jueves 18 de abril del 2024

Cerca del infierno, apareció Passarella

Su faltazo el miércoles en Córdoba fue criticado desde dentro y fuera del club; tal vez por eso ayer se mostró activo durante el entrenamiento. Cambios en tiempos de crisis.

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Se volvió a poner la ropa de entrenamiento, los botines y hasta se dio el lujo de patear tiros libre, algo que ni siquiera hoy, en su peor momento, alguien se animaría a decir que hace mal. Pero ésa no fue la novedad de ayer, porque Daniel Passarella no es –y no volverá– a ser el técnico de River: el presidente nuevamente se mostró junto al plantel. Tal vez resultó un gesto tardío, pero estuvo. Como se dice en estos casos, intentó llevar tranquilidad y darle apoyo al plantel. Su presencia, por sí sola, descomprime tensiones. Nada más necesita el equipo en este momento que las presiones no lo afecten, aun cuando la carga mediática resulta, por momentos, agobiante. Por ejemplo: que Passarella haya estado vestido de ropa de entrenamiento para restituirle su puesto de entrenador. La semana del Kaiser –y de River– fue –y es– mucho más compleja que un simple buzo.

Acá estoy. El gesto es fuerte, es lo que le reclamaron a Passarella tras la derrota con Belgrano, el miércoles. La decisión de quedarse concentrado con el plantel desde el jueves hasta el mismo día del partido y viajar en el micro con los jugadores es el mayor apoyo que están recibiendo los jugadores por parte del presidente. Habló con ellos, con Héctor Pitarch, un histórico ayudante suyo, y con Gustavo Zapata, que fue invitado por el presidente. También estuvo Sergio Vigil, ex técnico de Las Leonas ahora a cargo del deporte amateur del club. Pero primero charló largo rato con Juan José López (con campera roja), miró desde un costado la práctica y, sobre el final, pateó tiros libre junto a Gabriel Funes Mori, Mauro Díaz y Daniel Alberto (no es casualidad) Villalva.

Hasta le hizo un gol a Juan Pablo Carrizo. Después, almorzaron todos juntos en el comedor del Hindú Club (desde River twittearon una foto de todo el plantel para demostrar unidad). La última vez que había estado en una práctica fue el 15 de junio, antes del partido con Lanús. El partido de la sentencia. “Vine a darles un poco de apoyo a los muchachos. Lo necesitaban. Siempre es bueno estar cerca”, dijo al pasar aquel día. Fue un mini quiebre de un silencio que lleva más de un mes. Su última aparición ante los medios fue en una entrevista al diario Clarín, a mediados de mayo, tras el escándalo en AFA en el que le pidió la renuncia de Julio Grondona.

Ahora sólo se conocen sus intenciones por un comunicado impersonal: “Los que crean que el presidente Daniel Passarella y su comisión directiva, elegidos en legítimas elecciones y hoy apoyados por una obvia mayoría de socios e hinchas, puedan bajar los brazos o siquiera entregarse a debilidades o abandono de responsabilidades, desconocen en profundidad el espíritu que nos animó y que nos anima”. Y fue acompañado por un anuncio: “...Passarella dará una presentación periodística donde expondrá capítulo por capítulo todos los entretelones que condujeron a este presente...”.

Acá no estuve. Tiene su razón de ser la decisión del Kaiser. Las críticas, antes y después del partido con Belgrano, fueron por su ausencia, por su falta de apoyo. El mismo día que River jugaba uno de sus partidos más trascendentes estaba almorzando en un restaurante en San Isidro. Hasta último momento se especuló con que se tomara un avión a Córdoba y estuviera, pero no lo hizo. Mantuvo, tal vez equivocadamente, una postura que tomó desde que es presidente: no acompañar al equipo cada vez que juega de visitante. En su entorno se lo reclamaron. El miércoles, en el Barrio Alberdi, en Córdoba, estuvieron los vicepresidentes Diego Turnes y Omar Solass; el secretario, Daniel Bravo, y otros dirigentes de menor peso. En el choque con Lanús –el de la sentencia–, cuando el panorama no parecía cambiar, Passarella se retiró a los 20 minutos del segundo tiempo. Otro gesto que le marcaron. Con el vestuario derrotado y los rumores de renuncia de Juan José López, regresó al Monumental para cenar con el técnico y darle apoyo. Después de ese episodio, fiel a su estilo, se recluyó –sólo se lo vio en el restaurante– hasta el jueves, cuando entró con la velocidad de la luz al Hindú Club.

Una lectura: su presencia parece estar reservada para situaciones límite.

(*) Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil