viernes 29 de marzo del 2024

El gran problema de mirar siempre para adentro

Al equipo nacional lo dirigió sólo una vez un extranjero. La visión de Ayala y de la AFA. La vez que Guardiola esperó el llamado de Grondona.

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"Los argentinos creemos en nuestro fútbol como los italianos en la Ferrari, que es un auto ensamblado en Italia y con repuestos italianos. Nosotros queremos tener un seleccionado totalmente representado por nosotros". La frase a título personal de Daniel Ferreiro, vocero de Claudio Tapia, presidente de la AFA, es una declaración de principios. El fútbol argentino no cree en proyectos importados. La salida de la barbarie, el sembrado de la tierra devastada luego del malón francés, será con un director técnico de industria nacional. Los candidatos para encabezar el nuevo proyecto son –como siempre, como cada vez que la reconstrucción fue necesaria– hombres nacidos y criados en las pampas.

No confiar en los técnicos extranjeros es un deporte patrio. La historia enseña: una vez, la Selección fue dirigida por un foráneo. Fue Filippo Pascucci, un italiano que comandó el equipo en el oscuro Mundial de 1934. Su gestión duró un partido, una derrota, y acabó en Italia: Pascucci no regresó al país con la delegación porque la prensa lo estaba descuartizando. Su presencia fue una sombra. Juan Sasturain, en su libro La patria transpirada, dice que aquella selección fue dirigida por “alguien llamado Pascucci”. Confiar solo en argentinos no es una regla exclusiva del Seleccionado. Los clubes repiten la fórmula: los 26 equipos de la Superliga son comandados por argentinos. Entre febrero de 2012 y junio de 2016, no hubo extranjeros en los bancos de suplentes de la Primera División. Victorio Cocco, director de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino, le aseguró a Perfil en 2015 que “somos los número uno, acá enseñamos cosas que no las ven ni en Francia”. Tres años después, Francia ganó el Mundial con el equipo más joven de la historia. “Sí, hay algo de soberbia en creer que solamente debe ser argentino el técnico de la Selección. Pero así somos, ¿no?”, indica Ferreiro.

“Un entrenador extranjero con capacidad podría mejorar nuestro fútbol. Pero yo lo veo difícil como país, como hinchas, que aceptemos a un extranjero en nuestra Selección. Por nuestra cultura, por nuestra forma de ser, le costaría convivir. A veces tenemos que ser conscientes de que no somos los mejores en todo, de que hay gente de la que podemos aprender”, dice Roberto Ayala. El Ratón sabe de lo que habla: 115 partidos en la Selección y una vitrina con títulos europeos avalan su mirada. “Tendría que ser un técnico con una identificación muy grande, y conocer nuestro fútbol, nuestra historia”, señala Ayala. El contexto –el exitismo mediático, la exigencia popular– es feroz. Por eso el reconocimiento social sería una condición necesaria para contratar a un forastero: debe ser alguien respetado, con una trayectoria indiscutible. “Hay que ver quién se anima a semejante desafío”, agrega el ex Valencia.

Argentina tiene buenos entrenadores: hombres reconocidos, valorados, de probada calidad. Pero en estos días los unánimes –Mauricio Pochettino, Diego Simeone, Marcelo Gallardo– no aparecen entre las opciones posibles. Los candidatos son apellidos argentinos con más buenas intenciones que buenos pergaminos. En la escasez de oferta surgió el nombre de Pep Guardiola, un apellido sagrado para gran parte de la opinión pública futbolera. Guardiola es, sencillamente, un sueño imposible. Tiene contrato con el Manchester City hasta 2021, y no es un hombre de palabra volátil. En otro momento, sin embargo, estuvo cerca. Julio Grondona, un verdadero patrón de estancia, admitió en 2012 que le hubiese gustado tener los recursos económicos como para contratarlo. Sergio Agüero reveló que el propio Guardiola le confesó que después de la salida de Sergio Batista esperó por un llamado de la AFA que nunca llegó. A pesar de las señales, a pesar de los indicios positivos, el catalán arrojó la ilusión por la borda cuando, en una entrevista con ESPN Brasil realizada en 2017, dijo que “Argentina debe ser dirigida por un argentino”.

