miércoles 17 de abril del 2024

Uruguay armó su fiesta en Samara y sueña

La Celeste goleó a Rusia y se clasificó primera en su grupo a los octavos de final del Mundial. Un grupo con una unidad y entrega envidiable.

442

A Óscar Washington Tabárez se lo puede criticar por la manera en que a veces hace los cambios y por el estilo de juego que impone y que, por más que varíe ligeramente, suele ser conservador. Pero ha sido tanto lo que en estos doce años le ha aportado a la selección uruguaya, que ninguna crítica puede opacar ni los resultados logrados en la Copa del Mundo 2010 y en la Copa América 2011, ni la extraordinaria forma en que el ex entrenador de Boca y del Milan ha conducido a un grupo ejemplar en su trato con los hinchas. Un grupo, además, con una unidad envidiable y con una entrega a la causa que genera solidaridad entre los jugadores y respeto hacia quien indudablemente manda.

Ese líder, que la vida ha querido que sea maestro, fue quien metió mano en un equipo que había debutado con dos victorias en Rusia 2018 y que, sin embargo, no lo conformaba. Y lo que Tabárez imaginó en su cabeza, escribió en un papel e intentó en los entrenamientos, los jugadores lo concretaron en la cancha, porque Uruguay le ganó al local por 3 a 0, con goles de Luis Suárez, Diego Laxalt y Edinson Cavani, y terminó primero en su grupo.

Acaso Nández, un luchador incansable pero impreciso, fue uno de los pocos jugadores que no estuvo a tono en una formación donde brillaron especialmente Diego Godín, un capitán paradigmático, Sebastián Coates, firme, elegante e impasable en defensa, Matías Vecino, cuya disciplina en el Inter de Milan también apareció aquí, y el pequeño gigante Lucas Torreira, ese pacman implacable que se supo complementar con el debutante Laxalt.

También sirvió como revulsivo el ingreso de Cristian Rodríguez, con dos potentes tiros desde afuera del área, y de Giorgian De Arrascaeta, quirúrgico en el pase y en la ejecución de tres córners que resultaron vitales, uno de los cuales no se convirtió en gol olímpico de casualidad.

Cavani, con un despliegue físico omnipresente pero con menos suerte en el área de lo que es habitual, anotó al final de un encuentro en que el entrenador decidió sacarlo para que la gente lo ovacionara. Ese público minoritario hizo un ruido que opacó a los locales, y vistió de celeste la calurosa ciudad de Samara, que es una fiesta y lo seguirá siendo por varias horas.

“Uno se alegra de seguir haciendo historia”, declaró Suárez, el animal del área que jugó un partido extraordinario y abrió el marcador de tiro libre. Y, poco después, Tabárez, cabeza de un plantel que se entrega a sus designios sin cuestionamientos o búsquedas de consensos extra profesionales, dijo en conferencia de prensa que Uruguay debe mejorar rápidamente en la ejecución de los contraataques, y aseguró: “La palabra santa en el fútbol es el equilibrio”.

Equilibrio futbolístico que es también equilibrio emocional para mandar con firmeza pero sin autoritarismo, y para que todo un país sienta una alegría que la Argentina envidia y que el mundo aplaude.

(*) periodista uruguayo, especial para 442 desde Montevideo.