viernes 19 de abril del 2024

Benedetto-Pratto: el que salva y el que espera salvar

Con dos destellos como los de antes, el delantero de Boca abrió la serie ante Palmeiras. El de River, sigue en deuda con los hinchas.

442

El fútbol es tan efímero que dos noches alcanzan para modificar las afirmaciones sostenidas a lo largo de todo un año. Si hasta la semana pasada la diferencia entre River y Boca estaba en la capacidad de sus entrenadores, los recientes partidos de Copa Libertadores cambiaron el paradigma: la diferencia entre Boca y River, ahora que uno está cerca de la final y el otro precisa un milagro para alcanzarla, está en la eficacia de sus delanteros. Darío Benedetto enfiló al Xeneize hacia el partido decisivo, mientras que el débil Lucas Pratto carga con la obligación de hacer lo propio con el conjunto de Núñez.

Pratto era el hombre salvador para Marcelo Gallardo, quien pidió y pujó por su incorporación. Contra Gremio fue suplente y cuando entró a la cancha, promediando el segundo tiempo, lo hizo en sintonía con sus compañeros: estuvo apagado, errático, sin la lucidez necesaria como para destruir la fortaleza de un planteo táctico impenetrable. Benedetto, en cambio, era una figura más simbólica que real. Aunque nadie dudaba de su jerarquía, el regreso luego de su cadena de lesiones había sido un sueño oscuro: Benedetto era un atacante que parecía sufrir los partidos. Guillermo Barros Schelotto había decidido prescindir de él. Es que no había convertido goles. El maleficio se acabó el miércoles en la victoria ante Palmeiras. Necesitó de un salto rapaz en el área y una pisada barrial seguida de un latigazo fortísimo para aniquilar las expectativas de un equipo que venía con ánimos de fiera indomable. El fútbol es tan volátil –y tan maravilloso– que cada semana construye nuevos héroes y villanos.

El caso de Pratto es un guión clásico. Es la típica historia del refuerzo que llega como estrella y no consigue alcanzar su máximo esplendor. Sin embargo, aporta desde otros aspectos del juego menos valorados por la posición que ocupa en el campo: se embarra para recuperar la pelota en ataque, combate cuerpo a cuerpo con sus marcadores y es la descarga fácil para sus compañeros. El ex Vélez disimuló su anemia de goles con sacrificio. El martes la buena voluntad no será suficiente. River necesita al menos dos tantos para llegar a la final y, en caso de que Gallardo le devuelva la confianza, Pratto es el encargado de consumar la faena. Nadie provoca tanto temor en los defensores brasileños como el ex Atlético Mineiro, que también supo conquistar a los fanáticos de San Pablo. El Oso necesita mostrar los dientes y reconectarse con el gol. Para testearlo, Gallardo lo pone de arranque ante Aldosivi este sábado. El Muñeco pretende que recupere el olfato, que huela sangre, que fortalezca su confianza, que llegue furioso a la revancha.

Si el presente de Pratto es un film clásico, el de Benedetto es una remake de la película de Martín Palermo y la noche del gol de las muletas, aunque a Guillermo Barros Schelotto no le haya gustado la comparación. Nadie lo esperaba como redentor en la Bombonera. Ultimamente había fallado en los escenarios importantes tantas veces que parecía acostumbrado a ser una sombra. Fueron once meses y cuatro lesiones, con una rotura de ligamentos incluida, sin jugar. A su vuelta había perdido la frescura que lo caracterizaba cuando salía del área, la frialdad de sicario para elegir el lugar preciso donde definir las jugadas. Ahora era un futbolista sostenido por su pasado. El Benedetto del pasado, sin embargo, apareció como un rayo en el área para cabecear un centro muerto. El mejor Benedetto rompió la noche –y la serie– cuando arrolló a todos con una resolución digna del mejor Zlatan Ibrahimovic. Es probable que el ex América de México juegue hoy. Si lo hace es porque el Mellizo quiere continuar puliendo a su joya recuperada.

Para mostrar de qué están hechos, Pratto y Benedetto no podrían tener una mejor escenografía que la revancha de una semifinal de la Copa Libertadores en Brasil. A Pratto se le demanda una actuación rutilante desde su arribo, en febrero. Apareció en la vuelta contra Racing para abrir el marcador, pero después sus actuaciones se diluyeron tanto que acabó perdiendo el puesto con Nacho Scocco y Rafael Santos Borré. Benedetto encendió las luces el miércoles. Ahora luce listo para recobrar su versión más sensacional. Parece haber ganado la pulseada en la lucha por el corazón del área con Wanchope Abila.

Aunque la próxima semana ambos tienen una cita con la historia, el desafío puede ser aún más legendario si les toca encontrarse en la final más increíble de todos los tiempos. Qué ocurra depende de ellos.

A jugar tranquilos *

Ir a Brasil con dos goles arriba es una ventaja muy importante. Ahora son ellos los que están obligados a salir a buscar el partido. No nos tenemos que descuidar porque cualquier error lo pagás caro. Hay que salir a jugar tranquilos, pero con los dientes afilados.

Boca tiene que tratar de tener la pelota lejos del área de Rossi para aguantar la presión que ellos claramente van a intentar ejercer en los primeros minutos. Tiene que estar muy bien parado de mitad de cancha hacia atrás; a medida que pasen los minutos el nerviosismo se va a convertir en el gran enemigo de Palmeiras. Ahí va a estar la clave del partido: si ellos entran en la confusión y en el desorden, Boca lo puede liquidar.

Es obvio que el hincha de Boca sueña con una final con River, pero todavía no está dicha la última palabra, aunque River la tiene mucho más complicada porque llega con una derrota a la casa del actual campeón. Una final con River sería hermosa si solo quedara en un partido de fútbol, pero es claro que acá en Argentina estamos muy lejos de eso.

*Alberto Márcico. Futbolista de Boca entre 1992 y 1995.

Confío en este equipo *

Va a ser un partido muy difícil porque Gremio es un equipo con mucha experiencia y llega con la ventaja del partido ganado en el Monumental pero, igualmente, confío en este equipo. Sabe jugar esta clase de partidos.

El otro día me fui de la cancha con la sensación de que River estuvo impreciso, y cuando está así se le complica por la forma de juego que tiene: es un equipo muy vertical.

Igual, estoy esperanzado con la revancha porque va a ser muy diferente. Gremio se metió todo atrás. Ahora, si River consigue manejar la pelota y hacer que los brasileños corran para recuperarla, me parece que el resultado se puede modificar. Porque si hay algo que fastidia mucho a los futbolistas brasileños es que les manejen la pelota, sobre todo cuando juegan de local. River tendrá que estar muy atento a la pelota parada porque, a excepción de Maidana y de Pinola, no cuenta con buenos cabeceadores.

*Marcelo Escudero. Futbolista de River entre 1996 y 2002.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.