viernes 29 de marzo del 2024

Pareto, Lange y el Chapa: lo importante y lo disperso

Sus historias de vida emocionan y generan empatía. La euforia olímpica se apaga y llega el momento de siembra de cara al futuro.

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Los Juegos Olímpicos son la representación máxima del deporte. Durante casi un mes, el mundo ha girado alrededor de una competencia que se caracteriza por acaparar los sentidos. Analizado desde todos los ángulos y con casi todos los sentidos, el deportista olímpico se transforma en la fiel representación del guerrero moderno. La sociedad, el atleta y el escenario confluyen en un espectáculo único proyectado por los medios. Por detrás de las luces, hay historias de vida: historias que empujan a la reflexión sobre el vínculo social del deporte o sobre la combinación entre nivel educativo y el alto rendimiento deportivo, historias que demuestran que el deporte no necesariamente es salud y que puede servir como estímulo para superar la enfermedad, historias con mensajes fuertes que van más allá del éxito circunstancial.   

En muchos países del mundo, educación y deporte corren de la mano; no así en Argentina, donde una parte importante de los deportistas profesionales jamás pisaron una universidad. Ejemplos internacionales hay varios: los hay desde el modelo socialista cubano (con la reconocida Universidad Comandante Manuel Fajardo por donde transitaron casi una centena de medallistas olímpicos), hasta su antítesis capitalista norteamericana de universidades elitistas donde deportistas provenientes de familias menos pudientes llegaron a un juego olímpico, mientras competían para costearse la universidad.    

La judoca Paula Pareto es médica egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y ahora medallista olímpica de oro.  “Es un roble, tiene una fortaleza mental impresionante, una velocidad fenomenal para concentrarse, para entrar en competencia” dijo su entrenadora Laura Martinel. “Es un soldado. El compromiso fue absoluto y, por eso, el resultado corona su ambición” sostuvo el psicólogo deportivo Gustavo Ruiz, miembro de su equipo. Su caso es una muestra de voluntad y capacidad; su ejemplo refuta la teoría expiatoria, tan comúnmente utilizada en Argentina, donde “los deportistas de alto rendimiento no pueden estudiar”.

Preocupado por estos temas, el académico alemán Wolf Brettschneider investigó el nivel escolar de los alumnos que practicaban deporte de forma federada en Alemania. Su artículo “Risk and oportunity: Adolescents in Top-Level Sport: Growing Up with the Pressures of School and Training”, es icónico: hace un análisis pormenorizado de la situación y llega a la conclusión de que los deportistas alemanes de alto rendimiento están en el ¼ más capacitado académicamente de la población. Hasta el momento, no se ha realizado un estudio comparativo en Argentina.

El llanto profuso y las gargantas disfónicas decoraron el festejo: soñado por unos pocos e inesperado para muchos. “Los Leones”, el seleccionado argentino masculino de hockey, se coronó campeón olímpico. “Trabajo, trabajo y, después, más trabajo. Vine a Río y no sé si tiene mar. Es el premio para un grupo de jugadores inquebrantables, fantásticos. Lo creímos, lo soñamos, nos ilusionamos y lo concretamos” afirmo Carlos Retegui. Cualquiera que conozca al Chapa sabe que es un ejemplo perfecto del workaholic, capaz de cualquier esfuerzo por superar una nueva milésima. Desde ahora le anticipo, estimado lector, no se asombre de verlo en los próximos años dar el gran salto al fútbol, como Ariel Holan, como entrenador de un equipo. Materia prima y actualización técnica tiene, el manejo de los egos y la dinámica de los futbolistas (comparado con el profesionalismo mucho menos lucrativo del hockey) podría ser su mayor reto.

“La náutica es su vida y siempre dejó todo por ella” dijo uno de sus hermanos, “cuando lo operaron el año pasado en Barcelona, a los diez días hicimos diez kilómetros en bicicleta”. Miles de argentinos se emocionaron, siguiendo atentos la última regata de la clase Nacra 17. La imagen de Santiago Lange con el puño en alto y el Pão de Açúcar detrás, confirmada ya la medalla dorada pese al sexto puesto y las dos penalizaciones, será una imagen inmortal para el deporte argentino. Su logro ha ingresado en la historia grande. Difícilmente se puede ver un ejemplo mayor de superación y perdurabilidad: con 54 años, tras seis Juegos Olímpicos y luego haber superado un cáncer.

La euforia olímpica se irá apagando lentamente. La llama languidece hasta el próximo evento (Tokio 2020). Quedarnos exclusivamente con un par de historias de vida, no sirve de mucho. Ahora comienza la olimpiada: es momento de siembra. Etapa para difundir en la sociedad, la práctica activa del deporte. Si no apuntamos a eso, lo demás no cuenta: son solo destellos individuales y dispersos.