Eliminatorias y en el Mundial de Sudáfrica: Cardozo era su punta y Haedo Valdez el mediapunta.

Contra Colombia en Barranquilla será complicado. Por el calor, por el público, por Pekerman que nos conoce y por sus cracks: James, Franklin Martínez, Teo, Falcao, Bacca, Carlos Sánchez, un reloj que maneja los tiempos desde el medio. Salvo una muy mala noche colombiana –que suele tenerlas– habrá que trabajar mucho y bien para traerse algo de allí.

Si contra Ecuador fue el piso, un partido desastroso jugado sin pasión, resignados, clavados en el piso, éste con Brasil estuvo tres escalones arriba. Sobre todo anímicamente. Es un alivio. Esto recién empieza y hablar –como ya se habla– sobre una posible renuncia o despido es un disparate. Aunque será peor si nos volvemos de Barranquilla sin nada.

Martino tiene a un elenco estelar de superestrellas millonarias que exhiben sus brillos en Europa, pero el equipo no aparece. O surge en una ráfaga y se diluye enseguida. No será fácil, pero apuesto por su estilo.

Lo único que le pediría, eso sí, es que sepamos diferenciar la idea del esquema. Una idea debe ser superadora de cualquier esquema. El esquema es funcional. Una idea puede mantenerse variando estratégicamente la forma, buscando la sorpresa, la pieza y la movida justa que desarme la defensa y haga caer al rey: jaque mate. Nadie se traiciona así, querido Tata.

Por suerte falta mucho. Como lo que hay que mejorar.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil