miércoles 24 de abril del 2024

Un ídolo con pies de mostaza

Luego del triunfo ante Belgrano, los hinchas de Racing ovacionaron a Merlo, que pendía de un hilo. El técnico es venerado pese a todo.

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¿Cuánto tiempo se banca a un ídolo? Estamos hablando de la Argentina. Y estamos hablando de un club que tiene los mismos colores que la bandera argentina, cuya camiseta es igual a la de la Selección. Un club con una dimensión metafísica muy argentina, subido permanentemente a una montaña rusa emocional propia de este país, capaz de ilusionarse con un par de goles y capaz también de tragar por igual descensos, derrotas, desafiliaciones o falta de estadio.

Sí, Racing. El Racing blanquiceleste que alguna vez fue sociedad anónima. Aunque esta tarde en Avellaneda luzca camiseta, pantaloncito y medias negro luto. ¿Cuánto tiempo se banca a un ídolo? El paralelismo entre Racing y la Argentina es tan irresistible como obvio. Pero hay diferencias. En la Argentina un ídolo dura tanto como se demoró en construirlo. Un ídolo fugaz es algo de todos los días. Tanto como la caída de un ídolo, fugaz o no. En Racing, en cambio, los tiempos son más largos.

Reinaldo Carlos Merlo tiene esta tarde una cita con la historia. Y acorde a la circunstancia (o a alguna de sus millones de cábalas, o en sintonía con el presente de indumentaria o de juego de su equipo), también viste de luto. Campera y pantalón. Que resalta aún más su cabellera eternamente dorada. Esa cabellera que fue fetiche en las primeras fechas, cuando en la cancha te podías teñir el pelo de rubio Mostaza. ¿Cuánto tiempo se banca a un ídolo? ¿Cuánto tiempo resiste una estatua? ¿Cuánto dura una tintura?

Adentro de la cancha se lo banca, y mucho, a Merlo. En la previa al partido la seguidilla de hits es la siguiente: 1) “Movete, Racing, movete/ movete dejá de joder/ que esta hinchada está loca/ hoy no podemos perder”. 2) “Vení, vení, cantá conmigo/ que un amigo vas a encontrar/ que de la mano de Paso a Paso/ todos la vuelta vamos a dar”. 3) “Y pongan huevo la puta que los parió”. O sea, en ningún momento se habla de ganar esta tarde. Se habla de no perder, de poner huevos y de dar la vuelta, pero sólo para hacerle el aguante a Mostaza.

Ya con el equipo en la cancha, Merlo saluda y sigue el partido parado a un costado. Racing juega realmente mal y los hinchas se calientan, y mucho. La gente canta el clásico “jugadores/ la concha de su madre/ a ver si ponen huevos/ que no juegan con nadie” y luego pasan al aún más beligerante “la camiseta de Racing/ se tiene que transpirar/ y si no, no se la pongan/ vayansé no roben más”. La trilogía concluye con el “y pongan huevos que tenemos que ganar” y por primera vez se menciona la posibilidad de un triunfo.

Ni los cantitos ni los comentarios en la tribuna salpican jamás al técnico de Racing. La estatua no se mancha. Desde una platea alta cuelga una bandera que dice “$aja mercenario. Jugadores hijos de puta”. Algo así como el “que se vayan todos” versión Racing 2014. O casi. Porque en realidad se trata de un “que se vayan todos menos Mostaza”. A los 40 del primer tiempo alguien tapa la bandera con otra celeste y blanca que tiene escrito, en negro, “Burzaco”.

En una época en que ni Bianchi ni Ramón Díaz tuvieron grandes regresos, lo de Mostaza no debería sorprender. Podría tomarse como otra vuelta fallida. Pero no, esto es Racing. Aquí no se puede disfrutar siquiera del mediocre paso de Independiente por la B Nacional. En otro momento, que un par de jugadores de Independiente estén acusados de violación hubiera motivado burlas de los hinchas de Racing. Ahora no.

El equipo juega mal. Y la gente sigue creyendo en Mostaza porque en algo hay que creer. Es eso o ir a ver a Las Leonas. Pero también saben que hubo una vez un ídolo muy grande en Racing. Se llamó Juan José Pizzutti, fue campeón como jugador y después como técnico ganó el campeonato local, la Copa Libertadores y la Intercontinental. El primer campeón mundial. El famoso Equipo de José. Casi veinte años después, otra vez con José en el banco, Racing se fue a la B.

“Vamo Academia/ que tenés que ganar”, gritan ahora los hinchas. Y saben que esta tarde puede ser.  Aunque cuesta, todo cuesta. Casi tanto como fundir el bronce y construir estatuas firmes en un club que parece destinado a tener ídolos con pies de mostaza.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.