sábado 20 de abril del 2024

El relato de Brown del día que se convirtió en leyenda

El Tata metió el primer gol de Argentina en la final de México 86 ante Alemania. Como si fuera poco, se lesionó el hombro pero su coraje pudo más. Video.

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Jugar un Mundial no es para cualquiera y disputar una final sólo para unos pocos elegidos pero meter un gol y terminar lesionado e igual mantenerse en cancha en una actitud heroica es mérito exclusivo de José Luis Brown, y el recuerdo de su brazo inmovilizado y su camiseta rota se hizo cada vez más grande por lo que significó su gesta y también porque la Selección Argentina no volvió a conseguir esa copa tan deseada.

Un especial de ESPN repasaba los distintos relatos de futbolistas de diferentes países que conocieron la gloria de ser campeones del mundo y se dieron el gusto de convertir en ese partido que cada cuatro años mantiene en vilo al planeta entero.

"Yo soy José Luis Brown e hice un gol en una final del mundo", comienza diciendo el Tata en un video que repasa el esfuerzo realizado para convertirse en profesional y cuenta en qué condiciones llegó al Mundial, aquejado por distintas lesiones de gravedad y sin club luego de un breve paso por Deportivo Español.

"Se me metió Diego (Maradona) adelante y Burruchaga le pegó bien fuerte y con comba. Cuando empiezo a tomar carrera, ya lo miro a Schumacher (el arquero alemán), y digo: 'No llega'. Voy corriendo, lo empujo a Diego, lo tiro y le meto el frentazo. Cuando le me meto el frentazo, ya no miro más la pelota y salgo a festejar el gol", recordó Brown sobre aquel 29 de junio de 1986 cuando marcó el 1-0 para Argentina frente Alemania.

Pero como si hacer un gol en la final del Mundial no fuera suficiente, luego el Tata sufriría un golpe muy fuerte en el hombro derecho y pese a terminar con el brazo inmovilizado, se mantuvo en cancha hasta el final. "Me choca, me pega en la articulación. Tenía en toda la zona, los bíceps y la articulación, un dolor insoportable".

"Lo miro al doctor Madero y le dije 'ni se te ocurra sacarme, no salgo ni muerto'. Me mordí la camiseta, puse el dedo ahí adentro y seguí jugando así. Pasé por un millón de cosas difíciles. ¿Y qué, iba a dejar de jugar una final del mundo por un dolor en el hombro?… ¡Ni loco! Vos no te das una idea el orgullo que yo siento de haber hecho un gol en una final del mundo para mi país", cierra su memorable relato.

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