viernes 29 de marzo del 2024

“Ni una menos” y el violento e inequitativo fútbol

El caso de la jueza de línea agredida en el ascenso abrió muchos temas de debate. Cómo puede actuar el deporte como herramienta de inclusión.

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Son tiempos de cambio y concientización en la Argentina. Miles de personas se juntaron hace más de una semana en el centro de Buenos Aires y marcharon al Congreso Nacional bajo la consigna “Ni una menos”. Un mensaje poderoso, que tiene como objetivo principal erradicar la violencia machista. Un movimiento que se inició en Capital Federal pero replicó en todo el país y en distintas partes de Latinoamérica. Una oportunidad para reflexionar, no sólo sobre femicidios y violencia, también sobre cuestiones de género e igualdad.

El deporte ha sido históricamente un ámbito conservador donde los lugares están previamente asignados y las competencias no se comparten. En muchos campos del conocimiento y en ámbitos laborales, las mujeres han ganado espacios que antes les estaban vedados. En algunos casos, incluso alcanzando niveles de paridad total con el hombre. No así en el deporte.

No es novedad ver que cada vez más y más mujeres juegan al fútbol en la Argentina, que pisan la pelota y gambetean como cualquier varón pero que, en el alto rendimiento, están lejos de recibir el mismo reconocimiento. La abismal brecha es fruto de una combinación de factores que incluyen un trasfondo socio-cultural-económico y la ausencia de políticas públicas que procuren equidad. A diferencia de igualdad (que es dar a todos los mismo), la equidad es la cualidad de brindar en función de las necesidades.

La mirada sobre el deporte ha sido una mirada construida desde el punto de vista del varón, una arena simbólica de un ethos masculino escenificada públicamente. No sólo en las retóricas del espectáculo, en donde la presencia femenina es exaltada desde los atributos físicos del género sino también desde las escasas aunque peculiares prácticas de algunas mujeres que, como en los casos de la “Gorda Matosas” y “La Raulito” fueron objeto de un registro corporal (allí donde las propias prácticas masculinas se inscribían en cuerpos femeninos para luego ser narradas por los hombres)”, cuentan Gabriela Binello, Mariana Conde, Analía Martínez y María Graciela Rodríguez en “Mujeres y fútbol: ¿territorio conquistado o a conquistar?”: un texto compilado dentro del libro Peligro de Gol de Pablo Alabarces y publicado por CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales).

Hay datos puntuales que permiten dimensionar la diferencia entre hombres y mujeres en el fútbol. La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) tiene 112 años de historia y recién hace tres años, en 2013, incorporó por primera vez en su órgano máximo (el Comité Ejecutivo de 25 miembros) a una mujer para un período completo (de cuatro años). La afortunada fue Lydia Nsekera, presidenta de la Asociación de Fútbol de Burundi (Sí, leyó bien Burundi, un pequeño país de Africa Central entre Tanzania y el Congo). Otro ejemplo: en 2015, la remuneración del mejor futbolista varón (Lionel Messi) superó casi diecisiete veces a la de la mejor futbolista mujer: la brasileña Marta Vieira, en el FC Rosengård de Suecia (Sí, leyó bien: diecisiete veces).

En el fútbol, la interacción que no se da en el juego, se ha buscado implementar en el arbitraje. Hace unos días, por la novena fecha de la Primera C, Deportivo Merlo perdió en su visita a Argentino de Quilmes (2-1). La labor de la terna arbitral, compuesta por dos hombres y una mujer, fue muy cuestionada. En momentos donde el foco de atención de la sociedad está puesto en la violencia machista, un futbolista del equipo perdedor (Emmanuel Francés) agredió en el tumulto a la juez de línea María Eugenia Rocco.

En las declaraciones, ella denunció haber recibido un golpe de puño; por su parte, el jugador aseguró haber tirado un pelotazo y que no impactó directamente en la árbitro. La agresión o el intento de agresión está confirmado por las imágenes televisivas, que no son nítidas, pero sí permiten observar cuando el jugador arroja la pelota contra los árbitros. Esto es prueba suficiente para que el jugador sea sancionado. Agresiones de este tipo y otras más graves, se observan con regularidad en las canchas del fútbol argentino. El caso emblemático y muy reciente es el del arquero Gastón Sessa, a quien el Tribunal de Disciplina acaba de suspender nada más que por quince fechas luego de ser reincidente en la agresión a un árbitro: en 2002 tomó del cuello a Pezzota, en 2016 al juez Julio Barraza. La gran diferencia entre la infinidad de casos anteriores y el de Emmanuel Francés, es la cuestión de género: detalle que cambia por completo el análisis.

Horas después de terminado el partido, la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide) se inmiscuyó en el tema y le prohibió a Francés concurrir “a los espectáculos deportivos de la Provincia de Buenos Aires” hasta tanto la justicia se expida sobre su caso. En la historia, no hay muchos antecedentes de sanciones de organismos estatales a futbolistas. En el caso del Aprevide, se puede evocar un par de castigos mínimos a futbolistas por incitar a la parcialidad contraria con gestos y las medidas tomadas después de la batahola entre Gimnasia y Estudiantes en Mar del Plata, a comienzo de año.

