viernes 29 de marzo del 2024
Figuritas del viejo gasometro

Malditas difíciles

Pocos objetos remiten a la infancia como las figuritas. Pablo Calvo propone una búsqueda de estampas azulgranas para reencontrarse con la vieja cancha de San Lorenzo.

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Quizá este libro, nacido en el sueño de reconstruir el Gasómetro con recuerdos, no sea más que la proyectada aspiración de un niño que alguna vez quiso llenar un álbum de figuritas.

Juntar historias mínimas, pegarlas en un álbum, agruparlas según la época, puede llevar a un premio mayor, a una bicicleta, a una pelota de cuero o simplemente al sabor perdido de un alfajor.

Podrán decir que el coleccionista es un soñador, pero no es el único: cuatro generaciones de hinchas juntaron figuritas de sus equipos de fútbol. Y cientos de ellos revisan cada noche sus baúles para asegurarse de que el álbum de la infancia siga ahí.

Las figuritas difíciles que se necesitaban para completar el álbum fomentaban el hambriento deseo de buscarlas, y el goce estaba en ese camino, más que en el hallazgo final. Los pilones de repetidas no cabían en las manos, pero en dos minutos se convertían en recompensa si otro chico aparecía con la estampa del volante central que faltaba. El intercambio era dispar.

De aquel pasado llegan noticias a Boedo. Y la primera es sobre una injusticia: el Viejo Gasómetro, como imagen absoluta, nunca tuvo su figurita.

Es hora de reparar esa sinrazón.

Hay que revisar decenas de álbumes, reenfocar la mirada y prestar atención al entorno de los protagonistas, ahí sí aparecen piezas de un rompecabezas único, donde emerge lo que parecía olvidado.

Maxi Copa abre su colección acompañado por sus hijos, Julieta y Nicolás. Tiene 2330 figuritas de San Lorenzo, colocadas en exhibidores que las protegen de manos llenas de migas y dulce de leche. Sabe trucos para rastrear las figus más complicadas y suele viajar hasta quinientos kilómetros para conseguir una.

Durante diez años, Maxi buscó algo que no encontraba: la figurita redonda de Ricardo Maletti, un defensor que integró el plantel del Ciclón entre 1971 y 1976.

El Loco Maletti jugó ciento veinte partidos con la azulgrana, se puso la 4, la 2, la 6 y la 3, y desplegó un carácter recio ante los delanteros que lo enfrentaron. Tuvo varios semblantes, pero los más recordados son uno con barba tupida, otro con bigote y otro con la cara bien afeitada.

Lampiñas tenía sus mejillas al posar para la foto del álbum Fulbito de 1974, cuando el San Lorenzo de Osvaldo Zubeldía tenía chance de salir campeón del torneo Nacional. Ese año nacía Maximiliano Copa, futuro perseguidor de la figurita perdida. El destino le tenía preparado un desafío.

Cuando Maxi se topó con ese álbum, pensó que lo llenaría rápido. Consiguió al arquero Alfredo Gato Anhielo con su buzo azul y a los tres marcadores de la punta derecha que tenía San Lorenzo en esa época, El Sapo Villar, Jorge Olguín y Rubén Hueso Glaría. Carlos Toti Veglio lucía bigotes. Antonio García Ameijenda aparecía mal anotado, con “g”. Los hermanos Enrique y Pedro Chazarreta tenían reservado lugar uno al lado del otro. Las camisetas de San Lorenzo eran de dos modelos, una con botones y otra de algodón. Ninguna tenía publicidad.

Perdido a lo lejos, casi imperceptible, asomaba de fondo el Viejo Gasómetro. Muy chiquito, aparecía con sus tribunas pobladas en las figuritas, salvo en dos, la de Enrique Chazarreta y la número 67, perteneciente a… Maletti.

Quizá la figurita más llamativa de la historia de San Lorenzo sea la de Victorio Manco Casa, el puntero izquierdo de Los Carasucias.

El zurdo de la gambeta incontenible fue el único jugador argentino que posó para la foto sin su brazo derecho, amputado luego de un disparo de ametralladora que recibió frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, adonde había estacionado una noche por error.

