viernes 29 de marzo del 2024

Tigre y las copas que no podrá jugar

No abundan los antecedentes similares a los del equipo de Pipo Gorosito, pero hay ejemplos de la injusticia vinculada a este tipo de definiciones.

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La muy particular situación que vive Tigre con su fabulosa campaña en la Copa de la Superliga ha puesto sobre el tapete nuevamente a los promedios en el fútbol argentino. Vale la pena recordar que el especial mecanismo que no se aplica casi en ninguna parte del mundo tiene una larga historia en nuestro país, tan especial como los mismos promedios.

Arrancaron en 1957 y se mantuvieron hasta 1962, regresaron en 1983 y se quedaron hasta hoy. El detalle es que la AFA –que ahora tiene competencia exclusivamente en los torneos de ascenso- resolvió anular los promedios a partir de la próxima temporada. En cambio, la Superliga los mantiene y le agregó para 2020 un ingrediente insólito que no tiene antecedentes ni sentido común: los partidos que se disputen por la segunda y última Copa de la Liga el año que viene podrán agregar partidos y puntos para los promedios. O sea, un torneo de copa, separado del oficial, que ayuda o perjudica para sumar en el torneo oficial. Insólito por donde se lo mire.

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El equipo azulgrana de Victoria está dando pruebas de tener un gran plantel con éxitos resonantes como vencer en poderosa reacción a Colón, derrotar a Unión en Santa Fe tras perder en su casa, ganarle al campeón Racing y eliminarlo sobre la hora en Avellaneda y finalmente, el concierto de fútbol y goles que brindó ante Atlético Tucumán.

En el torneo local, su prodigiosa recuperación llegó cuando asumió Néstor Gorosito como entrenador: cinco victorias y dos empates lo dejaron cerca de la salvación pero no alcanzó, sobre todo porque en los períodos anteriores de Mariano Echeverría y de Cristian Ledesma, había dilapidado muchos puntos en su cancha, donde cosechó apenas dos triunfos en nueve partidos. Esa fue la razón del descenso, finalmente.

Tigre arrancó último la temporada con escuálidos 55 puntos, casi decisivos para irse a jugar la B Nacional, porque estaba a diez de Belgrano y San Martín de San Juan y a once de los entrerrianos de Patronato. Tenía que hacer un campañón y apostar a la caída de Aldosivi y de San Martín de Tucumán, los recién ascendidos. Los tucumanos nunca dieron la talla en la división y quedaron pronto muy comprometidos. Los otros dos que no alcanzaron a escaparse de la guadaña fueron el San Martín verdinegro y los cordobeses de Belgrano, envueltos en un plantel discreto y muy mal reforzado.

Mirado con los ojos de ahora, en medio de la fiesta tigrense por los triunfos de la Copa, suena muy injusto el retroceso del equipo. Claro, no fueron el mismo equipo en las dos temporadas anteriores, donde Tigre alcanzó los puestos número 24 en los dos torneos, con una escasa cosecha. Tampoco estaban ni Cavallaro ni Montillo ni Gorosito, por citar algún nombre.

O sea que Tigre no desciende por esta temporada donde llegó noveno y obtuvo un lugar en la Copa Sudamericana que no se le acreditó porque descendió. El fútbol argentino suele castigar doblemente a los equipos que bajan porque si hacen una buena campaña e igual se van abajo, lo que se obtuvo no sirve para nada. Como si descender fuera irse derecho al leprosario.

No son abundantes los antecedentes similares, pero hay ejemplos contundentes de la injusticia vinculada a este tipo de definiciones. Rompe todas las marcas lo que le pasó al humilde Argentino de Rosario, que se clasificó subcampeón de la Primera B Metropolitana en 1988/89, a dos puntos del campeón Villa Dálmine. Argentino había salido antepenúltimo en los dos años anteriores y no pudo sostenerse pese a ser segundo y clasificarse para el reducido para subir a la B Nacional, el que tampoco se le permitió jugar.

Eso sí, de haber ganado el torneo, hubiese ascendido a la B Nacional, pero por su bajo promedio debió irse a la Primera C, porque lo negativo siempre pesa más que lo positivo. Así como se festejan los días de la muerte de los próceres de la Independencia o que brillaron alto en nuestra historia…

Algo similar le ocurrió a Talleres de Córdoba, que hizo muy flojas campañas durante dos años seguidos y en el tercero (temporada 2003/04) mejoró notablemente al punto de quedar en el décimo puesto del Apertura 2003 y tercero en el Clausura 2004. Zafó del descenso directo y tuvo que lidiar con la Promoción donde Argentinos Juniors lo venció, mandándolo al descenso pese a los 59 puntos que había cosechado en la última temporada. Por esa razón no pudo jugar la Copa Sudamericana.

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También sucede lo contrario, se alinean los planetas deportivos cuando ocurre lo que pasó en la temporada 2017/18 porque quienes bajaron a la B Nacional fueron los equipos que ocuparon los últimos cuatro puestos en el campeonato: Temperley, Chacarita, Arsenal y Olimpo de Bahía Blanca. Lo mismo pasó en 2005 con Almagro y Huracán de Tres Arroyos y también al finalizar la temporada siguiente, con Instituto y Tiro Federal de Rosario.

River quedó en el cuarto en el Apertura 2010 y noveno en el Clausura 2011 pero tuvo que disputar la Promoción y allí fue superado por Belgrano de Córdoba, que lo mandó por primera vez al descenso. River había quedado último también por única vez durante el Apertura 2008. Un caso bien distinto lo protagonizaron Argentinos Juniors y Estudiantes de La Plata, que jugaron Copa de Campeones de Copa, que agrupó a los equipos que se adjudicaron la Copa Libertadores alguna vez.

Se disputó desde 1988 hasta 1997 y su primer campeón fue Racing, que superó en la final a Cruzeiro de Belo Horizonte. El detalle de Bichos y Pincharratas es que ambos ganaron sus torneos (cuatro el cuadro de La Plata y uno el equipo de La Paternal) y pudieron participar en esos torneos en los años noventa jugando en la Primera B Nacional: ocurrió en 1995 con Estudiantes y en 1996 con Argentinos Juniors.

Por eso, si Tigre logra la hazaña de ser campeón, hubiera sido el tercer cuadro argentino que sea internacional aun descendiendo, pero la Conmebol le impedirá jugar un torneo continental amparándose en una resolución reciente que prohíbe que haya equipos de la segunda categoría en Libertadores o Sudamericana. ¿La AFA se había enterado? ¿La Superliga? Nadie lo sabía. La amarga comprobación llegó tarde y sepultó ilusiones bien ganadas.