jueves 18 de abril del 2024

La Bundesliga por dentro

Las goleadas del Bayern Munich y Borussia Dortmund en Champions League tienen un por qué. Las razones del éxito alemán.

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Franz Beckenbauer se equivocó cuando predijo en 1990, después de la final del Mundial, que la caída del Muro de Berlín iba a convertir a su selección en una potencia imbatible en los siguientes diez años: apenas ocho futbolistas que habían representado a la Alemania Democrática llegarían a debutar en la Alemania reunificada.

En 2000, Alemania no sólo no era una selección imbatible, sino que estaba en crisis: a causa de una Bundesliga en la que había sesenta por ciento de jugadores extranjeros y la imposibilidad de promover futbolistas de divisiones inferiores en los clubes, Alemania tenía una selección avejentada, con 31 años de promedio en la Eurocopa que se disputó en Bélgica y Holanda. En 2002, la bancarrota de Kirch Media, la empresa que tenía el treinta por ciento de los derechos televisivos de los partidos, noqueó a la Bundesliga y forzó –las revoluciones son hijas de las crisis– una reestructuración.

Hoy, la historia es otra: la Bundesliga es una competencia rejuvenecida, con clubes sustentables, con 52,4, por ciento de futbolistas salidos de las divisiones inferiores, con estadios al noventa por ciento de su capacidad en cada fecha y un promedio de asistencia de 45 mil espectadores por partido, sólo superada en el mundo por la National Football League de los Estados Unidos.

No es casual que el Bayern Munich aplastara 4-0 al Barcelona, y el Borussia Dortmund (un club que estaba por quebrar en 2005), 4-1 al Real Madrid en las semifinales de la Liga de Campeones de Europa.

Fútbol total. La Bundesliga es hoy una competencia modélica, innovadora. En contraposición a las otras ligas de Europa, desreguladas y con clubes que adeudan fortunas, de la Bundesliga 1 y la Bundesliga 2 participan 36 clubes con economías sustentables, saneadas.

La Federación Alemana de Fútbol (DFB) otorga una licencia anual a los clubes siempre y cuando cumplan con sus exigencias (tipificadas en un libro de 200 páginas): que tengan, sí o sí, una academia para jugadores de divisiones inferiores, que el 51 por ciento accionario les pertenezca a sus hinchas (la farmacéutica Bayer, propietaria del Bayer Leverkusen, y la automotriz Volkswagen, del Wolfsburgo, quedaron exceptuadas porque hace más de veinte años que esas empresas manejan sus clubes) y que permitan que la DFB audite sus cuentas e inclusive que lo hagan auditoras privadas (sería imposible hoy que un club como el Borussia Dortmund pudiera falsear sus balances como lo hizo en 2005).

Además, las entradas para los partidos son las más baratas de Europa: 22 euros, el promedio. “Las entradas –le cuenta a PERFIL el periodista alemán Kai Behrmann, corresponsal en Buenos Aires de la revista 11 Freunde– son fáciles de comprar por internet, incluyen los transportes públicos, los días de partido y se pueden conseguir hasta cinco fechas antes porque ya entonces se conocen los horarios. En la previa de los partidos hay shows, recitales. Y adentro de los estadios se puede tomar cerveza”. Los precios de las entradas son innegociables: en agosto de 2010, los hinchas del Borussia Dortmund boicotearon un partido ante el Schalke porque la dirigencia de ese club había duplicado el precio de las entradas.

Pero la DFB no descuidó, para nada, el espectáculo a ofrecer. Muy por el contrario. Necesitaba futbolistas que atrajeran, sedujeran a los espectadores. Pero el legado de Beckenbauer era una mochila: equipos defensivos, precavidos, líbero y stopper, marca personal, jugadores mecanizados, alguno que otro talento suelto como Michael Ballack, y el estrellato de un arquero como Oliver Kahn.

Para que se entienda: hace 15 años, Alemania no disponía de delanteros decentes, y debió nacionalizar al sudafricano Sean Dundee, que no tenía ni un tatarabuelo alemán, y al brasileño Paulo Rink. Entonces apareció Jürgen Klinsmann, que fue, según opina Behrmann, “el que cambió el paradigma: de formar jugadores muy fuertes en lo físico, Alemania pasó a entrenar la técnica. También, a privilegiar la formación y ya no los resultados. Al principio fue muy criticado hasta por la propia Federación”.

