sábado 20 de abril del 2024

Aun sin jugar, Román seguirá jugando

La ausencia del Diez repercutirá en el clima de la Bombonera. Su apellido será usado como bandera ante el más mínimo error. Será una olla a presión.

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El ying y el yang de Boca se rompió. Ya no hay dos fuerzas, no hay equilibrio; la renuncia de Juan Román Riquelme desactivó esa especie de empate consensuado para que la convivencia no desfigurara a un plantel que soñó con la Triple Corona. De esos posibles títulos, Boca ya perdió dos. Le queda por jugar el que no le importa, el que tenía sentido si completaba la saga; la Copa Argentina, sola, y sin Riquelme, es la nada. Quizás le sirva de paliativo a Julio Falcioni, que tendrá el nombre devaluado en la tribuna; el yang desgastó al ying y el universo de Boca quedó patas arriba. La fuerza que quedó en pie, debilitada, necesita triunfos que calmen lo obvio: Riquelme se multiplicará como bandera entre los hinchas. El apellido del Diez será el himno de guerra para denostar un estilo, si es que Falcioni no encausa su causa.

Atentos tendrán que estar los dirigentes y, especialmente, Daniel Angelici. El presidente se volcó hacia un lado y necesita sostener la decisión de dejar a Boca huérfano del ídolo. Hace un año, justo un año, una frase suya contenía la impronta de la génesis: “Yo creo que es un gran jugador y creo que es un líder negativo dentro de un club. Hay líderes positivos y líderes negativos. Riquelme divide en todos lados. Divide en el vestuario, la opinión de los directivos”, sentenció Angelici en declaraciones concedidas a Perfil.com. Todavía no era presidente, pero precipitaba con su dicurso la intención final. A Riquelme lo fueron deshojando; le quitaron poder y transcendencia. Angelici quiere gobernar en la era post Román. Cuando renunció a la tesorería de Boca por la renovación del contrato de Riquelme por cuatro años, no imaginó construir poder con su antihéroe en el club. Desde que Angelici ocupó el sillón de Brandsen 805, Riquelme duró algo más de siete meses. O 213 días. O un suspiro.

Futuro. Falcioni disfruta de sus vacaciones en Punta Cana; Boca no es Aruba. Dentro del plantel, todavía hay futbolistas que miran al entrenador de costado. Schiavi será el gran referente de un grupo que tendrá que rearmarse dentro del esquema de Falcioni: un 4-4-2 sin líder futbolístico. Boca ya no estará cosido al botín de un enganche. Pero los jugadores serán escudriñados por la mirada de los hinchas, si el equipo no consigue buenos resultados. Angelici y Falcioni pusieron al enemigo afuera; intangible, se paseará por las tribunas. Román ya no será el que suba a Roncaglia a un avión, más allá de los directivos y el propio DT. Ni el que peleará por la plata de los más chicos. Ni el que exija que Boca ataque, arriesgue. Riquelme será grito, bandera, fiscales, himno. Líder; ahora, desde afuera.

Renovación. Dentro de la cancha y el vestuario habrá depuración. No habrá enganche ni pausa. Falcioni quiere un equipo dinámico y compacto; que Pochi Chávez, el más diez sin jugar de diez, también marque cuando el equipo defiende. Muerto el perro, el entrenador tampoco soportará el riquelmismo. Ya pidió que sean negociables Clemente Rodríguez, Cristian Erbes y Lucas Viatri. A Javier García, íntimo amigo de Román, no lo quiere de vuelta en el club, a pesar de sus buenas actuaciones en Tigre y de que Orion tendrá que recuperarse de la rotura de ligamento lateral externo de la rodilla izquierda. Falcioni, el yang, no quiere más ying. Angelici, por ahora, lo avala. Sin embargo, después querrá un entrenador que haya vivido como futbolista la era del “Boca multicampeón”. Eso será a partir de diciembre, cuando se termine el contrato de Falcioni. O antes, si el grito de “Riquelme, Riquelme” se torna insostenible.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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