jueves 28 de marzo del 2024

Un año para festejar de acá a Japón

La fiesta de River no pudo ser completa por culpa del mejor equipo del mundo. De todas formas, los hinchas millonarios tienen motivos de sobra para volver a levantar la copa.

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Durante la década del 90 River estaba tan acostumbrado a salir campeón a nivel local que sus propios simpatizantes se preguntaban (y dudaban) si preferían obtener títulos o ganar los Superclásicos en una época donde el Xeneize dominaba ampliamente los duelos entre los dos equipos más populares del país. "Prefiero mil veces perder con Boca y salir campeón, que ganar el clásico y terminar segundo en el campeonato", declaraba un joven Pablo Aimar por aquel entonces.

Desde la llegada de Marcelo Gallardo esta discusión se terminó. River ganó la Copa Sudamericana y la Libertadores dejando en el camino a su histórico rival para agregarle un plus a dos títulos internacionales después de casi 20 años. Es cierto que en ambos Superclásicos del Torneo de 30 equipos las victorias fueron para el conjunto de Rodolfo Arruabarrena, pero (discusiones al margen por los lamentables incidentes) tanto unos como otros saben que el más importante se festejó en Núñez.

Más allá de la trascendencia particular de estos partidos, lo que mejor hizo el River de Gallardo fue acostumbrarse a jugar y ganar finales internacionales. Fueron 13 de forma consecutiva contando Sudamericana 2014 y 2015, Recopa, Libertadores y Suruga, convirtiéndose en récord a nivel latinoamericano. El que le cortó la racha fue Huracán, el mismo que lo había amargado en la Supercopa Argentina.

Si los finales de año sirven para hacer balances, a River los números le cierran por todos lados. Un club ordenado trajo tranquilidad a un plantel que sólo se dedicó a jugar y un equipo ganador contribuyó al orden del club, que por historia y convocatoria recuperó el protagonismo que merece.

Si el análisis se orienta en lo estrictamente futbolístico, independientemente de los resultados, las conclusiones son más variables. De la mano de Gallardo, River se convirtió en un equipo copero. El entrenador se destacó por saber leer lo que necesitaba cada llave y, con un plantel sin grandes figuras, supo sacar lo máximo de cada jugador para salir fortalecido ante las adversidades que se le presentaron. El equipo ganó en personalidad, en confianza, en presión y en contundencia pero para lograrlo, resignó juego.

Aunque suene contradictorio pudo haber estado en esa clave la mayor virtud de Marcelo Gallardo, en saber cuándo cambiar y qué piezas tocar, incluso cuando lo mejor de River con él como DT se vio en el segundo semestre de 2014. El entrenador entendió con qué armas jugar los partidos de copa y sus dirigidos aplicaron la idea a la perfección. Pisculichi pasó de ser figura a ir al banco de suplentes para darle lugar al doble 5 conformado por Ponzio-Kranevitter, alma del equipo junto a un Carlos Sánchez figura.

Los nombres propios le dieron sustento a los conceptos pero tras las partidas de Ariel Rojas y Teo Gutiérrez quedó demostrado que la mentalidad no se resintió. Ambos eran fundamentales en el volumen de juego pero los goles importantes de Lucas Alario (un pleno del Muñeco) hicieron olvidar rápidamente al colombiano más allá de que sus condiciones técnicas le aportaban pausa y mayor juego asociado al equipo. En cambio, da la sensación que a Rojas todavía se lo extraña ya que ni Pity Martínez, ni Bertolo, ni Tabaré Viudez, ni Lucho González pudieron afianzarse en una posición todavía sin dueño.

El 6 de agosto de 2015 será un día inolvidable para todos los hinchas de River por la obtención de la Copa Libertadores después de 19 años. Esa misma noche, bajo una lluvia torrencial Gallardo prometía ir por más. Lo cierto es que el equipo sufrió un enorme desgaste físico y mental, y con más de cuatro meses de competencia y un viaje incómodo a Japón en el medio de los festejos para jugar la Suruga, lo pagó muy caro. Desde que se consagró campeón de América, los números se derrumbaron a la par del rendimiento: jugó 25 partidos (1 por la Suruga, 16 por el torneo de Primera, 6 por la Copa Sudamericana y 2 por el Mundial de Clubes) y el saldo fue negativo: ganó 9 encuentros, empató 6 y perdió 10, un bajón lógico pero a lo que este plantel no estaba acostumbrado.

Así llegó al Mundial de Clubes, con una autoestima elevada pero basada más en cuestiones anímicas y psicológicas que futbolísticas. La motivación de enfrentar al mejor equipo del mundo provocó una estampida millonaria en la otra punta del planeta que le puso la piel de gallina a más de uno que no es hincha de River. Tanto ímpetu no alcanzó para lastimar al Barcelona, que volvió a demostrar que cuando está afilado los demás juegan por el segundo puesto.

Este fin de año marca un antes y un después en el Mundo River porque obligado a un recambio, otra vez la mano de Gallardo será fundamental en el rearmado del plantel para saber a qué jugará el equipo. A las partidas anteriores de Rojas, Teo y Funes Mori, se le sumaron las de Kranevitter y Carlos Sánchez. Hay jugadores que pueden ser determinantes si recuperan su nivel y los que se incorporen, cuanto antes lo hagan será mejor para adaptarse lo más rápido posible a un plantel que tendrá grandes desafíos durante 2016.

Pero eso será a partir del 10 de enero cuando comience la pretemporada. Ahora es momento de mirar de dónde viene y adónde llegó. Hace tan sólo cuatro años River despedía 2011 enfrentando a Patronato por el torneo de la B Nacional. El último partido de 2015 fue una derrota dolorosa, pero ante Barcelona y por la final del Mundial de Clubes. No quedan dudas que sobran los motivos para volver levantar la copa.