viernes 29 de marzo del 2024

Viva Guatepeor

Crisis, mercado quebrado ¡Y Guatemala como rival! Esta renovación se emparenta con los movimientos en el gabinete: cambiar algo para que nada cambie.

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—¡Eh, jefe! ¿Alguna vez viste un desastre más… espléndido? (Zorba y Basil estallan en una carcajada y, solos en la playa, celebran el fracaso bailando el sirtaki)

Anthony Quinn (Zorba) y Alan Bates (Basil), en la escena final de “Zorba, el griego” (1964), dirigida por Mihalis Kakogiannis.

Si la realidad supera a la ficción, el caso argentino se instala en las cumbres del asombro perpetuo. El presidente McCree anuncia con un discursito de minuto y medio un acuerdo con el FMI que no existía, el dólar se dispara con pasión arrebatadora… y se quiebra Mercado.

Sí, Gabriel Mercado, titular para los amistosísimos que esta Argentina, conducida por un muchacho que nadie se explica cómo llegó a sentarse en esa silla y hasta cuándo resistirá, se fracturó el cúbito del antebrazo derecho jugando un Sevilla-Betis.

El simbolismo también nos va a matar, compatriotas. Como si el guión escrito para este manicomio con fronteras fuese poco, resulta que la Argentina, caída de la cama y el mundo, con internas feroces y make up para entusiasmar perejiles, vuelve al ruedo mientras surfea como puede la ola del tsunami generada por la crisis y elige como primer rival a… Guatemala.

Insisto, el simbolismo también nos va a matar. La selección argentina (de ahora en más, Guatepeor), por esas cosas de la vida, quedó en manos de Lionel Scaloni (40, de ahora en más, Escalones), contratado por pedido de sus amigos, los históricos, para servir de nexo con el cuerpo técnico de Saint Paoli y alejarlos del irritante Beca Cese. Luego del papelón en Rusia, Messi & Friends hicieron mutis por el foro, Beca Cece huyó a Defensa y Justicia, Saint Paoli puchereó antes de arreglar su salida, y él se quedó por allí, calladito, algo desorientado y/o a la pesca de algo. Picarón.

Para sacarse de encima el incómodo compromiso del torneo Sub 20 de L’Alcudia que Saint Paoli nunca iba a dirigir, Chiqui Wall de Moyano pensó en él, que vivía a solo 35 kilómetros de allí, en Valencia, y todavía tenía contrato. Además, podía sumar como ayudante a Pablito Aimar, amigo y compañero del Juvenil campeón mundial en Malasia 1997, dirigido por Pekerman.

¡Bingo!, se desahogó el vice Angel Easy, ansioso por despegarse del tema y dedicarse a su Defensores de Macri. Así y todo, los chicos salieron campeones. ¡Vamoooo’…! Ahora que dirija los amistosos de la mayor, pensó Chiqui. “No hay apuro, lo importante es armar un proyecto para los próximos diez años”, se emocionó en público. Sí claro: “La consagración de la carambola, Opus XXI”. La nuestra.

Escalones, héroe en La Coruña por haber jugado en aquel Depor que ganó la Liga en 2000 y la Copa del Rey en 2002, arruinándole la fiesta del Centenario al Madrid en pleno Bernabéu, no tiene ningún antecedente como entrenador. Lo suyo fue un rush. De simpático correveidile en el Mundial, pasó a dirigir la Sub 20, y de allí, sin más escalas, a la selección mayor. Aunque le busquen más reemplazantes que al ministro Dujoven Chocoarroz de Lagarde, él disfruta de sus 15 minutos. No es raro: es Argentina.

Algunos elogios de la cátedra por su “audacia” de borrar al grupo de ricos y famosos, fueron desopilantes. Ni Messi ni los primo cartello de Europa tenían la menor intención de participar en el pequeño show Guatemala-Guatepeor. Esta renovación del acné se emparenta con los movimientos espasmódicos del gabinete. Cambiar algo para que nada cambie. El viejo y querido gatopardismo, dicho esto con todo respeto por la investidura presidencial.

“Nuestra idea es ponerles la camiseta, de ellos depende no sacársela más”, dijo Escalones, paternal, proyectando su propio deseo. Si Guatepeor no defrauda frente a Colombia y los medios se abrazan a la ilusión, tal vez la Copa América sea otra chance para él. Los candidatos serios y carísimos flotan en el aire: Pochettino, Simeone, Gallardo, Pekerman, Martino, Melconian, Prat-Gay, Lavagna, el gauchito Gil, el mago Mandrake, Dios. Pero nadie quiere agarrar así nomás semejante carbón ardiente. Ninguno come vidrio, esa es la verdad.

El amistosísimo con Guatemala no da para profundizar, más allá de lo simbólico. Ellos venían de vivir momentos muy difíciles desde que el estallido del Fifagate (una causa un poquitín mejor documentada que la de los cuadernos del chofer Sémola, hoy escaso de rating por culpa de la inflación, el dólar y el ajuste) encarceló en Nueva York a Héctor Trujillo, ex juez de la Corte de Constitucionalidad, y tiene a la espera de una condena por corrupción a Brayan Jiménez, ex presidente del Comité Ejecutivo.

La federación guatemalteca fue suspendida por la FIFA y su selección no volvió a jugar después de su último amistoso, el 6 de setiembre de 2016, un 6-3 a San Vicente y las Granadinas, que no es un refresco ni un grupo de rockabilly, sino una linda isla caribeña con dificultades para juntar once. El 15 del mes pasado volvieron y fue 1-0 con Cuba, el único país del mundo donde Maradona puede caminar por la calle. El partido con Argentina era lo más parecido a la felicidad.

El viernes hicieron lo que pudieron, unos y otros. A falta de fantásticos, bueno fue ver a Lo Celso, después de su gira como turista a Rusia. A Paredes, por un rato conductor; a Pezzella-Funes Mori, aun sin nadie a quien marcar; a Simeone, con golazo de manual incluido, y al bueno de Renzo Saravia, el 4 que Cocca, por alguna razón, nunca ponía. Fue solo un tiempo, antes que el sopor del cambio porque sí lo diluyera todo. No hubo equipo ni rival, es cierto, pero sí algunos chicos que pueden ser: Ascacíbar, Rulli, Cervi, Vargas, Palacios y ojalá Centurión, cuando se libere de su furia contra sí mismo.

Algún día, ya lejos de la crisis y los falsos meritócratas con herencia, habrá que barajar y dar de nuevo.

Armar un equipo en serio que juegue para nosotros, los de acá; y sobre todo, que deje de dar vergüenza, enormes penas, tanto dolor.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.