¿Por qué esa idea cala tan hondo? ¿Acaso no es tiempo de pensar en un outsider capaz de hacer un diagnóstico fresco para comenzar la reinvención? ¿No será momento de aceptar que las respuestas no brotan siempre de nuestro suelo? ¿Qué somos –o cómo nos miramos a nosotros mismos– para pensar que afuera no hay mejores opciones que aquí adentro? Es verdad: ningún seleccionado ganó un Mundial con un entrenador extranjero. Pero, ¿y si funciona como base para construir una nueva plataforma, si trabaja como la cabeza de una nueva revolución? ¿O seguiremos considerando el triunfo como la única forma de éxito?

La frase de Ferreiro sobre Ferrari es cierta, aunque tiene un pequeño asterisco. Ferrari se ensambla en Italia, con repuestos italianos. Pero nunca dominó tanto la Fórmula 1 como cuando la manejó Michael Schumacher y la lideró Jean Todt. Para romper récords, para ser invencible, Ferrari necesitó un conductor alemán y una cabeza francesa: requirió, en definitiva, ayuda de afuera.

Gallardo y Almeyda, dos diagnosticos. El entrenador de River, Marcelo Gallardo, respondió ayer a los rumores que lo vinculan a la selección argentina, aunque aclaró que no recibió ningún llamado y su cabeza está “en terminar el contrato con River”, que se extiende hasta 2020.

“Los rumores generalmente son rumores. Por respeto me sentaría a hablar con cualquiera, no tengo problema en dar mi opinión, pero a veces prefiero callar y no decir nada. Me comprometí con River, tengo un contrato que cumpliré hasta que las energías me digan basta o se haya desgastado la situación”, inició. “¿Si me gustaría? Creo que para cualquier entrenador argentino debe ser el máximo orgullo. De ahí a que me postule para serlo, me parece que no va conmigo, yo agradezco y me llena de orgullo el reconocimiento cada vez que surge un acontecimiento como este. No he recibido ningún llamado y mi cabeza está en River, todo el mundo sabe cuál es mi opinión de acuerdo a lo que pienso que pasa desde hace mucho en el fútbol argentino. El Mundial nos demostró que venimos haciendo las cosas bastante mal desde hace mucho tiempo y es hora de aprender y que realmente dejemos de mirar hacia el costado”, agregó.

Gallardo también habló puntualmente de la gestión de Jorge Sampaoli. “No vi un convencimiento de acuerdo a lo que se planificaba. Nos fue en el Mundial como le puede pasar a cualquier selección que hace las cosas mal. Al hincha le demostraron que no había convencimiento, con un entrenador que había firmado contrato por cuatro o cinco años. Había un mánager (Jorge Burruchaga) que ya no está más. Un mal Mundial hace que se desvanezca todo y que haya confusiones. Lo digo como hincha de la Selección, como argentino, y deseo que este nuevo comienzo del que se habla pueda ser exitoso y darnos nuevamente el prestigio que hemos sabido tener, con estructuras sólidas”, aseguró. Gallardo reveló que la actuación de la Selección le dio “tristeza” y que siempre los argentinos esperan “que Lionel Messi nos salve la vida”.

Otro entrenador que se refirió a la situación de la Selección y que se entusiasmó con un posible llamado fue Matías Almeyda, ahora en el Guadalajara de México. “Algunos iríamos nadando a la Selección. Hay recambio y del bueno. Argentina tiene todo para ser un equipazo”, dijo el Pelado en TyC Sports. Y siguió: “El equipo argentino tiene que ser un equipo combativo. Es lo que tratamos de hacer hasta en Banfield; lleva un proceso y un entrenamiento. Para mí es simple el estilo: todos corren, todos juegan”.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.