viernes 19 de abril del 2024

Juntar caudillos para ir a la guerra

Ese es el plan de Bianchi para ganar la Libertadores. El Virrey quiere unir un vestuario manejado por Juan Román Riquelme y Agustin Orion.

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Al primero que le pidió disculpas Riquelme luego de su vuelta al fútbol fue a Agustín Orion. El arquero era el capitán, ante el brazo huérfano de cinta; Román había decidido no jugar más en Boca, se había declarado “vacío”. Desde afuera, el diez había disparado: “Creo que si hoy lo ponés de capitán a cualquiera de los once no te sorprendería nada. Orion ha tenido la suerte de ganar con otros equipos, pero Boca no tiene hoy un jugador importante para la gente, lo van a tener que inventar”.

La vuelta a los entrenamientos fue sacra. San Román llegó a su primera práctica a las 7.25, antes de la hora señalada por Carlos Bianchi. Previo a hablar con sus compañeros, se dirigió a Orion. Le pidió disculpas por sus dichos y propuso arrancar de cero. Otra era Bianchi.

Riquelme era el referente que volvía a un plantel arrasado de ídolos. Sin Schiavi no quedaban referentes. El Virrey tejió de a poco la refundación del caudillismo. Bendijo a Orion con la cinta pero, rápido de reflejos, respetó los pergaminos y la ascendencia de Riquelme cuando confirmó su retorno.

Fórmula repetida. El entrenador necesitaba un solo Boca; sin internas. Orion, Santiago Silva y Leandro Somoza eran los hombres fuertes de Falcioni, ese enemigo de Román. Al menos así lo entendía Riquelme. Ninguno de los tres esperaba por el jugador de los jugadores. Riquelme es el futbolista con más amigos en el plantel. Y además, el líder que la mayoría reclamaba.

“La premisa de Bianchi es formar grupos”, le dice a PERFIL un allegado al DT. Después piensa en cómo acomodar las piezas.

En su primera etapa en Boca, el Virrey sabía cuáles iban a ser sus delanteros titulares. Lo único que le preocupaba del funcionamiento de la dupla era la convivencia. Durante aquella primera pretemporada juntó a Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo y les dijo que quería que adentro de la cancha fueran los mejores amigos. El éxito sobrevendría por decantación.

El Boca rengo que no hace pie en el torneo local y que dependía de su pase a cuartos de final para no caer en desgracia en la Copa ganó un partido que repara la sustancia de Bianchi. Un equipo que pretende hacerse sólido mientras camina. La inclusión de Riquelme ante Corinthians fue milimétricamente pensada por Bianchi. El DT blindó al equipo con un líder futbolístico y anímico. Pero además, había una segunda lectura en su intención. Consciente de que su imagen no se mancha, si Boca quedaba eliminado la cara de la derrota no serían los jugadores; sería Riquelme+10.

Al final del partido del miércoles, Riquelme le tocó la cabeza a Orion. Román no dijo, mostró. Se trataba de la redención.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.