viernes 29 de marzo del 2024

El técnico de las 117 preguntas

Arsene Wenger dice que para jugar en el Arsenal inglés hay que ser inteligente. Perfil de un DT políglota, ingeniero y economista.

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Caracter. El hombre no se calla nada. Así, ya tuvo enfrentamientos verbales con dos pesos pesados: Ferguson y Mourinho.

Una vez, cuando jugaba como defensor en el Estrasburgo, aprovechó un mes de vacaciones para perfeccionar su inglés en la Universidad de Cambridge. Hoy, 30 años después, es un políglota que habla en seis idiomas. También, mientras jugaba, viajó a Hungría para ver cómo funcionaba el comunismo. Hoy, analiza: "Entendí que el comunismo no funciona. Pero el capitalismo salvaje también es insostenible". Es ingeniero y economista y aplica –no sin compulsión– estadísticas a su trabajo: es un bicho raro (¿una mente brillante, acaso?) que va a intentar detener el miércoles, por la Liga de Campeones de Europa, al todopoderoso Barcelona. Es Arsene Wenger, entrenador del Arsenal, el equipo que –aseveración, de mínima, controvertible– mejor juega en el mundo después del que entrena Josep Guardiola.

El economista. “Las estadísticas son una suerte de droga para mí”, confió en una entrevista de marzo de 2008 con la revista Total Youth Football. “Por ejemplo –explicó– si un futbolista promedia 3,2 segundos en recibir y pasar la pelota, y de golpe pasa a 4,5, voy y le digo que tiene que pasar la pelota más rápido. Si me dice que no es así, le muestro las estadísticas y fin de la discusión." El mejor entrenador de la década para la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol (IFFHS) justifica: “Antes, el fútbol era sólo una cuestión de sensaciones y opiniones. Para mí, eso no es suficiente”.

“También –complementa– sirve tácticamente: si veo que un jugador no pierde nunca la pelota, me fijo cuántas veces la pasó hacia delante. Si lo hizo poco, se lo apunto: ‘Prefiero que arriesgues más, pero que ataques’. Esa es una observación táctica fundamentada.”

El esteta. Sin embargo, Wenger conjuga las estadísticas con la estética en el juego, irrenunciable para él: “Tengo un ideal de cómo debería ser el fútbol. No reniego del pragmatismo, siempre y cuando entendamos que ser pragmático es dar un buen pase, no uno malo. ¿O acaso alguien puede argüir que ser pragmático es tomar una pésima decisión como tirar la pelota lejos y para adelante porque a veces funciona por accidente?”.

Desaprueba, en consecuencia, la victoria a cualquier precio: no por nada, en 1999, le ofreció repetir un partido al Sheffield United, luego de que su equipo ganara tras un lateral en que no le había devuelto la pelota a su adversario. “Cuando dirigí en Japón, solía mirar sumo. Me llamaba la atención que al final de la pelea, era imposible saber quién se había impuesto, porque el ganador no mostraba su emoción para no avergonzar a su rival. Es lo que les inculco a mis jugadores.”

A Wenger le atraen, aunque menos que el fútbol, la pintura –abstracta, la que más– y el cine (admira a Federico Fellini). Sin embargo, hace diez años que no ve una película. Lo obsesiona (y de ahí que se aboque sin pausa a) que su equipo juegue con clase: “Un club grande como el Arsenal debe aspirar a ganar, sí, pero con estilo. El fútbol es un arte, pero sólo si se lo juega bien. El trabajo, y no sólo el talento, es con lo que se consigue. Una historia: un pianista prometedor va a un concierto y escucha a un brillante pianista. Cuando termina de tocar, va tras él, y le dice ‘daría mi vida por tocar como usted’, a lo que el otro le responde: ‘Dar la vida por esto, es lo que vengo haciendo desde hace años’”.

El psicólogo. Wenger contrató al psicólogo francés Jacques Crevoisier para trabajar con los jugadores de la academia del club (“Arsenal no compra superestrellas, las hace”, se enorgullece el entrenador, que tiene ejemplos de sobra: Cesc Fábregas, sin ir muy lejos). “Wenger siempre dice que para jugar en el Arsenal, hay que ser inteligente”, confía Crevoisier, que con el DT ideó un test de 117 preguntas “para medir la resistencia psicológica de los jugadores, su competitividad, su control emocional y su capacidad de manejo del stress y de agresividad.”

Describe Crevoisier: “Los entrenadores saben de técnica y táctica, pero no de psicología. Por eso hay futbolistas muy técnicos que no rinden, y el entrenador no entiende por qué. Wenger quiere conocer todo acerca de la personalidad de sus jugadores, sus potencialidades y sus flaquezas. Si vemos que un jugador tiene problemas de concentración, no le decimos ‘concentrate’: ideamos un ejercicio para que lo solucione”.

De última, Wenger es un entrenador obsesivo, cerebral (“¿si soy muy inteligente para ser entrenador? Soy inteligente, pero nunca es suficiente”), al que a veces se lo califica de loco, y él se ríe: “La mayoría de las cosas que alcanzó la humanidad fueron hechas por gente a la que, al principio, se la juzgaba como loca. Pero si no fuera por los locos, el mundo sería un lugar más estúpido para vivir”.

(*) Fuente: Diario Perfil