jueves 28 de marzo del 2024

Ubeda, el Sub 20 y el buen profesional

En la última década, los seleccionados juveniles parecen haber perdido algunos hábitos. Inestabilidad institucional y cambio de compromiso.

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Después de las derrotas frente a Inglaterra (0-3) y Corea del Sur (1-2), la selección argentina Sub 20 tuvo claro que ya no dependía de sí misma. Ganarle por goleada a Guinea (5 a 0) y rezar por una combinación de resultados favorables, es lo único que está al alcance del equipo dirigido por Claudio Ubeda para llegar a los octavos de final del Mundial Sub 20. Una realidad pobre si se la compara con el ciclo virtuoso de Pekerman (que comenzó en 1994 y finalizó en 2007, dejando como legado cinco mundiales y tres sudamericanos), pero no muy alejado de las presentaciones de los combinados juveniles argentinos en los últimos diez años.

El título en Canadá '07, con Agüero, Di María, Mauro Zárate, Yacob y Mercado fue el cierre glorioso de un proceso que incluyó a muchos de los futbolistas de la selección mayor. Para mencionar algunos ejemplos: Sorín, Pena y Lombardi, en Qatar '95; Riquelme, Cambiasso, Aimar y Placente, en Malasia '97; Saviola, D'Alessandro, Maxi Rodriguez, Lux, Burdisso y Coloccini, en Argentina '01; Messi, Biglia, Zabaleta , Gago y Agüero, en Holanda '05.

En ese entonces, el futbolista juvenil sabía que ser convocado al predio de la AFA era un premio. Todos soñaban (soñábamos) con entrar dentro del grupo selecto al cual no era sencillo de acceder y del que era muy fácil salir, si no se respetaban las reglas. El desarrollo del jugador excedía su mera función como futbolista y el esfuerzo que demandaba llegar era titánico. Todos conocían los requisitos para formar parte y a nadie se le regalaba la convocatoria: no había un amigo del entrenador que te acercase o un padre influyente que te hiciera entrar. Algunos soñábamos diariamente con llegar y nos tuvimos que contentar, apenas, con ser sparring.

En un par de días se cumplen diez años, de aquel partido en el Estadio Nacional de Toronto, cuando Argentina venció 2 a 1 a República Checa y se coronó campeón mundial Sub 20. Al año siguiente, como estertor del proceso y con varias figuritas repetidas, se obtuvo la medalla de Oro en Beijing '08 (con el Sub 23 y un par de mayores): Juan Román Riquelme, Lionel Messi, Angel Di María, Sergio Agüero y Javier Mascherano, entre otros. Ese, fue el último título intercontinental del fútbol argentino; a partir de ahí, nada.

La goleada ante Guinea nos permite aún soñar con superar la fase de grupos, pero no altera el análisis. En la última década, en las selecciones juveniles, se observó como en ningún otro ámbito del fútbol, las consecuencias de la inestabilidad. Culpar a Ubeda por el presente es cortar por el eslabón más débil. La afirmación no busca liberarlo de la responsabilidad ni justificar su nombramiento inusitado, sino reconocer que ha tenido dificultades que condicionan el resultado: como el escaso tiempo de trabajo y la negativa de algunos clubes a ceder sus jugadores.

Pero la ausencia de resultados positivos en los últimos diez años, no pueden argüirse exclusivamente por los desatinos y la inestabilidad en la Asociación del Fútbol Argentino, hay que asumir también que hubo un recambio generacional y esto trajo aparejado un cambio de compromiso. Hoy, los chicos no sueñan lo mismo que se soñaba antes. Hoy se priorizan las inferiores de una institución grande de Europa, antes que la selección juvenil. Primero y por encima de todo, porque económicamente resulta mucho más redituable. Después, porque saben que llegar al predio, con quienes están a cargo ahora, no les asegura la continuidad del mismo proceso en el día de mañana.

Aunque no lo prioricemos, el futuro del fútbol argentino se construye en las divisiones inferiores y se refleja en la selección juvenil. Es imperioso reflexionar sobre lo actuado en los últimos años para edificar un futuro mejor. Hay máximas que son inalterables. La planificación atinada de una buena competencia (que hoy no es tal) siempre paga dividendos. La vista debe estar puesta en el largo plazo y no en la pequeña ventaja. La educación del jugador no puede ir por fuera de su desarrollo deportivo (no casualmente más del 50% del plantel de Alemania campeón en Brasil 2014, inició una carrera terciaria o universitaria). La rebeldía y el coraje funcionan como combustible para resolver un partido complicado pero no son los elementos fundacionales en la construcción de un buen profesional. Al fin de cuentas, eso es lo que buscamos.