River produjo en 2018 un quiebre en la historia del Superclásico. Después de ganarle dos finales a Boca, una en marzo y otra en diciembre, desterró el complejo de inferioridad que lo reducía ante su máximo adversario.
No importan ni la derrota ante Al-Ain en el Mundial de Clubes, ni la ausencia de títulos locales en el ciclo de Marcelo Gallardo. Importa esa esencia trastocada: River, ahora, puede mirar a Boca a los ojos sin ponerse colorado por su histórico paso por la B Nacional.
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Pero administrar la gloria deportiva no es fácil. Y quizás esa sea la clave de estos tiempos pródigos para el Millonario: cómo extender el aura ganadora más allá del ciclo de Marcelo Gallardo.
En el once que salió a jugar en Madrid la final de la Copa Libertadores hay siete futbolistas mayores de treinta años. Y el mercado de pases le deparará alguna baja, que se sumará a la ya decretada salida de su mejor futbolista, Gonzalo el Pity Martínez.
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Una opción es estirar la transición del plantel. Hacerla en dos o tres temporadas. Evitar que la salida de los históricos sea abrupta, que coincida con la del entrenador. Preparar a otros futbolistas para que en un tiempo no demasiado lejano tomen la posta que dejarán Leo Ponzio, Jonatan Maidana o Javier Pinola.
Las copas van y vienen, el espíritu competitivo y ganador, no. Ese patrimonio deberán resguardar dirigentes y cuerpo técnico. Ese será el gran desafío de River en 2019.
AM