viernes 19 de abril del 2024

Diez años de Evo: la pelota, una cuestión de estado

El presidente de Bolivia recorre los lugares más recónditos con su equipo de fútbol sala. El deporte, como herramienta política de integración.

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“Cuéntame, ¿cómo va yendo el Bolívar?”. La frase, con su conocido acento orureño y que todos los que trabajan con él conocen de memoria, se da cada vez que una reunión de gabinete coincide con un partido de su equipo. Evo Morales pide un segundo, llama a alguno de sus colaboradores y lanza la pregunta. Después, la reunión sigue. Su humor, por lo general, depende del resultado que le digan al oído.

Con diez años de gestión recién cumplidos, Evo es, sin dudas, el más fanático de todos los presidentes del mundo. Ama al fútbol desde su infancia en Oruro, creció en el sindicalismo minero y cocalero como encargado de deportes y ahora que es presidente, hasta formó un equipo oficial de fútbol de salón que es prácticamente invencible.

Al principio fue una forma de hacer ejercicio, pero ahora lo asimiló como una forma de hacer política. Con la premisa de llegar a aquellos lugares recónditos que ningún otro presidente había llegado, Evo arriba a una comunidad o a un pueblo, organiza una entrega de obra y juega un partido de fútbol. Es un sello personal que en el último tiempo recibió críticas: aunque se hacen en pequeños clubes o en canchas modestas, estos encuentros son televisados por el canal estatal Bolivia TV y relatados por los hermanos Cobo, las más reconocidos del altiplano. Realismo mágico.

Futbolero de origen. A principios de los ochenta, cuando su familia se mudó al Chaparé, en Cochabamba, Morales inició su carrera política como secretario de deportes del sindicato agrario de ese departamento. Además de ganar popularidad por lo bien que jugaba a la pelota, el Evo empezó a utilizar al deporte para articular a las distintas organizaciones a través de partidos y ligas.

“Él concibe al deporte como un elemento de integración entre los pueblos”, le explica a PERFIL Walter Chávez, exasesor y jefe de campaña de Evo. Y agrega: “Y también se vale del fútbol para distender las relaciones con otros presidentes. Le da un un matiz utilitario y político”.

La visita a la Argentina para la asunción de Mauricio Macri evidenció ese rasgo. Evo, que había apoyado públicamente a Daniel Scioli, decidió entibiar las relaciones con Macri a través de un partido de fútbol. Pero no fue algo nuevo: en cada viaje, en cada visita oficial, Evo lleva a su equipo y sorprende. A mediados del año pasado, los periodistas que cubrían la cumbre de la Unión Europea y la Celac, en Bruselas, no podían creer cuando lo vieron jugando en la Universidad Libre Neerlandófona (VUB) contra un equipo de inmigrantes de su país que reclamaban jugar en la liga flamenca de fútbol amateur. “Estoy aquí para apoyarlos. Espero que integren la liga, que lo merecen”, les dijo Evo.

Su faceta de jugador viene de la mano de una concepción que adquirió desde sus tiempos de dirigente cocalero. En la Bolivia de Evo, el deporte es una cuestión de Estado. Los creación de los Juegos Plurinacionales –similares a los Juegos Evita aquí en Argentina– y la designación para organizar los Juegos Odesur así lo demuestran. Para estos últimos, que serán en la ciudad de Cochabamba en el 2018, el gobierno de Evo prometió diez mil dólares para los deportistas que obtengan una medalla de bronce, 20 mil para los que ganen la de plata y 30 mil para los que se queden con la de oro. Evo sabe que esos eventuales triunfos, serán los de todo un país.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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