jueves 28 de marzo del 2024

Asesino para vengarse del padre

La dura historia de Manny Pacquiao, el mejor púgil del planeta. Un personaje singular que no encuentra límites ni en los rings ni fuera de ellos.

442

Está escrito. En la vida de los grandes campeones mundiales, el destino suele jugar con cartas marcadas. Ni el crítico de boxeo más imaginativo y experto; ni el más certero o el más arriesgado en la proyección hacia el futuro de los campeones del ring, hubiese podido vaticinar que la aparición de un púgil filipino, de contextura atlética indescifrable, iba a convertirse en la sensación del boxeo mundial del último lustro.

La historia del séxtuple campeón mundial Manny Pacquiao es marcada. Ajeno a la exposición de esos físicos que sólo simbolizan la fuerza, el diminuto filipino, de 1,69 metro de altura y 66 kilos, despierta comentarios comparativos con los más grandes púgiles de otros tiempos como Henry Armstrong, Sugar Ray Robinson, Tomy Hearns o Sugar Leonard.

Conocido como “Pacman” por su manera de perseguir a los rivales en el cuadrilátero hasta ponerlos fuera de acción, Pacquiao ejerce el boxeo profesional desde 1995 con una particularidad: debutó con un peso de 49 kilos. Más allá de sus seis coronas, gestadas entre los 50,8 y los 66,2 kilos, Manny se ha convertido en un fenómeno de masas que rompe todos los récords de audiencias en el sistema de televisión pay per view (más de un millón y medio de abonados para ver sus combates), cubriendo el vacío que habían dejado las retiradas de Mike Tyson y Oscar de la Hoya.

Pacquiao, de 32 años, conmueve al boxeo internacional con victorias ante boxeadores como Erik Morales, el propio De la Hoya, Antonio Margarito, Juan Manuel Márquez, Miguel Cotto y Shenne Mosley, en el peso y en la división que fuere, con ingresos por 42 millones de dólares en un solo año. Es rápido, efectivo y su resistencia al castigo va más allá de lo que el resto de los mortales puede entender como dolor. “Una de sus manos es una navaja afilada, la otra podría noquear a un mamut. Creía que no había nada peor que la muerte, pero estaba equivocado...”, afirmó De la Hoya tras ser vapuleado por el propio Manny, en 2008.

El sueño del campeón se construyó en las calles polvorientas de Kibawe, un barrio lleno de privaciones y violencia en las afuera de Mindanao, Filipinas. A los 14 años, el pequeño Emmanuel –su verdadero nombre– se fue de su casa y se metió en un gimnasio para vengarse de su padre, quien en represalia a sus ausencias le mató el perro y lo cocinó en un guiso que el propio Manny tuvo que comer. Ese hecho lo marcó y nunca más volvió a su casa. La calle se transformó en su hogar y comenzó a abrirse camino a los golpes en las peleas clandestinas de los barrios bajos. En apenas un par de meses, la fama de sus puños lo precedió. Fue tanta su popularidad que, cuando peleaba, la gente se agolpaba para ver a aquel muchacho apodado “El Diablo Tagalo”. Cuando debutó como profesional, en 1995, no necesitó de publicidad, pues los hechos y los antecedentes hablaban por sí solos.

Fabricado a base de desgracias, hoy Pacquiao vive en la gloria, en el cariño de su pueblo y preso de su riqueza. Los pormenores de la vida de héroe son interminables: el gobierno filipino certificó billetes de colección de cinco pesos con su figura; el correo nacional lanzó un sello postal con su guardia de boxeador; el ministro de Seguridad de Manila indicó que el delito disminuye considerablemente en la ciudad cuando Manny boxea, y su biografía llegó al cine en la interpretación del actor local Jericho Rosales. También creó su propio partido político, llamado El Movimiento del Campeón del Pueblo, con el que logró en las últimas elecciones ocupar un escaño en el Congreso Nacional, y apunta en 2014 a consagrarse como próximo presidente de Filipinas. Tiene una carrera como cantante y su rostro sonriente aparece en comerciales de cosméticos, productos alimenticios y la ropa deportiva Nike. Para sus peleas debe alquilar aviones privados para trasladar desde Asia a América a un centenar de personas que forman parte de su grupo de trabajo.

Mientras su cuenta corriente y sus proyectos políticos crecen, su grandeza continúa reclamando un combate que magnifique su historia en el ring. Los nombres de Floyd Mayweather, Sergio “Maravilla” Martínez o el mexicano Juan Manuel Márquez abren esperanzas para desafiarlo. El destino en la vida de los grandes campeones suele jugar con cartas marcadas…

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.

En esta Nota