viernes 19 de abril del 2024

Pérez, la histérica y los mil candidatos

Internas, más papelones y el interminable casting para determinar quién será el nuevo entrenador de la Selección argentina.

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“¡Pueblo de Pekín! Esta es la ley: Turandot,la Pura, será esposa de aquel que, siendo desangre real, resuelva los tres enigmas que ella propondrá. ¡Pero el que afronte la prueba y resulte vencido ofrecerá al hacha su altiva cabeza!”

“Turandot” (1926), la ópera póstuma de Giacomo Puccini

(1854-1924). Acto I: la multitud inmóvil escucha al mandarín.

Armando Pérez, cuerpo robusto, peinado a dos aguas estilo Oscar Wilde, tono pausado, voz grave y metálica, pañuelos al cuello y sonrisa bonachona, no para. Desde que la FIFA lo nombró presidente de la Comisión Normalizadora de AFA va, viene, recibe en su casa, se reúne en lugares secretos con unos y otros. Ansioso como adolescente en su primer baile, no sabe con cuál quedarse. Sin embargo, por alguna razón –oh, no–, suelen ser sus preferidos los que no aceptan el convite. Ley de Murphy: si algo puede salir mal, saldrá mal.

Mientras crece el enojo de sus colegas de AFA –calientes como pavas por su estilo de gestión–, el dinero prometido brilla por su ausencia y la elección del próximo técnico de la Selección ya tiene más personajes que novela de Tolstoi. No se salva nadie. Los entrenadores nativos más cotizados comparten incomodidad, ilusión o ninguneo.

Caruso Lombardi, en permanente excitación psicomotriz, se postula, arma equipos, critica a colegas, jura que si habla de fútbol enamorará a cualquiera, confunde elecciones nacionales con encuestas de internet, lloriquea porque lo ignoran pese al clamor popular. Hay que agradecerle. Sus gags amenizan esta desgracia de torpezas, traiciones y negocios a futuro.

¿Qué pasará en la próxima semana? Mmm... Veremos, dijo Stevie Wonder, que puso primera y aceleró a fondo.

Esta historia me recuerda al casting de la princesa Turandot, protagonista de la ópera póstuma de Puccini. Era tan numeroso como el del indeciso Pérez, pero letal. Los candidatos que no resolvían sus tres enigmas perdían la cabeza, literalmente. Así las cosas, a Altoum, el emperador chino, se le hacía cada vez más difícil casar a la nena.

Pero un día llegó Calaf, el príncipe tártaro que, de una, acertó en las tres adivinanzas. La última era el fiel retrato de aquella bella histérica de manual: “¿Qué quema como el hielo y cuanto más frío es, más quema?”. Batacazo del tártaro: “¡Turandot!”. Bravo. La princesa, ultrabilardista, no toleró perder. Calaf, un santo, le propuso otra apuesta. Si averiguaba su nombre antes del alba, moriría. Ella aceptó, no sin antes amenazar con la pena de muerte a quien supiera y no revelara su identidad. “¡Qué nadie duerma!”, fue la orden en Pekín. Alta noche. Alba. Suspenso. Mágico flechazo. Final feliz. Que viva el amor.

No es el caso en la AFA. Gracias al enemigo común, dirigentes que se odian ahora marchan juntos contra el ejército invasor: la Comisión Normalizadora, a la que ven más como un brazo ejecutor del Gobierno que de Gianni Infantino y sus despistados veedores. ¡Defensores de Macri a full!

Con tanto receso, pegarle a Armando es el nuevo deporte nacional. “A Pablo Toviggino no lo dejan hablar porque Pérez de día dice una cosa y por ahí de noche ya no está en sus mejores condiciones”, dijo, sutil como Donald Trump en campaña, Gabriel Fernández, presidente de la B Metropolitana.

Toviggino, ex titular de la liga santiagueña, presidente del Consejo Federal de AFA y tesorero de la CN, es el que quedó afuera de la frase con la que Angel Easy bendijo a la comisión: “¡Metimos tres de cuatro!”. Hombre del interior y de los clubes chicos, amagó con renunciar por las presiones de Moyano y su yerno el Chiqui, pero la FIFA se puso firme: irse no es una opción. Toviggino negó toda crisis, claro.

Oscar Ferreyra, presidente de Los Andes, ametralló con furia: “Pérez es un personaje de cafetín que organiza reuniones nocturnas con gente del poder para opinar sobre los técnicos. Un cholulo que da vergüenza ajena, más preocupado por aparecer en los medios que por atender la gravísima crisis que padecemos. Al final, es más personalista que Grondona. Ni Fellini lo hubiese imaginado”.

¿Hay más? Sí. “Pérez tiene que convocar a los clubes para elegir entrenador. No sé qué hacen Marín o Niembro asesorándolo”, dijo Mario Giammaría, presidente de la liga rosarina, único voto negativo en el 70 a 1 que dio a luz a la Superliga, flor de un día.

Armando no pierde la calma: “Se nos caen los candidatos y a cada rato me digo: ¿y ahora qué hago? Es que hay muchos técnicos importantes y no quiero equivocarme. Hablé con Bielsa, que me agradeció pero dijo que no es éste su momento. Me reuní con Russo y con… No tomé la pastilla, no me acuerdo del nombre de… ah sí, Bauza, gracias”. Glup.

Ramón Díaz fue a su casa. Burruchaga, Pumpido y Ruggeri, clase 86, esperan turno, sentados. Berisso avisó que seguirá en el Celta y Pochettino, en el Tottenham. Gallardo dijo que se debe a River y que todo este manejo le da un poco de vergüenza. Simeone explicó por enésima vez lo mismo y desactivó con elegancia el precario recurso del DT part-time. Bianchi, prudente, no quiso hablar. Maradona, más allá del bien y del mal, definió como nadie este guión: “Parece una de Olmedo y Porcel”.

Jorge Sampaoli, desbordado, histeriqueó con Pérez hasta que la gente del Sevilla, contrato en mano, lo ubicó de un cachetazo andaluz: “De aquí no te vas, tío”. Entonces, temeroso de cerrarse las puertas en España y otras ligas, dio marcha atrás: “Sería irresponsable irme”. Y... sí.

Pérez, encaprichado y al límite con los tiempos, no se dará por vencido. “Sampaoli tiene muchas ganas y quizás allá me encuentre con dirigentes comprensivos”. La idea es destrabar la cuestión económica… sin dinero. Y de paso, convencer a Messi. ¡Genial!

A falta de juego, aptitud, sensatez y planes serios, estos muchachos están a punto de consumar un milagro inaudito. Que terminemos por extrañar el sombrío, estrafalario socialismo mafioso de Don Julio.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.