Las 360 academias alemanas establecidas entre 2001 y 2002 siguieron los pasos de la francesa de Clairefontaine, que es, y así lo anuncia un letrero en la entrada, una “escuela técnica”. Relata Behrmann: “Las academias, que tienen una infraestructura de primer nivel, entrenan a los jugadores de la ciudad y tienen escuelas y alojamiento para los que no viven allí”. En consecuencia, se estrecha la relación entre los futbolistas, que son de la ciudad, y los hinchas, que también lo son. Pasa, también, con los entrenadores: de los 18 de Primera División, 17 son de la ciudad de los clubes.

No es casual que la selección de Alemania que aplastó 4-0 a la Argentina que dirigía Diego Maradona en el último Mundial promediara apenas 24 años, la versión más joven de esa selección desde 1934. Tampoco que sus selecciones sub-17, 19 y 21 ganaran las Eurocopas en la previa de Sudáfrica 2010. O que sólo cuatro futbolistas de la selección jueguen hoy extramuros y no en la Bundesliga (Lukas Podolski y Per Mertesacker, en el Arsenal; Mesut Ozil y Sami Khedira, en el Real Madrid). Menos que menos, que la Bundesliga no necesite desembolsar fortunas por jugadores extranjeros y haya sido la sexta liga del mundo en transferencias en esta temporada, detrás de Inglaterra, Rusia, Italia, Francia y Brasil.

Ya se sabe: Josep Guardiola no es tonto para elegir.

Dinero para todos

El reparto equitativo del dinero de la televisión –comparable, por cierto, con lo que sucede en la Argentina– es otra de las causas de la competitividad de la Bundesliga. Para esta temporada, el Bayern Munich recibió 25,8 millones de euros, mientras que el ya descendido Greuther Fürth recibió 12,9. En España, para que se compare, el Real Madrid y el Barcelona, que negocian por las de ellos, recibieron 140 millones, y lo siguió el Valencia, con 48.

La Bundesliga, sin embargo, no depende sólo del dinero de Sky, la empresa que tiene los derechos de transmisión. Sobre todo, depende de la comercialización del producto Bundesliga. El Bayern Munich es el club, según estudió la consultora Deloitte en su informe anual Money Football League, el club con más ingresos en el mundo por merchandising y publicidad: 201,6 millones de euros, por encima de los 187,2 del Real Madrid y los 186,9 del Barcelona.

En enero, el CEO de la Federación Alemana de Fútbol, Christian Seifert, presentó el balance anual y anunció que la Bundesliga había generado dos mil millones de euros de ingresos en la temporada 2011/12 (de los cuales pagó 800 millones de impuestos), que los 18 clubes habían conseguido en total ganancias de 55 millones (14 dieron superávit) y que la relación ingresos/salarios de jugadores era de 37,8 por ciento, muy por debajo del sesenta por ciento de la Premier League.

La Alemania multicultural

La reinvención de la Bundesliga, y por consiguiente de la selección de Alemania, tiene, también, una causa sociológica: la inclusión, a través de la obtención de la nacionalidad a partir de 1990, de los hijos de los inmigrantes.

En 2005, el gobierno del canciller Gerhard Schröder flexibilizó –para bien– esa ley y la Federación Alemana permitió la incorporación de los hijos de inmigrantes a los centros de entrenamientos de divisiones inferiores. De allí salieron Mesut Ozil (mediocampista del Real Madrid, hijo de un turco), Sami Khedira (también mediocampista del Real Madrid, hijo de un tunecino), Jerome Boateng (defensor del Bayern Munich, hijo de un ghanés), Ilkay Gundogan (mediocampista del Borussia Dortmund, hijo de turcos) o Mario Gómez (delantero del Bayern Munich, hijo de un español). Por eso, recién hoy la selección de Alemania devino un equipo multicultural (Francia lo era ya en 1998, cuando ganó el Mundial, y Holanda, ya en 1988, cuando ganó la Eurocopa).

La inclusión de los hijos de inmigrantes no es la única causa de la aparición de futbolistas jóvenes y talentosos en la selección de Alemania. Otra es la legislación de la Bundesliga: la Federación exige a los clubes que tengan, como mínimo, 12 futbolistas que puedan ser llamados para jugar por la selección de Alemania.

Hace  diez años, Alemania tenía apenas una estrella muy talentosa, Michael Ballack. Hoy tiene para elegir: Ozil, Mario Götze, Marco Reus, Thomas Müller y otros.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.