viernes 19 de abril del 2024

Las cinco claves de River de campeón de América

El equipo de Marcelo Gallardo, que esta vez no estuvo en el banco, se hizo fuerte en el mediocampo. Desde ahí dominó el juego de la histórica final.

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Pocos les importa a los hinchas el cómo, la manera en que River le ganó este histórico partido a Boca en Madrid para alcanzar su cuarta Copa Libertadores.

La agónica y solitaria corrida de Gonzalo Martínez se instaló, para la historia, como la gran foto de una final que difícilmente vuelva a repetirse.

Pero el equipo de Marcelo Gallardo, que hoy no estuvo en el banco, justificó la victoria a partir del peso colectivo, del juego asociado, de la apertura del campo cuando un rival cansado, y con uno menos, no tenía otra alternativa que esperar a que llegaran los penales.

El mediocampo. En esa zona de la cancha, el Millonario aprovechó las falencias en la lectura del juego de Guillermo Barros Schelotto. El técnico de Boca desgastó a Cristian Pavón y Sebastián Villa, delanteros devenidos a carrileros que al final del partido terminaron agotados.

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Esa pérdida de intensidad pesó para que los volantes rivales, como Nacho Fernández o Juan Fenando Quintero, se hicieran dueños de la pelota.

Los cambios. Matías Biscay acertó con el ingreso de Juan Fernando Quintero. Tamaña decisión la del, hoy, DT de River: relegar a su capitán, Leonardo Ponzio, que estaba amonestado, para mandar a la cancha a un futbolista especialista en el pase.

Esa astucia contrastó con la ineficacia del banco adversario. Los cambios de Guillermo fueron o para reemplazar lesionados o para empatar un partido que, después del gol de Juanfer, parecía imposible de remontar.

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La expulsión de Barrios. Boca pagó carísimo la salida del colombiano. El ingreso obligado de Leonardo Jara evidenció lo mal armado que está este plantel Xeneize, el más caro de Argentina y al mismo tiempo el más desequilibrado. Imposible concebir que un finalista de América no disponga en el banco de suplentes de un volante natural.

Jara "se duerme" en una jugada del primer tiempo del suplementario en la que el juvenil Julián Álvarez remata desviado adentro del área de Boca. Y no llega a tapar el zapatazo de Quintero que puso a River en ventaja.

La lesión de Fernando Gago. Es cierto que la suerte de Boca parecía cosa juzgada, pero si el equipo de Barros Schelotto hubiera contado con el 5 para jugar los últimos minutos, quizás hubiera conseguido llegar al arco rival a partir de un jugada elaborada.

El poderío físico de River. Boca terminó con varios jugadores acalambrados. River, en cambio, voló durante los 120 minutos.

¿Por qué, el plantel Millonario, tiene un mejor rendimiento físico? ¿Por qué, en cada Superclásico, da la sensación que ambos equipos juegan a distintas velocidades?

La respuesta podría buscarse en el orden táctico que a uno le sobra y al otro le falta.

Boca juega a la heroica. Con Nandez, con Barrios, con las corridas de los Pavón y Villa. Y esa lógica termina generando un desgaste descomunal.

River, en cambio, dosifica los esfuerzos a partir del funcionamiento colectivo de su mediocampo. Las trayectorias recorridas de los volantes Millonarios son más cortas. Así, el riesgo de dar un pase impreciso, que implica un desgaste extra para recuperar la pelota, se achica.