Las anécdotas de Maxi Copa también son coleccionables. “En 1954, el álbum Crack citaba una frase en la página de San Lorenzo que decía: ‘El origen de toda virtud es la humildad’. Y tenía como particularidad la inclusión del mítico arquero Blazina como suplente”.

En 1956, el álbum Gigante fue el primero en publicar detalles históricos sobre el Viejo Gasómetro. Decía que tenía capacidad para 80.000 personas, que el club tenía 40.000 socios y que el estadio quedaba en avenida La Plata 1674. Destacaba además que el Ciclón había ganado el Campeonato de Buena Conducta del Círculo Militar en 1949, una estrella no oficial pero muy curiosa.

En 1965, Golazo, con la figu de Casa, fue el primero en mostrar como fondo de los jugadores distintas dependencias del estadio. Areán, por ejemplo, apareció en la zona de actividades sociales que daba a la calle Inclán, junto a un chalé, mientras que Doval se cruzó de brazos en el campo de juego, delante del cartel de publicidad del coñac de moda en esa época, Otard-Dupuy.

Los tarjetones autografiados de 1968 acercaron todavía más la imagen de las míticas tribunas de madera. Se las ve ahí nomás, en un día sin público, a las espaldas de Batman Buttice y su buzo amarillo; de Albrecht, Calics y Telch con las manos en la cintura; de Rendo sonriente y de Veira, Villar y Fischer de cuerpo entero.

Los supertarjetones de la colección Superfútbol de 1971 mostraron al Gasómetro en su esplendor, como marco de todo el plantel. En una sola figurita, el fotógrafo logró meter a veintiún jugadores, siete pelotas, pasto recién sembrado, un buen pedazo de tribuna y tres carteles publicitarios, el de materiales para la construcción José Ferrarini, el de lapiceras Sylvapen y el de caramelos Mu-Mu.

Cocco, Fischer, González, Veglio y Villar tenían también su tarjetón, autografiado sobre la pelota blanca de la época y con un aire de la cancha detrás.

O sea que, por pedacitos, y aunque no tuviera una foto exclusiva de silueta completa, el Viejo Gasómetro estaba presente, o al menos no se dejaba esconder.

Si hasta el arco de avenida La Plata se veía al año siguiente en la figurita de Scotta, tan chica que no entraba ni el nombre del club, pues decía “S. Lnzo.” por toda denominación.

En 1975, el álbum Estampas de Jugadores incluyó el teléfono del estadio, “921-2139”, la dirección, “Avenida La Plata 1702” y hasta la medida del campo de juego, “105 metros por 70”.

Tal vez esa haya sido la dimensión exacta de la felicidad.

Las figuritas de fútbol desaparecieron entre 1981 y 1992, período que coincide con el desguace del Gasómetro y la etapa errante de San Lorenzo por las canchas de Ferro, Boca, Vélez o Huracán.

Una de las últimas de la etapa histórica llamó la atención incluso a su protagonista, el Gringo Scotta, que en 1981, por única vez, lució un bigote.

Según las planillas tabuladas de los coleccionistas, las más difíciles fueron Fischer de 1968, Irusta de 1972, Villar de 1973 y… Maletti de 1974.

¿La habrá conseguido Maxi Copa?

Sí, el 9 de julio de 2016, cuando la Argentina festejaba el Bicentenario de la Independencia, Maxi cruzaba la ciudad buscando la que le faltaba. Y justo ese mismo día, en España, el escritor y periodista Manuel Vicent cerraba su columna de contratapa del diario El País con este párrafo: “Al salir de catequesis comprábamos cromos de futbolistas en la paradita. Aquellos cromos envueltos en olor a linotipia duermen todavía en nuestro cerebelo junto con las verdades absolutas, pero realmente lo que demostraba la existencia de Dios era el milagro que se producía cuando al final de muchas plegarias, sin dar crédito a los ojos, salía del sobre ese futbolista imposible que te faltaba para completar la colección”.

Pero los hinchas de San Lorenzo dicen que la estampa más difícil de todas es una invisible, construida en madera, amurallada de nostalgia y proyectada hacia el futuro. Afirman estos muchachos que cuando consigan esa figurita, la pegarán en el álbum que ocupará cuatro manzanas.

Y se verá desde un avión.

(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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