La Selección argentina encontró su lugar en el mundo. O al menos en Rusia. No fue una historia de desencuentros, sino más bien un amor prácticamente a primera vista.
Porque cuando el equipo de Jorge Sampaoli aún padecía las Eliminatorias sudamericanas y la incertidumbre de una clasificación por entonces esquiva, el “profe” Jorge Desio, uno de sus colaboradores más cercanos, ya se había visto seducido por el Bronnitsy Training Center, devenido meses después en la casa de la Albiceleste durante el Mundial 2018.
En verdad, Desio primero le echó el ojo a las instalaciones del club FC Krasnodar, en la ciudad homónima, pero España ya se había asegurado para sí esa opción. Entonces, el cuerpo técnico de la Selección se abrazó a Bronnitsy, una ciudad-pueblo de poco más de 20.000 habitantes, ideal por dos motivos: está aislada y a la vez muy cerca de Moscú y de uno de sus tres aeropuertos (Domodedovo).
La renovación del Bronnitsy Training Center, ubicado entre un brazo del Río Moscú y el lago Belskoye, fue a la carta: incluso se complació el pedido de que varias de las habitaciones de este complejo utilizado como búnker por selecciones nacionales rusas de variados deportes fueran renovadas a la medida de las necesidades del equipo argentino.
Entre sus comodidades destaca una gigante sala de juegos, en la que los dirigidos por Sampaoli pasan buena parte de su tiempo libre. El Bronnitsy Training Center es, en definitiva, el hogar en el que Messi y compañía atizan el fuego de sus sueños de campeón.
(*) Especial para Perfil desde Moscú.
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