jueves 28 de marzo del 2024

Reventar las urnas

La cantidad de socios que votaron en Boca fue la más alta de la historia. En San Lorenzo pasó lo mismo. Algunas explicaciones para entender esta tendencia que crece.

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El título de “elección histórica” se repitió dos veces en este mes: primero en Boca, después en San Lorenzo. Había pasado lo mismo en River en 2017, cuando Rodolfo D’Onofrio venció a Antonio Caselli y consiguió extender su gestión cuatro años más. El fenómeno de participación en los clubes empieza a tornarse un hábito: si algunas instituciones crecieron exponencialmente en cantidad de socios en la última década, eso empieza a trasladarse con fuerza cada vez que se renuevan autoridades.

Lo que pasó en Boca con la elección que ganó Jorge Amor Ameal sorprendió incluso a los que esperaban un caudal inédito de votantes. El factor Riquelme –desde esta semana el vice segundo de la institución– resultó decisivo. Fue por eso, y porque “Boca es la provincia 25 de la Argentina”, como dijo uno de los candidatos antes de la elección, que desde las semanas previas los medios de comunicación y las redes sociales nacionalizaron la elección de un club, algo que pocas veces sucedió en la historia.

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Si Boca es una caja de resonancia y una plataforma política incluso más efectiva que un ministerio o una intendencia, lo que sucedió el 8 de diciembre lo comprobó. “Y creo que existió un factor extra. Cuando equivocadamente el macrismo intenta instalar Boca como último bastión, mucha gente fue a votar para que lo perdieran”, considera César Martucci, uno de los candidatos, que bajó su candidatura y se alió a Ameal. La enorme politización que tuvieron los comicios xeneizes se evidenció en las calles de Buenos Aires y de otros municipios, que aparecieron empapelados con caras y acusaciones de los candidatos, sobre todo de Ameal. Todo eso sirvió para agitar el caudal de hinchas interesados en plasmar su opinión. Ahí también existe una diferencia: como vota mucha menos gente que en una elección de carácter nacional, en los clubes cada sufragio puede cambiar el resultado final. Eso también alienta la participación.     

El aumento de electores en Boca no solo fue nominal. También fue porcentual. En 2015, de los 80 mil socios habilitados, votaron 25.987 (el 32% del padrón). En 2019, de los 84 mil habilitados, votaron 38.363 (el 46%).  

El aroma partidario que tuvo la elección de Boca no ocurrió en San Lorenzo, aunque el club de Boedo también tuvo una jornada récord. Los 15.134 socios que se acercaron a la sede de avenida La Plata para sufragar superaron la marca de 1954 (12.303) y 2016 (12.087). La candidatura de Marcelo Tinelli –acaso la persona más conocida del país– pudo ayudar, pero otro factor decisivo fue volver a votar en Boedo, algo que no ocurría desde 1980. Cada paso que da San Lorenzo es una vuelta al barrio. Y ahí, la masividad aumenta.

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Los 19.200 socios que votaron en River en 2017 parecen pocos si se comparan con los de Boca o incluso con los de San Lorenzo (River tiene casi el doble de socios que el Ciclón). Sin embargo, aquella vez, D’Onofrio ganó en una votación récord. Algo que, al menos en los grandes, va a empezar a repetirse cada vez más.

Un fenómeno social y político

Creo que las elecciones en Boca marcaron algo nuevo: además del récord de socios votando, fueron precedidas de mucho interés por la prensa y, sobre todo, de altísima visibilidad el día de las elecciones. Al menos tres canales siguieron el recuento de votos en vivo, algo que por ejemplo no había sucedido en la mayoría de las elecciones provinciales de este año. Quien gobierna Boca pasó a ser más importante (al menos para la prensa) que quien gobierna Catamarca o La Rioja. Encuentro dos motivos: el primero es el aumento en la importancia que viene teniendo el fútbol en Argentina como fenómeno social. El segundo tiene que ver con la definitiva instalación del fútbol como fenómeno político. Si bien siempre estuvo permeado por la política, venimos de tener un presidente que se construyó desde el fútbol y un candidato a alcalde de la ciudad más importante del país que hizo el mismo camino.

Si antes podíamos decir que el fútbol era un trampolín hacia la política para algunos dirigentes, ahora esa descripción no alcanza para pensar cómo se politizó el fútbol. Ya no es unidimensional el recorrido sino que se retroalimenta: las elecciones en Boca fueron para muchos el golpe final que había que darle al macrismo como movimiento político.

Esas cuestiones no pasaron desapercibidas para mucha gente que fue a votar. Se diluyeron los sentidos puramente deportivos y pesaron otros, más ligados a la política nacional, al menos en Boca. No digo que esto haya sido lo dominante, pero sí que ayudó a que se valorizaran más las elecciones.

La mayor participación también se puede explicar, en cierta medida, como una de las consecuencias del proceso de politización de la sociedad que se viene viendo en Argentina desde el conflicto de la 125, en 2008. Las personas de 20 y 30 años, que en los 80, 90 y 2000 tendían a estar más alejadas de “lo político”, naturalizaron la participación política en distintos espacios sociales, y eso tiene un correlato en los clubes.

Lo deportivo creo que sigue siendo lo central, y más aún lo futbolístico. Me atrevo a decir que al menos el 50% o 60% de la gente que vota lo hace pensando en su equipo de fútbol: no se fija en la política, ni en cómo está la pileta, ni en la participación social. De todas formas, aun así, creo que es remarcable porque pasa en muy pocos lugares en el mundo que haya gente que elige invertir su domingo para hacer dos horas de cola y votar por una idea (aunque sea futbolística) en la que cree.

Diego Murzi. Sociólogo especialista en deporte. Vicepresidente de Salvemos al Fútbol.