jueves 18 de abril del 2024

Tiró una gallina y plantó un estigma

POR JUAN MANUEL CIGNONI |Quiso hacer una broma e inspiro la burla histórica al Millonario. Resguarda su identidad y no quiere fotos, pero hablo con PERFIL.

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Ya no va a la cancha. Desde hace ocho años, o un poco más. Enojado con los dirigentes que manejaban el club, decidió empezar a seguir a Banfield desde el living de su casa. Algunos dicen que lo vieron en la tribuna Mouriño aquella noche de noviembre de 2009 cuando el Taladro, que un mes después salió campeón, perdió su invicto frente a Racing. Otros sospechan que no volvió por cábala. Nadie se anima a confirmarlo, claro. Y él tampoco. Porque el sello de este hombre, en realidad, es el anonimato. Hace cincuenta años se coló en la historia del fútbol por un episodio al que nunca le quiso poner la firma. Se mantuvo cincuenta años al margen. Pero ahora, desde la clandestinidad banfileña, lo asume con orgullo: “¿Viste que a los de River le dicen gallinas? Bueno, es por mi culpa”.

La leyenda de este hombre que ronda los 90 años es anónima, pero en Banfield todos lo conocen. Parece que en la ciudad hubiera un acuerdo tácito para reservar su identidad. Todos saben quién es y qué hizo, pero se niegan a dar referencias de dónde encontrarlo, a pesar de que ya pasaron cinco décadas de “la joda” que le hizo a River y que marcó un antes y un después para el club millonario. De todos modos, él sigue prefiriendo que la protagonista sea la historia.

Una gallina para el puchero. El 20 de mayo de 1966 River protagonizó una final increíble de Copa Libertadores contra Peñarol.

La cronología de aquella final copera todavía provoca tensión: River cerró el primer tiempo 2-0 arriba con goles de Daniel Onega y Jorge Solari, Peñarol reaccionó y en la segunda etapa logró empatarlo, hasta que en el alargue los uruguayos convirtieron dos goles más. El equipo de Núñez frustró así su primera Libertadores. Ganaba 2-0 y perdió 4-2. “Bien de gallina”, dijo alguien. Y puso manos a la obra.

Cuatro días después, River visitaba a Banfield en el Sur. Llegaba golpeado, claro. Nada de lo que había pasado en aquella final de Copa pasó desapercibido para el hincha anónimo. Los días previos se juntó en Mi Club, una reconocida discoteca de zona sur, con su grupo de amigos y entre copas decidió que era un buen momento para jugarles una broma.

“El jueves anterior al partido, mientras tomábamos algo y charlábamos de fútbol, surgió el tema River. Ahí mismo decidimos que teníamos que hacerles alguna joda. Fue algo perfecto para el momento que estaban viviendo. Nos pusimos de acuerdo con el comisario, que era amigo y generalmente se juntaba con nosotros para tomar unos tragos, para que nos dejara entrar con la gallina a la boletería. Con la garantía de que la zona estaba liberada, le pegamos a la gallina una cinta roja en el pecho, la metimos en una bolsa de panadería industrial y la dejamos ahí hasta minutos antes de que empezara el partido”, describe el hincha del Taladro.

Mientras desarrolla la historia, sus ojos le brillan. Exhibe orgullo y satisfacción por aquel momento, a pesar de que cree que hoy le podría traer algunos problemas: “Me ofrecieron contar la historia en el diario Olé, me llamaron de una peña de Boca para invitarme a un asado y hasta me ofrecieron siete mil pesos para que fuera al programa de Susana Giménez a contar lo que había hecho, pero siempre dije que no, prefiero vivir en paz”.

Nada de esto se le cruzó por la cabeza aquel 24 de mayo del 66. Cuando Oscar Pinino Más salió del túnel en cancha de Banfield, con lo primero que se encontró fue con la gallina blanca con la banda roja en el pecho que este hincha anónimo había arrojado desde la tribuna. “Nosotros no podíamos más de la risa y ellos estaban recalientes. Apenas pudo, Pinino le pegó un patadón a la gallina que la hizo volar. A los fotógrafos no les daban las piernas corriendo atrás del animal para sacarle fotos”, comenta con una carcajada contagiosa. “Nunca pensé que por esa joda le iba a quedar el mote de Gallina para toda la vida. Fue una broma común, inocente. Así nos divertíamos nosotros ”, comenta con nostalgia.

Se sabe que desde ese momento a River le quedó el apodo. Se sabe que el hincha que la tiró hizo todo lo posible por mantener el anonimato. Ahora también se sabe el destino de aquella gallina: “El que más disfrutó del episodio fue el Portugués, que era el canchero de Banfield. Con el partido listo para arrancar, agarró la gallina, se la llevó al vestuario y la hizo tronar. ¡Esa misma noche se hizo un guiso!”.

En el sur lo conocen todos.

Víctor Raffo es periodista e historiador del Taladro. Entre otros libros, publicó Un pionero llamado Banfield, que describe el origen del club. Es, por supuesto, un estudioso de los personajes, los lugares y las historias de la institución del Sur. Por eso, conoce al detalle el episodio de la gallina y a su protagonista. “Voy a respetar su decisión de mantener el anonimato, pero en el club y en el barrio todos lo conocen. La historia de la gallina la cuenta desde hace cincuenta años, está orgulloso de eso”, confirma Raffo.

Un familiar cercano del hincha anónino, también fanático del Taladro, coincide hasta en la letra chica con la historia que se repite desde hace cincuenta años: “Estuve en la cancha esa tarde, puedo confirmar que todo ocurrió de la manera que se viene contanto desde entonces”. Un socio vitalicio también lo corrobora: “En el club lo conocemos todos, es famoso por lo de la gallina. Aunque trató de ocultarse, siempre contó la misma historia”.

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