viernes 29 de marzo del 2024

Los Juegos, el pobre Jim y los populares de hoy

En vísperas de la competencia en Río 2016, el nexo entre ciencia y deporte de alto rendimiento llega una vez más a su punto más alto.

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“Usted es el más maravilloso atleta que han visto los siglos” le dijo el Rey Gustavo V de Suecia al estadounidense Jim Thorpe, que acababa de arrasar en las competencias de Decatlón y Pentatlón de los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912. Para la época, Thorpe era un estadounidense “a medias”, descendiente de los pueblos originarios de Norte América, no era bien visto por muchos de sus coterráneos. Su foto, cruzando la meta con los brazos abiertos, es un testimonio fidedigno de tiempos remotos donde el deporte no era un negocio y los deportistas no gozaban de la popularidad actual. Aquella competencia fue un hito en cuanto al uso de la tecnología en el deporte: porque fue la primera vez que se utilizó el foto-finish y el cronómetro, para confirmar los resultados en las pruebas de atletismo. A 104 años de la gesta, los progresos científicos han sido tan grandes que mutaron por completo la relación entre: los atletas y su preparación, el deporte actual frente a su concepción inicialmente amateur y los espectadores ante un espectáculo que ahora tiene una fuerte impronta visual.

En la víspera al inicio de los Juegos de Río 2016, el nexo entre ciencia y deporte de alto rendimiento llega nuevamente a su punto más alto. Casi todas las especialidades muestran innovaciones: un “chiche nuevo” para trabajar, un cambio de reglamento para mejorar el espectáculo o una transmisión televisiva distinta. Comparado prueba por prueba, con Londres 2012, siempre hay algo novedoso para contar.

Por ejemplo, en natación, estarán los “digital lap counter” o contadores de vueltas subacuáticos que ya debutaron en el campeonato mundial de “Kazan 2015”, para evitar que los nadadores de distancia pierdan referencia en las vueltas (800 y 1500 mts). El voley y el beach voley decidieron que el segundo árbitro tenga acceso al video-ref en pantalla gigante, imágenes que también podrán observar el público y los participantes. Deportes de precisión como el tiro o la arquería, usarán un sistema electrónico de puntuación, con sensores de alta tecnología, para acompañar las determinaciones arbitrales y un medidor de la frecuencia cardíaca en el tirador para ver con cuantos latidos ejecuta el disparo.

La estrella indiscutida de Rio 2016 será el multifacético GPS que no sólo se utilizará para que los entrenadores tengan un mejor control sobre la performance de sus atletas, sino que también potenciarán la forma en que espectadores siguen la competencia: como por ejemplo en canotaje y remo, donde en tiempo real y en pantalla gigante se podrán observar los cambios de velocidad y de direcciones de las distintas embarcaciones para poder apreciar las diversas estrategias de competencia. En cuanto a avances en la transmisión televisiva, hasta la tradicional halterofilia (levantamiento de pesas) innovará: una cámara móvil sobre la plataforma, diseccionará milimétricamente y en cámara lenta cada gesto del atleta, capturando así el rango completo y los momentos del movimiento.

Los deportistas tramposos y el accionar de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) también estraán condicionados por los avances tecnológicos. La sanción de la Federación de Atletismo (IAAF) a los atletas rusos y la actitud desentendida del Comité Olímpico Internacional (COI), liberando a las demás federaciones para que se manejen con su propio criterio, calentó la previa en cuanto a doping.

La terapia génica, para curar enfermedades, desembocó rápidamente en el doping genético: para el cual todavía los controles no están aceitados al 100%. Las proteínas que generan y sus “vehículos virales” son difíciles de detectar con los análisis convencionales (sangre y orina). Para explicarlo de manera sencilla, a través de un virus con una codificación especial (por ej: de un factor de crecimiento) puede recombinarse el ADN de los cromosomas del músculo para que exprese un mayor nivel de fuerza, velocidad y/o potencia. La revista Scientific American publicó, por primera vez en 2004, un artículo del genetista Lee Sweeney explicando el fenómeno. Hoy, es el tema es moneda corriente.

El peligro mayor del doping genético es que se desconocen las consecuencias. Pese a los miles de estudios y ensayos realizados sobre terapia génica, todavía la FDA (Food and drugs Administration) -entidad norteamericana que habilita cualquier consumo humano- no ha aprobado ni siquiera un producto para la utilización de la población. Se ha visto como la terapia génica compromete el sistema inmunológico de los animales de laboratorio, desencadenando respuestas fatales impredecibles: desde cáncer a trastornos autoinmunes.

Cuanto arriesgar la salud e, incluso, la vida -por un logro- es un debate siempre vigente en el deporte. El filósofo y ex futbolista Claudio Tamburrini es uno de los férreos defensores de la corriente liberal que impulsa la abolición del control antidoping. En el otro extremo, están los puristas absolutos del antidopaje: que se jactan de que tarde o temprano los tramposos caerán, sin tomar en consideración las redes que en muchos casos los sostienen. En cuanto a doping, probablemente no exista una verdad absoluta. Al fin de cuentas, es el signo de los tiempos, el deporte de alto rendimiento es un trabajo y las enfermedades profesionales forman parte del paquete.

Estos padecimientos no existían en los tiempos de Jim Thorpe. Pupilo del colegio indio de Carlisle (Pensilvania), desde joven supo lo que era ser víctima del odio racial. Fueron sus propios compatriotas, a través de la Unión Atlética Amateur, los que indagaron de manera infatigable hasta encontrar un argumento que les permitiera quitarle el reconocimiento. Tanto buscaron que al final encontraron algo. Resulta que Thorpe había jugado una temporada al béisbol por 70 dólares, en Carolina del Norte (entre 1909 y 1910). Cómo era la época de la defensa a ultranza del amateurismo, al inocente de Jim lo vetaron por profesional y lo obligaron a devolver sus medallas. En 1953, murió pobre, recluido y sin sus preseas. Eran otros tiempos de los mismos Juegos.