viernes 29 de marzo del 2024

Bianchi y la vieja receta del éxito

Aún sin tener figuras rutilantes, el Virrey siempre se las ingenió para sacarle el jugo a las piedras y potenciar jugadores. Los milagrosos casos.

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Así como en la popular repiten que, de tantas figuras, al River de Ramón Díaz lo sacaba campeón cualquiera, Carlos Bianchi cimentó su figura en base a argumentos opuestos: él es quien construyó equipos exitosos con nombres poco rutilantes. ¿Quién, acaso, no se creyó que si lo dirigía el Virrey era capaz de ganarle a cualquiera? El celular de Dios es el eufemismo que algunos utilizan para referirse a sus milagros (y otros para quitarle valor a ciertos logros). Puede pasar que uno mire al vecino gordo de al lado cuando vuelve de jugar al fútbol, en el ascensor, y piense en Bianchi: y se le ocurra que si Omar Asad y el Turu Flores fueron campeones del mundo con 190 kilos entre los dos, el tipo también podría, por qué no.

Aquel Vélez, por caso, no tenía estrellas cuando germinó. José Luis Chilavert era un hombre de peso en el plantel, pero por personalidad más que por los argumentos deportivos que después lo elevaron a ese estatus. Vale el repaso: Bianchi fue clave para que nombres como Almandoz, Zandoná, Trotta, Sotomayor, Raúl Cardozo, José Basualdo, Marcelo Gómez, Roberto Pompei, Christian Bassedas, Flores y Asad lograran una jerarquía individual y grupal que los llevara a la cima del fútbol en 1994.

Bianchi es como un bebé con buen desempeño en juegos de encastre, como un brillante jugador de jenga, pero al revés: coloca pieza a pieza y tiene la capacidad de armar torres con poquísimas fisuras.

En una oportunidad, el entrenador se declaró enamorado de sus planteles. Y hay una anécdota que defiende ese punto: una vez se peleó con un plateísta para defender a Miguel Caneo, un chico de 19 años que daba sus primeros pasos. El volante recibía insultos y el que saltó fue Bianchi para decir: “Tomatelás, gil. Si no te gusta, andate, andate… Tiene 19 años el pibe”.

Casi milagros. La lista de jugadores a los que potenció puede empezarla Adrián Guillermo, quien disputó siete partidos en el Apertura ‘98 que ganó Boca. Después de una seguidilla explosiva, su nivel bajó. Una lesión lo perjudicó y ese título quedó como un recuerdo. Guillermo no volvió a jugar en la Primera División: hoy está en el Rosamonte de Misiones, en el Torneo Argentino B.

Otra virtud que quedó expuesta en Bianchi fue ésa: que los suplentes rindieran como los titulares. O, a veces, mejor. El caso de Matías Arce sirve de ejemplo. Sobre el cierre del Apertura 2000, Boca era líder, pero tenía a River a sólo un punto de distancia. O sea: tenía que ganarle a Estudiantes para festejar. El partido estaba 0 a 0 cuando el Virrey optó incluir a Arce por Gustavo Barros Schelotto y el chico anotó el gol del campeonato.

Después, en 2001 jugó algunos partidos en el Clausura y estuvo en la lista de buena fe del plantel que ganó la Libertadores. Pasó por Belgrano, Gimnasia, Argentinos, estuvo en el exterior y hoy juega en Sarmiento de Resistencia, en el Argentino B.

Matías Donnet fue otro: muchos recuerdan su foto con la llave de la camioneta que ganó por ser considerado el mejor hombre del partido en la final Intercontinental que Boca le ganó al Milan en 2003. Ese día, el volante anotó el gol del empate y no falló más tarde, en la definición por penales, para ser considerado el mejor. Con Boca logró, además, la Libertadores 2003 y la Sudamericana 2005. Su carrera no volvió a llegar a ese nivel: hoy es jugador de Unión, el club donde surgió.

Con letra M. Aníbal Matellán no era un central virtuoso y, sin embargo, con Bianchi como entrenador consiguió anular al portugués Figo en la final Intercontinental contra el Real Madrid en 2000. El técnico hizo que se la creyera y reemplazó a Samuel, un muro en la defensa.

Bianchi es como un psicólogo que trabaja sobre el autoestima, que alimenta el ego del futbolista. Alfredo Moreno puede dar fe. Una lesión de Martín Palermo hizo que el delantero tuviera chances. El santiagueño le hizo cinco goles al Blooming de Bolivia en la fase de grupo por Copa Libertadores, un récord, y saltó a la fama. Ganó las Libertadores 2000 y 2003. Y, una vez fuera del club, su carrera se desarrolló mayoritariamente en México: acaba de salir campeón con los Xolos de Tijuana.

La tercera M es la de Julio Marchant, un volante por derecha que pasaría inadvertido en cualquier otro club, pero que en Boca logró sostener un nivel de 6 puntos para arriba. El santiagueño entraba y rendía. Así, su currículum reúne los títulos en el Apertura 2000, las Libertadores 2000 y 2001 y la Intercontinental 2000.

¿Más nombres? José María Calvo, Gustavo Pinto, Fernando Navas, Franco Cángele, Antonio Barijho.

Sube, sube. Bianchi los potencia, los exprime, y en la mayoría de los casos eso después no se puede sostener. De todos los futbolistas que pasaron por sus manos en Boca, sólo tres armaron una carrera exitosa en Europa: Walter Samuel, Carlos Tevez y Juan Román Riquelme.

A Román también le sacó el jugo. Por ejemplo, con el preparador físico Julio Santella lo trabajaron para que tuviera una mejor contextura física. Y el Virrey lo ubicó de enganche definido, dándole más protagonismo. Parece lógico: con Bianchi juega bien cualquiera.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del DIARIO PERFIL