viernes 29 de marzo del 2024

El caso que afectó la santa fe de Colón

Ya pasaron dos meses desde que la virgen desapareció del estadio. Un caso sin certezas que involucró a la Justicia y la Iglesia. El futuro es incierto.

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Si Paulo Rosales no hubiera clavado en el ángulo ese derechazo que sacó desde el vértice del área, la historia hubiera sido otra. O si Fausto Montero no pescaba ese centro que Diego Pozo apenas manoteó, nada de esto existiría. Pero Dios quiso que todo eso ocurriera: quiso que Unión se ponga 2-0 en sólo 17 minutos, quiso que Colón pierda el clásico santafesino que no se jugaba desde hacía ocho años, y quiso además que sume otra derrota en su estadio, la octava en 12 fechas. Es inevitable, entonces, agendar ese 28 de agosto de 2011 como la fecha del génesis. Después aparecieron los personajes que le dieron color a este despropósito: el vidente no vidente, el cura que desagravia, el juez y parte, el artista plástico presidencial y el jugador arrepentido. Pero el origen de todo, que quede claro, fue la derrota en el clásico.

Ojo que hasta antes de ese día para cortar la mala racha ya habían probado de todo: un cambio de técnico, algún refuerzo, premios al día. Pero no hubo caso, la desgracia parecía inmune a los recursos terrenales y el equipo seguía perdiendo en su cancha. La lápida del propio Colón seguía clavada en el césped del mismísimo Cementerio de los Elefantes. ¿Qué hacer, entonces, cuando ya se hizo todo? La respuesta debía bajar del cielo. O de lo más alto de la tribuna. Porque ahí, en la cima de una de las plateas del Brigadier López, la Virgen de Guadalupe ya no cumplía con esa cuota de fe que le aportaba a los jugadores de Colón. Entonces, después de ese fatal 28 de agosto pasó lo inevitable: la escultura de dos metros y medio terminó destrozada. Se sabe: cuando en el fútbol a alguien le ponen el cartel de mufa, no zafa más.

Capítulo dos. La idea no es nueva: si un equipo pierde seguido hay que llamar a un brujo, a una curandera o a cualquiera que aleje las malas ondas. Dicen que en Santa Fe alguien propuso convocar al ciego, que tenía chapa en eso de auyentar energías negativas. Y parece que el diagnóstico del vidente no vidente fue riguroso. Después de caminar unos minutos por el césped, preguntó: “¿Acá hay una Virgen?”. Las miradas de todos –la del ciego no, por supuesto– se clavaron en esa imagen blanca, inmaculada, que había donado Jorge Fosatti en 2001, cuando pasó por el club como entrenador. “¿Habrá visto bien el cieguito?”, dudó un delantero creyente. Pero no era momento para vacilar. Unos días después el altar quedaba vacío. Nadie sospechaba que esa ausencia iba a causar un escándalo, que iba a intervenir la Justicia, que provocaría la reacción de la Iglesia y que terminaría dividiendo a la sociedad santafesina.

En un principio fue el rumor: de la virgen, se decía, no quedaba nada sano. Entonces cayó una denuncia penal contra el club por “robo calificado”. El juez de instrucción Darío Sánchez ordenó dos allanamientos a la sede del club para revolver los libros de actas y advirtió: nada de reemplazar la escultura por otra nueva. La Comisión Directiva reaccionó con un comunicado que explicaba que la imagen estaba en un proceso de restauración, pero ocultar el tema era como intentar caminar sobre las aguas. Fue por esos días cuando en las calles de Santa Fe aparecieron las primeras pintadas con destinatario: “Garcé ateo, devolvé la Virgen” y “Garcé, la Virgen no se mancha”.

Hasta que la Iglesia tomó partido, por supuesto. ¿A quién se le ocurre manipular el destino de una Virgen justo en Santa Fe? El tema, entonces, llegó a las misas. El arzobispo José María Arancedo y el sacerdote Olidio Panigo se ocuparon del asunto y desde el altar atendieron a Germán Lerche, presidente de Colón, que por esos días estaba ocupado con la octava reelección de Don Julio. Eso sí, los curas ni mencionaron al arzobispo Edgardo Storni, que fue el encargado de celebrar la misa para entronizar la Virgen en 2001, siete años después de haber sido acusado por 47 seminaristas de abusos sexuales.

Capítulo tres. Justicia, Iglesia, banderas, versiones y especulaciones: la bola creció y se hizo inmanejable. A los dirigentes de Colón no les quedó otra que rehacer lo deshecho. Alguien se acordó de que la Virgen original la había hecho Saúl Miller, un escultor nacido en San Lorenzo que ahora vivía en Villa Anisacate, un pueblo perdido de Córdoba con 2 mil habitantes. Fueron hasta allí y se encontraron con un escollo: como la primera Virgen no la había hecho con un molde, la secuela no podía ser idéntica.

“La puedo hacer lo más parecida posible”, prometió el artista, autor además de un monumento de Néstor Kirchner y otro de Mercedes Sosa. Miller, entonces, le metió mano a la Virgen de Guadalupe Parte II y cumplió: le salió algo parecida. Como si se tratara del famoso juego de los los siete errores, los medios se regodearon con las diferencias entre las dos imágenes. La cuestión fue que nadie pudo seguir sosteniendo el disfraz de la “restauración”. Entonces habló Ariel Garcé.

O mejor dicho: mandó un comunicado al juzgado. El jugador dijo que entre el plantel –todos creyentes, eso sí– tomaron la decisión de restaurar la Virgen porque la veían medio deteriorada, que como estaba lesionado él se hizo cargo de la gestión, que alquiló una grúa para bajarla, que al trasladarla en la camioneta se rompió por los baches y la velocidad, que cuando la vio en pedazos sintió una profunda culpa y se largó a llorar, y que furioso por su desdicha tiró los fragmentos de la escultura. “No hubo mala intención, no hubo mentiras, no hubo falta de respeto –enumeró Garcé-. Hubo una decisión devota y un accidente.

Final abierto. La historia todavía no tiene un cierre. Lo único concreto es que la escultura titular no existe más y que la suplente espera para ser subida al altar de la tribuna. ¿Cuándo? Es un enigma. La decisión es exclusiva de la Comisión Directiva, que tendrá en un hombro el susurro de la Justicia, la Iglesia y la porción devota de la sociedad, y en el otro, el alarido del estatuto del club que prohíbe las imágenes religiosas.

“Es verdad, lo prohíbe”, reconoce Pedro Eusebio, secretario de Actas del club. Notable. Y aporta otro dato para sumar a este delirio santafesino: “Hay muchos hinchas de Colón que no quieren que volvamos a colocar la Virgen porque están convencidos de que es mufa”. ¿Entonces? El tema seguirá en debate. Pero hay una paradoja final: el juez Sánchez caratuló la causa judicial como “robo calificado” a favor de los socios del club, que son los dueños del patrimonio. ¡Y él es socio de Colón! “Es un verdadero caso de juez y parte”, define el dirigente Eusebio. En fin, la novela promete más capítulos. Hasta que tal vez, en algún momento, alguien le ponga el punto final a este disparate que afectó la santa fe de los santafesinos. Amén.

(*) Esta nota fue publicada por la edición impresa del Diario PERFIL.