“Del mismo modo en que trabajamos a diario para sacar a las barras y tener un fútbol en paz, no podemos ignorar una situación como ésta. Se trata de un claro hecho de violencia de género” expresó Juan Manuel Lugones, titular de la Aprevide, en un comunicado que intentó justificar la intromisión del organismo, al prohibirle al futbolista ingresar a las canchas (y consecuentemente a trabajar) hasta que el juzgado N° 11 de Quilmes se expida de forma definitiva. Todos sabemos que los tiempos de la justicia deportiva no son los tiempos de la UFI (Unidad Funcional de Investigación), del Departamento Judicial de Quilmes o de cualquier otra dependencia del Poder Judicial.

En lo reglamentario, el organismo no tiene injerencia directa sobre los protagonistas del juego salvo que su accionar involucre a los que están por fuera, porque su marco normativo es la Ley 11.929 (Ley del Deporte) y un par de decretos. Esta ley es clara en cuanto a su participación y en el artículo 15 reglamenta que “será sancionado con tres (3) a veinte (20) días de arresto y/o prohibición de concurrencia de seis (6) a quince (15) fechas, el concurrente que sin estar autorizado o excediendo los límites de la autorización conferida, ingresare o intentare ingresar al campo de juego… Las penas se agravarán al doble cuando incurran además en vías de hecho, agrediendo a un árbitro, a un jugador o cualquier otro participante”. La ley nunca habla sobre agresión entre los protagonistas, dado que las normativas para el comportamiento de ellos están enmarcadas dentro de lo que establece el Tribunal de Disciplina de la Asociación del Fútbol Argentino.

Los artículos que van del 183 al 197 del Reglamento Transgresiones y Penas, del Tribunal de Disciplina (de AFA) detallan específicamente los diferentes tipos de sanción en caso de “agresión, agravio o desacato al juez”. El caso de Emmanuel Francés está claramente encuadrado en ese campo. En la semana, la AFA notificó que lo suspendía provisionalmente. El jugador salió a desmentir la versión de la jueza en TyC Sports y la acusó de mitómana, mientras que Deportivo Merlo planea la defensa del jugador a través del ámbito judicial y acusando a María Eugenia Rocco por sus dichos contra el jugador (“Que se busque trabajo porque no juega más”) y por faltar a la verdad.

El entrenador de Deportivo Merlo, Marcelo Straccia, en el Programa Sueños de Primera (AM 670) expresó su opinión y la del plantel: “Esto va a continuar en un tema legal y va a tener que pedir disculpas. Emmanuel se arrepiente obviamente de tirar el pelotazo pero es muy grave lo que dijo y lo que puso en la denuncia, que le había pegado un golpe de puño. El jugador no quiere retroceder ahora, pese a que lo llamaron para que no haga nada judicial porque está en todo su derecho de defenderse. Es lamentable todo esto”.

Angela Lerena, periodista de Fútbol para todos y docente sobre temas de “Género y Deporte” del Posgrado en periodismo deportivo de la Universidad de Buenos Aires, consultada sobre el tema aporta una mirada diferente y distintiva, tanto sobre la situación como sobre el peso de los antecedentes. “Es un momento donde afortunadamente la sociedad está sensibilizada y tomando conciencia sobre el tema. Eso, probablemente, haya afectado la reacción general ante la agresión de Francés”. Al momento de juzgar la situación fue bien crítica sobre el accionar del jugador y fundamentó “hay que entender que no se puede considerar igual la agresión, hacia una jueza, de un jugador que ya tiene antecedentes por haber agredido a otros árbitros o rivales, que de alguien que tiene su primer episodio justo con una mujer. Animarse a más, frente a alguien del otro género, es parte de lo que debemos censurar”.

El caso Francés-Rocco expuso sobre la mesa del deporte otras discusiones mucho más profundas. Si en lugar de un ignoto jugador del Ascenso hubiese sido Gastón Sessa el que agredía ¿hubiese sido igual la situación?, ¿la violencia verbal o física de los hinchas sobre los árbitros, si estas son mujeres, es violencia de género?, ¿la diferenciación al momento de juzgar la pena atentará contra la inclusión de mujeres en el arbitraje de partidos de hombres? Hay muchos temas que pueden ser debatidos, a través de este caso, y que no tienen una postura uniforme, ni una verdad absoluta.

Hoy, el jugador sigue suspendido sin sanción firme. Lo que pasó despareció de la agenda mediática, pero podría transformarse en un muy buen ejemplo de acción deportiva para combatir la violencia. Educar es el camino y, comprobado está que, el deporte es una excelente herramienta de trabajo y de difusión para el aprendizaje colectivo. No hay otro remedio más eficaz para combatir la violencia. Las medidas inmediatas de neto corte político y populista, que se olvidan a la semana, sólo servirán para aumentar la discordia entre los protagonistas. Sería bueno que la Asociación del Fútbol Argentino trabaje denodadamente para unir las partes, en pos de favorecer la inclusión y de brindar un mensaje en conjunto que se encolumne detrás de la premisa nacional de “Ni una menos”. Vivas las queremos y, también, formando parte del juego.