martes 23 de abril del 2024

Un gol menos que Javier Mascherano

El Jefecito puso fin a un exitoso ciclo en el Barcelona, donde apenas marcó un tanto. Sin embargo, hubo un histórico jugador que superó su récord.

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Ahora que Javier Mascherano se despidió del Barcelona para seguir su carrera en el Hebei Fortune de China, arrasan las estadísticas que reflejan su paso por el club catalán: que jugó 333 partidos, que ganó 17 titulos en 7 años, que sufrió 3 expulsiones. En fin, un ciclo extraordinario. Lo más curioso, de todos modos, es que en su exitoso paso por el Barça convirtió un solo gol. Y de penal. La víctima fue el Osasuna, y el Jefecito marcó el quinto de un humillante 7-1.

Que un jugador como Mascherano haya festejado un gol propio una sola vez es un dato simpático. Pero tampoco es un récord. Hay un jugador que lo superó: nunca convirtió un gol. Nunca. No pateó un penal, no embocó un rebote que descolocó al arquero, no metió un rechazo que de casualidad se clavó en el ángulo. Nada. Fue un defensor virgen de goles.

-¿Era titular? -podría preguntar un escéptico.

-Siempre.

-Habrá jugado poco, entonces. Claro, eso, seguro que jugó pocos partidos.

-437.

-Eso es mucho. Tal vez estaba en equipos chicos, insulsos, que no peleaban torneos…

-Trece años en un grande. Ganó cuatro torneos locales, una Intercontinental, una Libertadores y una Sudamericana.

-Me rindo.

Hugo Eduardo Villaverde fue el mejor número 2 de la historia de Independiente. Y, de él se trata, nunca convirtió un gol. Integró equipos memorables, con jugadores extraordinarios que en buena parte se lucieron porque tenían las espaldas bien cubiertas. Una de las imágenes más recurrentes de Villaverde era cuando se paraba en el mediocampo y con los brazos le hacía señas a los marcadores de punta para que se proyectaran. Y ahí se quedaba, en la soledad del círculo central, atento a los movimientos del que tuviera la osadía de intentar un contragolpe.

Villaverde prácticamente no cruzaba la mitad de la cancha. Se sacrificaba por el equipo. Se lo podría definir como el jugador más solidario del fútbol argentino. Su ambición pasaba por la celebración colectiva, no por el festejo personal. Un día se molestó con un periodista que le tergiversó unas declaraciones y no dio más notas. Desde entonces se dedicó a lo que mejor sabía: ser el mejor marcador central del Rojo. Así, sin micrófonos ni goles que lo distrajeran.