jueves 28 de marzo del 2024

Los niños ricos que tienen tristeza

Boca puede vivir la semana más contradictoria de su historia reciente: campeón en la Superliga y eliminado de la Copa Libertadores.

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Puede un inminente campeón no ser feliz? ¿Se puede estar a un centímetro de la gloria y no sentirla? Boca –sus hinchas, sus jugadores, su cuerpo técnico– transitan esta idea en lo que puede ser la semana más contradictoria de su historia reciente: la semana en la que puede asegurarse el primer puesto y ganar la Superliga el domingo próximo, pero también quedar eliminado de la Copa Libertadores en la fase de grupos, algo que no sucede desde 1994.

Todavía con el dolor por la derrota contra Palmeiras en la Bombonera, con el dilema existencial de mantener a Agustín Rossi en el arco luego de su error en la Bombonera (y de una serie de actuaciones que no conforman ni al técnico ni a los hinchas), el equipo que iba a jugar en La Plata era una demostración de que la Superliga, al menos esta mañana, a Boca no le importaba mucho: Guillermo Barros Schelotto hacía descansar a algunos titulares –Carlos Tevez, Wanchope Ábila– con el objetivo de preservarlos para el partido que verdaderamente importa, el del miércoles contra Junior en Barranquilla, el que puede mover el amperímetro bostero de la felicidad.

Todos coinciden en algo: la Libertadores es el objetivo. Es casi un lugar común futbolero, pero también una regla de oro en los clubes y en los hinchas argentinos. Una regla que, según el año y las circunstancias, toma más o menos fuerza. En Boca, por venir de ganar el torneo argentino el año pasado, y por ser el líder cómodo durante todo la Superliga, la necesidad de trascender en el plano continental se acentuó.

Desde el presidente Daniel Angelici hasta cualquiera de los hinchas que se sienta o se para en una platea o tribuna de la Bombonera sabe que el próximo domingo contra Unión, si Boca queda afuera de la Copa, el festejo será protocolar. Solo un cotillón para disimular la desgracia.

Fue el mismísimo Angelici el que se encargó de recordárselos a los jugadores, cuando llegó hasta el entrenamiento después de perder la Supercopa con River, los retó por su cadencia en la final mendocina y les dijo que, de ahora en más, solo quedaba ganar todo, pero especialmente la Copa.

A un mes de ese reto, de esa diatriba emocional e ideológica, Boca quedó ante un escenario engañoso: tiene el torneo en la palma de su mano, pero en su cara no hay ni un atisbo de satisfacción.

Aquel bochorno en La Plata

El 10 de septiembre de 2006 Gimnasia y Boca fueron protagonistas de uno de los hechos más bochornosos en la historia del fútbol argentino. El xeneize llegaba peleando la punta del campeonato junto a Estudiantes, el eterno rival del Lobo. A pesar de que el local se fue al descanso ganando 1-0, con un penal de Santiago Silva, en el entretiempo, el entonces presidente de Gimnasia, Juan José Muñoz, ingresó junto a un grupo de colaboradores al vestuario del árbitro para increparlo por las seis tarjetas amarillas en contra y la expulsión de Troglio. Tras ese bochornoso incidente, Daniel Giménez decidió suspender el partido al aducir que había sido amenazado de muerte por Muñoz. Luego, se dirigió a una comisaría cercana al Estadio Ciudad de La Plata para radicar la correspondiente denuncia. Si bien el partido se completó el 8 de noviembre y Boca lo ganó 4-1, finalmente el campeón del Apertura 2006 fue Estudiantes quien, en un histórico desempate para el fútbol argentino que se jugó en cancha de Vélez, venció 2-1 al Boca de La Volpe.

Esta no ta fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.