jueves 18 de abril del 2024

Si no la metés, no vas al Mundial de Rusia

Tras el papelón ante Venezuela que pone en riesgo la clasificación, la Argentina enfrenta otro problema: la escasa efectividad a la hora de hacer goles.

442

Ni el último subcampeón mundial, ni campeones morales, ni una suma de las figuras estelares de las ligas europeas, ni la ventaja comparativa de tener al mejor jugador del mundo, ni la localía, ni el aliento de una hinchada tan apasionada como la nuestra, ni el árbitro asustado por la importancia que tenemos en el mundo futbolero y la historia, ni un entrenador súper ofensivo, ni el peso de la camiseta.

Todo lo contrario. Hicimos otro papelón. Jugamos contra el último de la eliminatoria y no lo pudimos superar en el Monumental. Estuvimos en desventaja y le empatamos con mucho esfuerzo a un seleccionado que ganó un único partido (a Bolivia como local) y que hasta aquí había cosechado un solitario empate (2-2 en Lima con Perú) como visitante.

Venezuela es el mismo al que le ganamos una única vez en los últimos cuatro choques de Eliminatorias. Derrota y empate allá, victoria en 2013 y empate ahora en el Monumental. O sea, contra Venezuela se lograron 5 puntos sobre 12 posibles. Sí, el mismo equipo “vinotinto” que presentó a un arquero de 19 años que es hoy su gran figura. El que tiene 18 goles a favor, dos más que la Argentina.

Messi, Higuain, Di María, Agüero, Icardi, Dybala, Lautaro Acosta, Acuña, Tevez, Ángel Correa, Lavezzi, Pratto, Alario y Rigoni. Un cóctel de cracks, goleadores, delanteros peligrosos y romperredes en el torneo local y en los que más valen, los europeos. Son 13 delanteros o mediocampistas ofensivos con gol y generadores de peligro en sus equipos.

Todos estos jugadores, con sus distintos números de presencias, hicieron 16 goles en 16 partidos de la fase previa de Conmebol. En realidad, hicieron 10 goles en 16 encuentros, porque Gabriel Mercado le convirtió a Chile y a Bolivia, Biglia marcó un gol a Colombia, Otamendi dio el empate final contra Venezuela y Funes Mori se anotó ante Perú, mientras que el venezolano Feltscher señaló un autogol en el Monumental con los venezolanos.

Esta es la clave de la historia. Más allá de los entrenadores, de los sistemas, de las localías, de las presiones de la gente o del periodismo, de las inseguridades a la hora de la titularidad, los delanteros argentinos fallan de manera estrepitosa. O han fallado hasta acá. Porque también vale la pena recordar que perdimos el mundial de 2014 porque erramos las chances netas para ratificar en la red la superioridad que demostramos ante Alemania en el juego.

Y la historia de los goleadores es ésa y no otra: si te perdés las oportunidades en los partidos decisivos, te quedás en el umbral del éxito. Si no concretás el mejor juego que demostrás en la red de tu rival, no te va a alcanzar para clasificarte o para ganar un título. Claro que las preguntas sin respuesta son muchísimas: ¿Hay delanteros mejores que los que jugaron en este ciclo? ¿Volverá a tener minutos Darío Benedetto, el romperredes del torneo local o Lautaro Martínez el jugadorazo que asoma en la primera de Racing tendrá su chance?

Algunos piden cambio de cancha, como si jugar en River asustara al plantel, otros quieren ir a Córdoba o a Rosario porque (dicen) el público es más fervoroso. No falta quien pida ser locales en la Bombonera contra Perú, justo contra Perú que nos eliminó en ese escenario en 1969 con los dos goles de Cachito Ramírez…

El desorden organizado que fue el equipo en la mayor parte del segundo tiempo contrasta gravemente con los primeros veinte minutos del primero, cuando apretamos a Venezuela y le generamos media docena de ocasiones, desperdiciadas por Icardi, Dybala, algo de mala suerte y las formidables respuestas del juvenil arquero Fariñez.

Hay cientos de palabras que se pueden escribir, argumentos difíciles de rebatir en las explicaciones por este momento de la Selección, pero también vale la pena recordar que en otras situaciones complicadas también se dijeron cosas similares y no cambió nada o casi nada. Messi no puede jugar solo, no está condiciones de ponerse el equipo al hombro ni de arengar a sus compañeros. No está en sus características ni en sus genes. Hace lo que puede, que es mucho, pero está claro que no alcanza. Eso sí: sin su presencia, no podíamos ni pensar en participar de un mundial con este deterioro pronunciado que aplasta y apesta.