viernes 19 de abril del 2024

Se confunde pesados con gordos

En un país que siempre se destacó por sacar grandes púgiles, nunca un boxeador se quedó con el título más importante. Los motivos.

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El boxeo argentino, a lo largo de su historia, presenta una cantera inagotable de grandes peleadores y campeones. No hace falta ser muy preciso, pero es bueno sumar algunos nombres: Pascualito Pérez, Accavallo, Locche, Monzón, Galíndez, Palma, Ballas, Laciar, Látigo Coggi, el Roña Castro, Narváez. El cóctel, en tiempos y estilos, puede llegar a conmover; incluso se podría seguir –la lista acumula 35 campeones mundiales–, pero la idea es otra: notar que la nómina no registra ningún campeón mundial de peso pesado, la categoría de mayor interés en el mundo del boxeo en cualquier época.

¿Por qué? En nuestro país hay razones varias para que no haya aparecido un pesado capaz de coronarse. Pero los especialistas coinciden en que el motivo fundamental es de orden genético. Las características somáticas o morfológicas de los argentinos  reflejan una estructura corporal pequeña con respecto a los norteamericanos y europeos del Este, quienes poseen el dominio absoluto de la división. “Nuestro biotipo es ideal para las categorías que van desde 60 hasta 80 kilos. Argentina es una fábrica de pesos chicos y medianos”, apunta el reconocido técnico Alberto Zacarías. Otra razón básica se refleja en la decadencia de una  actividad que fue perdiendo su referencia mítica –el Luna Park– y comenzó a deambular por el país perdiendo cultores ante inclinaciones deportivas menos comprometidas. “Antes era mucho más fácil encontrar algunos hombres fornidos, con aptitudes, porque el boxeo era un deporte popular, pero ahora es imposible. La difusión de otras disciplinas, como el básquet y el vóley a principio de los años '80, terminó por matar los peso pesado. Los pibes se inclinan hacia esas actividades porque son menos  sacrificadas”, manifiesta con dolor el coordinador de la Selección nacional de boxeo amateur, Héctor Morales. Y agrega: “Los pocos pesados que hay hoy son pibes que se metieron al gimnasio con la idea de bajar kilos y moldear su cuerpo”. La opinión de Morales sirve como disparador. Y resulta inevitable comparar épocas en una categoría que siempre tuvo un arraigo reducido en nuestro país. A pesar de eso, en los años 60 y 70 tuvo su momento de auge y trascendencia internacional. Nombres como Ringo Bonavena, Gregorio Peralta, Alejandro Lavorante, Pedro Lovell y Pablo Alexis Mitteff le imprimieron nivel mundial combatiendo con los mejores de la época (Sonny Liston, Henry Cooper, Cassius Clay, Joe Frazier, George Foreman y Ken Norton).

Desde mediados de los '80 hasta fines de los '90 la categoría sufrió un período de ostracismo. Los pocos boxeadores de más de 201 libras (91 kilos) comenzaron a militar en la nueva división crucero, creada con el objetivo de acortar las grandes diferencias de tamaño y peso que había entre quienes eran demasiado grandes para la división medio pesado (hasta 87 kilos) y muy chicos para ser considerados pesados. Recién en 1999, la aparición de Fabio “La Mole” Moli le dio vida a una categoría que no gozaba de púgiles en los registros de la Federación Argentina de Box. “De la cantidad sale calidad, pero acá no tenemos nada”, admite Morales. En la actualidad no se puede sostener falsas expectativas: Argentina tiene veinte púgiles habilitados para combatir. Pero no se debe juzgar posibilidades de futuro, porque no las hay.

Amílcar Brusa, ex técnico de Carlos Monzón, lanza un golpe bajo: “¿Sabés qué pasa? Pesados eran los de antes, verdaderos mastodontes con cuerpos atléticos que ansiaban pelear con los mejores. Hoy son moles obesas mal preparadas que sólo aspiran a ganar alguna pelea local”.

(*) Fuente: Diario Perfil